Es que ni el traje de Batman se salva. El cortometraje de Aaron Schoenke es como un desfile de ropa, bueno, de disfraces. Algo así como ver una sucesión de fotos de carnaval en cualquier ciudad.

Mil protagonistas aparecen en pantalla para que veamos lo bonitos que son sus trajes (dígase con ironía). Es como la parte final de un trailer que te anuncia los actores que van a salir en la película, solo que dura mucho más y es todo más cutre.

De legendario, poco.