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Voto de davilochi:
9
6,8
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Drama
Ripu y Vuica son dos jóvenes estudiantes que celebran su graduación con una gran borrachera. Atacan al propietario del bar, rompen una ventana y se pelean. Unos días después vuelven al lugar de los hechos con un agente de policía, un juez, un profesor y un equipo de grabación. El juez ha decidido que en vez de ir a la cárcel, reconstruyan los hechos para la grabación de un documental contra el alcoholismo. (FILMAFFINITY)
18 de abril de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay razones de sobra para considerar a ésta si no la mejor una de las mejores películas rumanas de la historia. Basada en una novela de los años 50 de Horia Patrascu donde el propio autor plasmó el modo en que percibía el régimen comunista. Estamos ante un film que en su momento dio mucho que hablar, entre otras cosas por su claro contenido crítico hacia el régimen. Su historia es la de tantas joyas de la época (estoy pensando en "Ucho", en Checoslovaquia o, varios años después, "Interrogation", en Polonia): apareció en el año 1968, tres años después del ascenso al poder de Ceaucescu, en un momento de liberalización del régimen, muy influenciado por el "socialismo con rostro humano" que venía de Checoslovaquia, con la cual el Conducator mantenía excelentes relaciones. No obstante no había liberalización que pudiera soportar tamaña crítica, de modo que la cinta fue inmediatamente retirada de los cines y, al año siguiente, el prometedor Lucian Pintilie - que por entonces contaba con 35 años - obligado a trabajar fuera de Rumanía durante los siguientes veinte años. Su carrera fue prácticamente truncada, sin embargo fue capaz de recuperarse con una prolífica producción de títulos durante los años 90 y la primera década de este nuevo siglo.
Nos encontramos ante dos pequeños y jóvenes alborotadores, Vuica y Nicu, que tras un altercado en el que abrieron la cabeza del dueño de un chiringuito de una zona de recreo para los obreros del pueblo y destrozaron una de las barracas son obligados a filmar una película educativa sobre los efectos del alcohol en la juventud que será emitida en colegios y fábricas de obreros para prevenir el consumo, condición sine qua non - aunque ellos no lo saben en un principio - para que queden libres de todos los cargos que se les imputan.
La película empieza con una escena de cine dentro del cine en la que vemos a uno de los protagonistas, Vuica, obligado a repetir varias veces un plano en el que es golpeado por su amigo Nicu cayendo con su cara sobre el barro. Visto en retrospectiva el mismo inicio nos remite a la degradación experimentada por el ser humano bajo los regímenes comunistas, caracterizados por su invasivo ejercicio del poder que afectaría a la vida privada de los individuos y a las relaciones sociales. Lucian Pintilie recordaba en el año 2004 el motivo concreto que le llevó a realizar una película como ésta: por aquel entonces fue informado de que un actor amigo suyo, homosexual no reconocido públicamente (algo imposible), fue acusado de romper la Ley Rumana de Sodomía, siendo forzado para evitar la condena a prisión a mantener relaciones sexuales con su esposa mientras los investigadores observaban la escena.
Nos encontramos ante dos pequeños y jóvenes alborotadores, Vuica y Nicu, que tras un altercado en el que abrieron la cabeza del dueño de un chiringuito de una zona de recreo para los obreros del pueblo y destrozaron una de las barracas son obligados a filmar una película educativa sobre los efectos del alcohol en la juventud que será emitida en colegios y fábricas de obreros para prevenir el consumo, condición sine qua non - aunque ellos no lo saben en un principio - para que queden libres de todos los cargos que se les imputan.
