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Voto de Cinemagavia:
8
Drama Narra la historia de Lola Montes (1821-1861), cortesana y bailarina famosa en toda Europa. Nacida en Irlanda, Lola (Martine Carol) fue la amante de grandes hombres como el músico húngaro Franz Liszt o Luis I de Baviera. Ya en el ocaso de su carrera, trabajó en un circo de Nueva Orleáns, Luisiana, donde realizaba un número acrobático mientras un maestro de ceremonias (Peter Ustinov) narraba al público su escandalosa vida. (FILMAFFINITY)
31 de agosto de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Lola Montes, bailarina y cortesana

Lola Montes, personaje real cuyo verdadero nombre era Elisabeth Rossana Gilbert, fue una bailarina del siglo XIX que tuvo romances con personajes celebérrimos de su época. Entre sus amantes estuvieron el rey Luis I de Baviera o el compositor Franz Liszt. Su vida estuvo jalonada de escándalos, siendo parte de lo que hoy denominaríamos jet set. Irlandesa de nacimiento, se hizo pasar por española; su estilo de baile era marcadamente hispano, incluyendo fandangos, boleros… Su vida acabó en Estados Unidos donde vivió aún una serie de curiosos acontecimientos.

Ophüls decide contarnos la vida de Lola Montes desde un punto de vista original. La misma Lola (Martine Carol) participa en un espectáculo circense en EE.UU, en los años finales de su vida, que va narrando su propia biografía. El maestro de ceremonias del espectáculo es Peter Ustinov, quien además oficia de narrador mientra Lola se dedica a hacer números acrobáticos en la pista del circo. Varios flashbacks, correspondientes a diversos momentos de la vida de Lola Montes, se irán intercalando.

*Teatralidad y evocación

Lola Montes se puede dividir intuitivamente en dos tipos de narración que se van sucediendo e intercalando. Por un lado está la parte del número circense-acrobático y por otra los flashbacks con las peripecias tal como fueron. En ambos casos la forma de filmar es casi tan importante como lo que se cuenta. En cada segmento, la fotografía es exquisitamente colorida, lujosa y brillante. La dirección artística es de primer orden y Max Ophüls se afana en dejarlo patente; la profundidad de campo es grande y casi nunca acerca la cámara demasiado a los personajes, utilizando como mucho el plano medio y muy a menudo el plano general.

En la puesta en escena hay como un especie de horror vacui, toda la pantalla está llena de elementos más o menos ornamentales que dan una potente sensación de barroquismo. En el caso del espectáculo circense hay un juego de tramoyas, acróbatas y figurantes cada vez más complicado; la filmación, además, es dinámica y es profusa en travellings y movimientos diversos.

En la parte de los flashbacks todo está medido al detalle, todo el campo de la pantalla está lleno de algo, de figurantes u ornamentos; da igual si la secuencia se rueda en estudio o en escenarios naturales. Esta manera de filmar da la sensación de un deliberado alejamiento sentimental y de una preeminencia de la forma sobre el fondo. Sin embargo,no es así del todo.

*Placer, morbo y humillación

Ophüls ya había trata el tema del placer en una película anterior, llamada de hecho «El Placer (1952). Se trata del placer contrapuesto a formas radicalmente contrarias. Normalmente las relaciones de Lola Montes, ya sea con el inglés pretendiente de su madre, con Liszt o con el rey de Baviera, suelen tener un punto frívolo causa del placer, pero no finalizan del todo bien. El contraste final es el del placer con la humillación. Lola Montes termina convertida en un espectáculo de circo, se ha cosificado, se ha transformado en un objeto de morbo por parte del público.

En este asunto hay algo de contemporaneidad. Vivimos en una era en que no poca gente presta una atención desorbitada a la vida privada de personajes más famosos por sus lances amorosos que por alguna cualidad valiosa o interesante. Peter Ustinov dice claramente a Lola que a él no le interesa cómo baila, porque considera que no lo hace muy bien, sino que lo que le importa es su capacidad de arrastrar al público a causa de sus escándalos. Este juego de superficialidades se parece mucho a lo que sucede con la prensa rosa moderna. Quizá Ophüls quisiera hacer un estudio sobre la superficialidad, lo frívolo. Aunque no olvidemos que la Lola Montes, ya veterana, que se afana en los ejercicios acrobáticos desprende una genuina sensación de humillación.

*Actuaciones rodeadas de barroquismo

Los dos personajes principales, sin duda, son Lola Montes (Martine Carol) y el presentador del número circense (Peter Ustinov; su personaje no tiene nombre). Dadas las características de las película, es fácil que la atención se desvíe a las florituras técnicas o artísticas que a las actuaciones. Peter Ustinov es quien más se luce en el tramo del circo, aportando una adecuada dosis de teatralidad, fácil de conseguir por el actor británico (recordemos su papel de Nerón en «Quo Vadis»). En cierto modo, además, es lo más parecido a un villano que tiene la película.

Por otra parte Martine Carol,, en la parte de los flashbacks, tiene que lidiar con varias características de su personaje. A veces es frágil, otras veces temperamental y sensual. También tiene algo de superficial, y solo algunos de los finales de sus escarceos parece afectarla realmente. En la parte circense su personaje, como sucede con otros, es oscurecido por la pericia técnica de fotografía y movimientos de cámara. Sin embargo consigue transmitir una notable sensación de humillación al verse convertida en partícipe de un espectáculo lleno de morbo.

*Conclusión

Lola Montes es una auténtica reserva natural de virtuosismo y lenguaje cinematográfico, cuyo barroquismo a veces anula la posible carga sentimental de la historia. Ophüls no nos ofrece un drama de época al uso, sino que usa su singular sentido de la exquisitez para entregarnos una obra asombrosa que, a la postre, supuso su despedida del cine.

Escrito por Mariano González
Cinemagavia
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