Película llena de altibajos que cuenta con la bendita (irónicamente) mano de Uwe Boll en su producción y que ofrece un poco más de lo mismo dentro de un género pisoteado, maltratado y consumido hasta la última gota. Sencillamente, a estas alturas, es muy difícil que alguna película de estas características consiga dar un minimo miedo.

Quizá sabedores de esto, los responsables de este nuevo refrito han procurado introducir alguna que otra escena de susto más que inesperada, que hará botar a más de uno a pesar de sus ridículos efectos digitales (que por fortuna se ven solo en un golpe de vista y poco más), pero todo lo demás se mantiene como siempre, con un argumento clásico de fantasma atormenta familias, que incluye niño con una especial sensibilidad para estos fenómenos. Sorprendentemente e imposible de predecir (nuevamente ironía), el fantasma no dejará de hacer apariciones estelares hasta que se resuelva su muerte en la vida real, acción que realizará la telefílmica Jaime King para salvar la vida de su hijo.

La película no es ni mala ni buena, es tan solo una más, pero al menos consigue entretener y prescinde de fantasmas azules llenos de pelo por una vez, así como de uno de esos finales inexplicables (evidentemente motivado por ser de factura canadiense y no asiática). A pesar de ello, la película está absolutamente desaprovechada y eternamente repetida.