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Voto de Pensadero Público:
9
Drama Basada en hechos reales sucedidos en México en septiembre de 1968, cinco jóvenes empleados de la Universidad Autónoma de Puebla intentan escalar el volcán La Malinche pero, debido al mal tiempo, no tienen éxito y tienen que refugiarse en un pueblo cercano llamado San Miguel Canoa. Debido a la paranoia religiosa vivida en el pueblo en gran medida incitada por el párroco local, el pueblo los confunde con radicales comunistas... (FILMAFFINITY) [+]
6 de septiembre de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Canoa, película mexicana de 1976 dirigida por Felipe Cazals y con guión de Tomás Pérez Turrent. Basada en un hecho real de linchamiento de un grupo de jóvenes trabajadores de la Universidad de Puebla a manos de los habitantes la comunidad de San Miguel Canoa, en el estado mexicano de Puebla, a donde había llegado para intentar escalar el cerro de La Malinche. Estos acontecimientos tuvieron lugar la madrugada del 14 al 15 de septiembre de 1968. Apenas seis semanas antes del fatídico 2 de octubre.

1968 fue para México el año de las Olimpiadas. Del 12 al 27 de octubre de ese año se llevaron a cabo las competencias de la XIX edición de los Juegos Olímpicos. Pero, para la mayoría de los mexicanos, 1968 fue el año en el que el autoritarismo y la represión de un gobierno totalitario y anquilosado puso en práctica las formas más brutales de represión política y social.

El 2 de octubre de ese año un mitin pacífico de estudiantes universitarios en huelga que se desarrollaba sin incidentes en la Plaza de las Tres Culturas, fue violentamente reprimido por el ejército y grupos paramilitares causando la muerte de cientos de personas e incontables heridos. El hecho ha pasado a la historia como ‘La Matanza de Tlatelolco’. Pero nos engañaríamos si sólo consideráramos estos acontecimientos como un hecho aislado. La verdad es que en esa época se vivía un auténtico clima de terror y represión cotidiano en todo el país. Otra muestra brutal de esta situación opresiva que se vivía en ese momento son los hechos que se narran en la película que nos ocupa.

Como seguramente recordarán quienes vivieron en esos años, la efervescencia política y social se extendió prácticamente por todo el mundo. El Mayo del 68 francés, las protestas contra la Guerra de Vietnam y la invasión del ejército soviético en Checoslovaquia fueron los catalizadores que encendieron la mecha para el surgimiento de movimientos juveniles de protesta y reivindicativos. Las sociedades de todo el mundo estaban divididas entre jóvenes y adultos, conservadores y progresista, comunistas y capitalistas, etc. Y todo lo que se pedía era apertura política, mayor participación de la sociedad en las decisiones política (particularmente de los jóvenes) y vigencia de las libertades básicas.

En la película de Cazals podemos ver ilustrada con gran maestría esa polarización. San Miguel Canoa es el perfecto microcosmos de lo que se estaba viviendo a nivel global. La llamada Guerra Fría en todo su esplendor. Pero en el caso mexicano la lucha se libró con especial encono por un ingrediente que si bien no estaba ausente en otros países, no tenía el mismo peso ideológico e histórico que había adquirido en nuestro país a lo largo de los siglos: el factor religioso. El catolicismo más retrógrado y dogmático en el que fueron ‘educadas’ las sucesivas generaciones de mexicanos desde la época colonial hasta bien entrado el siglo XX.

Canoa da cuenta puntual de ese estado absurdo de control y enajenación ideológica que ejercía el clero católico sobre pueblos enteros. Con caracterizaciones que reflejan puntualmente lo siniestro de esos ‘pastores de almas’ y que para los no enterados pudieran parecer caricaturas exageradas, pero que no son sino un fiel reflejo de la realidad que se vivía. El perverso cura del pueblo que azuza e incita a los pobladores al linchamiento de los ‘estudiantes comunistas’ tiene su complemento en la figura de Gustavo Díaz Ordaz, Presidente de la República y responsable de la represión generalizada en el país. El poder político y el poder clerical eran uno y lo mismo.

Por otra parte, la película tiene grandes virtudes que le confieren valor por sí misma más allá de los hechos que narra y que a la distancia de los años no tiene el mismo significado para las nuevas generaciones. El guión está muy bien construido y mezcla con sabiduría elementos documentales y de ficción narrativa. Otro gran acierto es la inclusión de un ‘Testigo’ con tintes brechtianos que narra, comenta y da cuenta de los hechos a manera de cronista o corifeo. El tiempo narrativo también está muy bien trabajado con cortes y saltos temporales que agilizan el relato e incrementa el interés del espectador. Por último cabe destacar las actuaciones de los tres principales personajes (además de los jóvenes trabajadores): El Testigo (Salvador Sánchez), el cura Enrique Meza (Enrique Lucero) y Lucas, el lugareño que da hospedaje a los jóvenes (Ernesto Gómez Cruz).

No quiero terminar este texto sin hacer mención del valioso aporte ideológico que para mí y las personas de mi generación significo ésta y otras películas similares que dieron cuenta con inteligencia, valentía y calidad estética de la descomposición social en la que estábamos inmersos merced a un gobierno corrupto, cínico y represor y un clero católico dogmático, retrógrado y extremista. En una escena impactante durante el linchamiento de los jóvenes, un individuo totalmente enajenado danza blandiendo un machete alrededor de los cuerpos caídos y repitiendo una y otra vez mecánicamente: “Cristianismo sí, comunismo no.” Esa escena por sí misma desnuda de manera incontrovertible la pobreza ideológica y estupidez de las creencias religiosas.

Jesús Magaña Estrada
06/09/21
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Pensadero Público
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