Larga, pretensiosa pero atrapante. De la mano de actores con magnetismo y naturalidad actoral en el buen sentido la película se defiende de los vicios de la dirección. Gardel nos guía a lo largo de más de dos horas, en un lindo hallazgo de Francisco Fattoruzo.
El blanco y negro luce un recurso quizás innecesario que le da esa cosa pretensiosa a la obra. No es Bergman, no es Allen pero tampoco aburre por este lado.
Quizás además de sólidas actuaciones, en particular el querible Fausto, están un montón de ideas que derraman la historia. Definen y plantean en pocos trazos la cabeza de los millenials: están superados pero inseguros, familia o realización personal, compromiso o egoismo. Hoy pienso algo con convicción, mañana lo contrario sin hesitar.
Finalmente, tiene una cuota de originalidad y es amena, en nuestra querida Montevideo como locación, que hace que no hayamos perdido dos horas de nuestra vida. El director eso sí, puede y debe rendir más.