*Del Webtoon a la pantalla

El sonido de la magia nació de la imaginación de Ha Il-Kwon, un artista de manhwa (la versión coreana del manga) con el nombre de Annarasumanara. Il-Kwon estuvo a punto de llevar otra de sus obras a la gran pantalla, pero nunca llegó a ver la luz. Ahora, su webtoon (formato de historieta digital original de Corea del Sur) fantasioso y psicológico, llega por fin de la mano de Netflix.

El sonido de la magia consigue capturar la magia de las ilustraciones originales, creando un sueño visual hipnotizante. Los colores, el brillo, la saturación, los efectos especiales y el precioso set de rodaje construido expresamente para la serie, consiguen llevarte al mundo imaginativo del Mago. Hechizando tanto a los protagonistas como a los espectadores.

La historia es una crítica a la sociedad monótona y de un solo camino, que castiga a todo aquel que desea destacar o salirse de la norma. Es el muro con el que se topan muchos jóvenes hoy en día. Lidiando con adultos inmaduros que esperan mucho de ellos, a veces demasiado. La trama de cada personaje nos muestra una cruda realidad y nos plantea la siguiente cuestión: ¿Hasta qué edad se nos permite soñar?

*Géneros que se atropellan

Como amante de los musicales, me tenía emocionada y sorprendida descubrir que la serie era un musical, pero… ¿Han conseguido integrar el género? Es cierto que el primer capítulo ya empieza con un gran número, pero hay tanta escasez de canciones que me cuesta considerarlo como tal. La serie avanza la mayor parte del tiempo sin momentos musicales. Es por eso que, cuando por fin aparece una canción, queda un poco fuera de lugar.

No solo eso. El género musical afecta indirectamente al tono de El sonido de la magia. Es una sensación confusa, sobre todo en la primera mitad de la historia, donde los géneros parecen chocar y atropellarse unos a los otros. Pero, extrañamente, una vez sigue avanzando la trama, esa sensación parece funcionar con los sentimientos que desean expresar. Es cierto que la historia se podría haber contado igual de bien sin el componente musical, pero si hablamos de magia, ¿qué hay más mágico que la música?

El sonido de la magia, que puede parecer liviana y alegre, tiene un trasfondo bastante serio y toca temas peliagudos, creando una sensación angustiante que te mantiene enganchado a la pantalla. Emotiva y dramática, nos lleva de nuevo a la infancia, donde los protagonistas, aun sintiéndose lejos de ella, intentan recuperarla.

*¿Crees… en la magia?

Siempre ha existido una línea muy fina entre la realidad y la fantasía, al menos en la imaginación. El sonido de la magia lleva esa fina línea al extremo, acercando la trama de forma magistral hasta el límite de cada una, haciendo que cuestiones todo aquello que creías cierto desde el primer capítulo.

La magia de tener a alguien a nuestro lado y saber que esa persona cree en nosotros es, a veces, lo único que necesitamos para seguir adelante. Los protagonistas nos muestran el poder que esconde el apoyo, el apoyo verdadero, y todo lo que se puede lograr sabiendo que no estamos solos.

Puede que, para disfrutar de esta serie sin prejuzgar sus géneros, haya que adentrase en ella sin expectativas. El crecimiento de la trama y los misterios que esconde, los enredos frustrantes por los que pasan los protagonistas y las emociones fantásticas escondidas son algunas de las claves para que esta historia funcione. Pero, ¿cuál es la clave principal que convierte esta serie en un imaginario maravilloso? Saber mantener la magia viva hasta el final, incluso cuando todo parece una farsa.

*Conclusión

El sonido de la magia es un crescendo de emociones asfixiantes, llevándonos a un clímax inesperado, pero mágico. Con actores como Ji Chang-Wook en cabeza (actor estelar en Empress Ki) y un director ya aplaudido por su trabajo en la popular serie también basada en un webtoon “Itaewon Class”, se predecía una producción emotiva y visualmente espléndida. Y así ha sido. Creas o no en la magia, esta serie consigue que te des cuenta de lo importante que es soñar y encontrar la magia que mueve nuestras vidas.

Escrito por Gemma Rubio Massó