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Voto de vazquezvarela:
9
Comedia. Drama La película consta de seis episodios que alternan la intriga, la comedia y la violencia. Sus personajes se verán empujados hacia el abismo y hacia el innegable placer de perder el control, cruzando la delgada línea que separa la civilización de la barbarie. (FILMAFFINITY)
29 de noviembre de 2014
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he defendido, al contrario de lo que muchos piensan, que el odio es necesario. No sé si bueno, pero sí necesario. Siempre nos ha dicho que disfrutar con las desgracias ajenas es de malas personas. Lo admito, soy una mala persona, y a mucha honra. Con "Relatos Salvajes", he disfrutado como hacía tiempo que no lo hacía viendo una película. Salí del cine con una sonrisa, pero una sonrisa canalla, como esa que te sale de niño al escupirle a un calvo desde la ventana de casa. Y sí, salí así de sonriente después de disfrutar de dos horas de desgracias y desdichas humanas. Soy un cabrón.

Seis relatos (muy salvajes sí, el título no miente) que no dejarán indiferente a nadie. El primero, y el más breve, nos hace despegar hacia el paraíso del humor negro. Abróchense los cinturones y coloquen la mesilla en posición vertical, que el viaje promete ser movidito. En cuanto acabó, ojos como platos, y unas ganas enormes de que el filme continuase. El segundo segmento, más oscuro y desaliñado que su predecesor, nos presenta una disyuntiva entre lo justo y lo ético. Todos queremos lo justo (lo políticamente incorrecto, vaya), no nos engañemos. En mi opinión, este es el relato más flojo, lo que no quita que se disfrute de igual manera. Tras este, llega uno de los puntos álgidos de la obra. Szifrón "se mea" en cualquier película de la saga "A todo gas" con está feroz y épica batalla entre dos coches, y sus conductores. Las carcajadas casi ni nos dejaran oír los pocos diálogos de esta parte.

Llegamos a la mitad de la película, y parece que llevamos sólo 15 minutos en la butaca. Material fresco, divertido y, sobre todo, brutal. A cada relato que pasaba, mi yo pesimista quería convencerme de que el siguiente relato seguro que sería flojo, que la cinta no podía aguantar este ritmo frenético. Bueno, pues gracias a Dios, o a Damián Szifrón en este caso, esa escéptica y repelente vocecita interior se fue apagando ante la evidencia de que aquello no decaía. Ya lo decía Mercury, el show debe continuar (y qué show)

Llega el paso de ecuador en el Grado de Hijoputismo y nos encontramos con otra joya, una bomba de humor negro tan palpable como la vida misma que nos explota en nuestras mismas narices. Aparece en pantalla el gran Darín, y con esa capacidad que solo él tiene, al instante empatizamos con él.Parece casi un amigo de toda la vida. Sus desdichas son nuestras desdichas, su rabia es nuestra rabia. La injusticia nos señala el camino en esta maravillosa historia. Maravillosa porque, como somos unos cabrones, nos reímos, aunque a nuestro entrañable 'Bombita' no le haga ni un poco de gracia. Como "Relatos Salvajes" tiene complejo de montaña rusa, ahora toca bajar, y nos encontramos un panorama de todo menos divertido. Ya está el yo pesimista otra vez rosmando por lo bajo. Un argumento como este daría para hacer un melodrama de pura cepa. Pues bien, no será el mejor relato (ni de lejos), pero es sin duda el que más mérito tiene. Ser capaz de sacar aunque sea solo una sonrisa, media carcajada, de semejante ambiente, ya hace al bueno de Daniel merecedor de todos nuestros alagos. Por las noches, aun me sigo sintiendo mal por haberme reído de algo así, pero bah, qué más da, soy un cabrón. Y antes de la bajada final (el salir del cine, vaya), pues llega la subida final. Y, creedme, no va a dejar a nadie indiferente. Hemos visto muchas bodas a lo largo de la historia del cine, pero seguro que ninguna como esta. Que Dios nos pille confesados, que esta pareja no se anda con tonterías. Si la hipérbole había tenido presencia a lo largo de la película (es una gran hipérbole más bien), aquí llega al cenit, a lo superlativo, al 'Hall of Fame' de lo exagerado.

Y se acabó. Esto se pasó volando. Cuando empezaron a deslizarse los créditos finales, tenía la vaga esperanza de que fuera una broma, y al rato apareciese otro relato en pantalla. Pero no. Las luces del cine se encendieron y la gente empezó a irse (con una sonrisilla en la boca, ya os lo dije antes). Al salir me esperaba un diploma como recién graduado en hijoputismo, o una chapa que me reconociese como un miserable oficial, pero no, lo único que me llevé a casa fue la entrada de recuerdo, una sonrisa de oreja a oreja y la sensación de haber sido feliz durante dos horas. Aunque haya sido a costa de los males de otros. Eso qué mas dará.
vazquezvarela
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