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Voto de Cinemagavia:
8
Drama Relata un periodo en la vida de Cayetana, una niña de ocho años que crece en el Perú de comienzos de los 80, cuando la violencia terrorista comenzaba a agitar al país. La historia transcurre según el punto de vista de esta niña inteligente, pero con una personalidad algo oscura y distorsionada. Hija de padres separados, Cayetana está sola y bajo el cuidado de sus empleados. Tras regresar de un largo viaje, su madre, Inés, le da una ... [+]
20 de mayo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La invisibilidad del dolor

En 2011 Rosario García-Montero realizó Las malas intenciones, un film íntimo que viene acompañado de un trasfondo psicosocial interesante. Para comenzar, el guion goza de una evolución exquisita, partiendo siempre desde una perspectiva infantil, pero dura. Además, el marco narrativo sitúa al espectador en una Lima asediada por el terrorismo de los años 80, por el grupo Sendero Luminoso. No obstante, la guionista ha sabido no darle mayor importancia de la que debe tener en escena, convirtiéndose únicamente en un símbolo del dolor. Asimismo, ese sufrir es un reflejo de las consecuencias de este período en la historia peruana. Junto con ello, se puede observar la fantasía de una niña, que con gran maestría, se describe en el relato como una víctima de la soledad y de la tristeza. Por lo cual, hay un estilo narrativo con un sello personal muy humano.

Es más, comparte con el público esa visceralidad que se traduce en un grito de atención, que permite que se resuelva narrativamente de una forma introspectiva y personal. Con ello, hay un amasijo bien elucubrado de los distintos personajes que intervienen en el film. Seria conveniente destacar la maestría de hacer personajes casi circunstanciales en piezas con profundidad y con una justificación emocional magnífica. Luego, la ambientación de los años 80 y las metáforas históricas que aparecen durante el relato, es un viaje hacia el pasado. Lleva a la audiencia realmente al Perú de aquellos años. Por lo tanto, no intenta hacerlo desde un prisma meramente histórico, sino que, incluso, da la sensación de haber sido escrita en aquellos años. De esta forma, consigue sumergirse en una nostalgia certera y sin perder el punto del cambio como línea principal.

*La inocencia elevada

Es innegable que Las malas intenciones gira en torno a la entonces pequeña Fátima Buntinx. Por un lado, sostiene a la perfección la gran carga emocional que se deposita en ella. Incluso, hay momentos en los que juega con esa ambigüedad ambivalente de la maldad y la bondad. Por lo cual, pese a su corta edad, demostró en pantalla una interpretación tan personal como sincera. Aún así, como es lógico, hay ciertas partes que le cuesta dominar de una manera más natural. Después, la otra miembro del reparto infantil, Kani Hart, tiene una luz realmente única, que ofrece un trabajo interpretativo lleno de sensibilidad. Además, aporta ese contraste más luminoso frente a la protagonista y ambas forman el ying y el yang actoral. Gracias a ello, se provoca una sinergia elegante y sensitiva.

Por otra parte, el elenco adulto, como se mencionó anteriormente, no tiene tanto peso durante el film, pero, pese a ello, ofrece unas interpretaciones muy enriquecedoras. En primer lugar, Katerina D’Onofrio es una pieza fundamental, controlando la energía y sabiendo expresar los silencios a través de un lenguaje más gráfico. Sumado a ello, se encuentra esa delicadeza con la que afronta la coreografía de las escenas. Luego, Paul Vega tiene ese influjo ciertamente externo, con unos toques desde dentro, que lo convierten en un perfecto acompañante. Es más, da ese destello calmo ante la vorágine de sentimientos que aparecen. Por otra parte, Jean-Paul Strauss es, tal vez, la pieza discordante. Sin embargo, lo utiliza a su favor al realizar un trabajo en sintonía al caos que quiere transmitir su personaje. No obstante, no sucede lo mismo con ciertos papeles de menor importancia, que, a veces, se ven algo encorsetados.

*Colores del pasado

Desde la primera secuencia se puede ver la estructura visual que va a predominar en Las malas intenciones. Primeramente, la paleta de colores elegida se maneja en una gama apagada de verdes, azules y ocres, lo que permite al espectador ubicarse en un film que emana del recuerdo. A ello se une una dirección artística exquisita, que sabe manejar los símbolos y construye los escenarios claves de esta fábula del cambio y la soledad. Luego, la dirección de fotografía brilla en los momentos de mayor detalle, sabe encuadrar la acción y el sentimiento, pero se pierde en secuencias donde se echa en falta una mayor contemplación. Aun así, el resultado sigue siendo atractivo. Y, además, combinando ambas, se hace un retrato distinto y sigue en consonancia con la intención de la película y su bagaje.

Por otra parte, el imaginario que se utiliza, bebe de la influencia de grandes figuras para la cultura peruana, e, incluso, la mundial. Gracias a estos puntos que nacen de la creatividad del personaje protagonista, hacen que haya una diferenciación artística en el film muy atrayente. Por lo cual, se establecen unos códigos estilísticos que elevan el resultado y hacen que el público navegue por esta fantasía. Asimismo, esta convergencia de imágenes llevan al film a un dinamismo visual en movimiento. Pese a ello, hay momentos en los que no se realiza una buena gestión de la energía y se ralentiza. Aunque haya algún aspecto mejorable, en su conjunto forma una composición relevante. Lleva a la audiencia ante este particular viaje al pasado, con sus luces y sombras con ese punto reflexivo muy importante.

*Conclusión

Las malas intenciones es una película que habla desde el sentimiento. Gracias a un guion lleno de emoción e introspección, se dibuja un retrato del cambio y la soledad. Junto a ello, se une el reflejo de una Lima de los años 80, invadido por un sentimiento de pérdida y continua guerra, entre otras cosas, por el terrorismo. Luego, a nivel actoral, Fátima Buntinx es la gran protagonista, con una interpretación muy madura y manejando perfectamente el peso de la cinta. Después, técnicamente, ofrece una propuesta llena de una nostalgia visual que combina con una visceralidad escénica, que seduce al espectador hasta el final. Una metamorfosis existencial que parte del silencio hasta el cambio imprescindible de la propia experiencia vital.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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