La película empieza con una escena de cine dentro del cine en la que vemos a uno de los protagonistas, Vuica, obligado a repetir varias veces un plano en el que es golpeado por su amigo Nicu cayendo con su cara sobre el barro. Visto en retrospectiva el mismo inicio nos remite a la degradación experimentada por el ser humano bajo los regímenes comunistas, caracterizados por su invasivo ejercicio del poder que afectaría a la vida privada de los individuos y a las relaciones sociales. Lucian Pintilie recordaba en el año 2004 el motivo concreto que le llevó a realizar una película como ésta: por aquel entonces fue informado de que un actor amigo suyo, homosexual no reconocido públicamente (algo imposible), fue acusado de romper la Ley Rumana de Sodomía, siendo forzado para evitar la condena a prisión a mantener relaciones sexuales con su esposa mientras los investigadores observaban la escena.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Con esta confesión del propio director es más fácil interpretar los contenidos de la película. De hecho, en un principio el fiscal vestido en su flamante traje blanco debía ser un oficial de la Securitate, pero la organización apeló al Conducator para evitar salir en el film. Pintilie pretendía explorar el uso de la tortura y los interrogatorios incesantes llevados a cabo por la institución para forzar confesiones o reconstruir los hechos, lo cual, según el director, no era más que una manera de desvirtuar la propia realidad (sirvan como ejemplo los juicios farsa montados en todo el bloque soviético o la propia URSS donde las confesiones eran extraidas bajo coacción y tortura), dando lugar a una acorde con los intereses del régimen. Para muchos críticos contemporáneos como Cristian Tudor Popescu el film mostró la base misma sobre la que descansaba el socialismo real montado en Rumanía.
Lo más sorprendente, y lo que más debió noquear a las autoridades - por lo degradante, es que una disputa entre borrachos fuera empleada como un modo de reflejar la realidad existente bajo el régimen comunista. De hecho salta a la vista que bajo la acción del fiscal y los milicianos tanto Nicu como Vuica son incapaces de llevar a buen término la reconstrucción en los términos deseables, una muestra de que bajo el estrecho y exigente corsé impuesto a la sociedad bajo el régimen es imposible que el ser humano pueda expresarse de forma natural y, por supuesto, libre. Todo es un inmenso circo, una ambiciosa obra de teatro - si se quiere - perfectamente planificada y orquestada para responder a los designios del director: el Estado-Partido todopoderosos. Sin embargo las alusiones a ambos son veladas, nunca directas.
Hay muchos detalles interesantes, siendo uno de ellos el sonido de fondo constante de un partido de fútbol que podría equipararse a la del coro de la tragedia griega o al ruido silenciador de las masas aclamando al dictador, la connivencia o complicidad de la sociedad que pone fachada a una situación que de puertas para dentro dista mucho de esas muestras de euforia colectiva. El final quizás sea lo más significativo de toda la película, una guinda perfecta a una obra genial: cuando Vuica camina a contracorriente de los habitantes del pueblo que al final han acabado contemplando todo el rodaje - paradigma del que no acata lo políticamente correcto - que empiezan a censurarlo por su afición al alcohol, lo cual sería equivalente a la sociedad que se autocensura a sí misma y que contempla la injusticia sin alzar la voz contra ésta, convirtiéndose en cómplice del régimen.
Lo más sorprendente, y lo que más debió noquear a las autoridades - por lo degradante, es que una disputa entre borrachos fuera empleada como un modo de reflejar la realidad existente bajo el régimen comunista. De hecho salta a la vista que bajo la acción del fiscal y los milicianos tanto Nicu como Vuica son incapaces de llevar a buen término la reconstrucción en los términos deseables, una muestra de que bajo el estrecho y exigente corsé impuesto a la sociedad bajo el régimen es imposible que el ser humano pueda expresarse de forma natural y, por supuesto, libre. Todo es un inmenso circo, una ambiciosa obra de teatro - si se quiere - perfectamente planificada y orquestada para responder a los designios del director: el Estado-Partido todopoderosos. Sin embargo las alusiones a ambos son veladas, nunca directas.
Hay muchos detalles interesantes, siendo uno de ellos el sonido de fondo constante de un partido de fútbol que podría equipararse a la del coro de la tragedia griega o al ruido silenciador de las masas aclamando al dictador, la connivencia o complicidad de la sociedad que pone fachada a una situación que de puertas para dentro dista mucho de esas muestras de euforia colectiva. El final quizás sea lo más significativo de toda la película, una guinda perfecta a una obra genial: cuando Vuica camina a contracorriente de los habitantes del pueblo que al final han acabado contemplando todo el rodaje - paradigma del que no acata lo políticamente correcto - que empiezan a censurarlo por su afición al alcohol, lo cual sería equivalente a la sociedad que se autocensura a sí misma y que contempla la injusticia sin alzar la voz contra ésta, convirtiéndose en cómplice del régimen.