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Voto de davilochi:
9
7,2
415
Drama. Romance. Comedia
Italia, años 30. Un desconocido llega a un burdel romano. Salomé, prostituta y anarquista, lo presenta como su primo Antonio Soffiantini, comúnmente llamado Tunin. En realidad, es un campesino que ha llegado a Roma para matar a Benito Mussolini, pero su actitud política nunca es definida claramente. Además, no parece identificarse con esas opiniones revolucionarias feroces con las que Salomé se presenta. En la atmósfera libre del ... [+]
25 de febrero de 2011
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos países han afrontado de un modo tan brillante y atrevido como Italia a través del cine su pasado más traumático, basten como ejemplos el inigualable Bertolucci en su "La estrategia de la araña", "Novecento" o, también, "El conformista"; de igual modo podemos recordar la obra de Pier Paolo Pasolini. Los sucesos de finales de los años 60 en Italia, que pasarían a la historia - como en toda Europa - bajo el sello del 68, año turbulento donde los hayan, posibilitaron una revisitación de la historia reciente del país. La rebelde Lina Wertmüller, bebiendo de este clima de ebullición socio-política se adentró en la Italia de los años 30 para ofrecernos un hermoso retrato de su sociedad en un momento de aparente estabilidad y paz social surgida al amparo del fascismo. Nada más lejos de la realidad. Estamos ante una película que va cobrando intensidad conforme avanza y, de algún modo, va quitando un velo tras otro de forma sutil, dejando al descubierto la más cruda realidad; de esta manera, al tiempo que avancemos en el visionado iremos encajando las piezas para acabar contemplando una obra auténtica maestra: uno de los mayores esperpentos creados en la historia del cine, digno del mejor Valle-Inclán.
No hay lugar a dudas de que son las fantásticas actuaciones de sus actores y actrices las que elevan esta pieza a un nivel tan alto, difícilmente accesible para la mayor parte de los creadores de cine. A destacar, obviamente, Giancarlo Giannini en el papel protagonista con un más que merecido premio en Cannes. Éste, encarnando a un campesino picado de viruela con el corazón roto por la contemplación de la injusticia nos brinda la que puede que sea una de las mejores actuaciones de la historia del cine, sin ánimo de exagerar. Qué decir de la fascinante Mariangela Melato, con su camaleónico rostro, más logrado aún si cabe bajo esa máscara blanca dispuesta por un fantástico maquillaje. Sorprende la amplitud de miras de esta joven prostituta bolognesa y, a la vez, convence. Su belleza, en ocasiones de otro mundo, embelesa y asusta a partes iguales. Sería injusto olvidarse de Eros Pagni, en el papel de jefe de la seguridad de "il Duce". Sin éste último, paradigma del fascismo en el film, la gran obra de Lina Wertmüller nunca habría sido posible, de modo que me atrevo a decir que es una pieza básica en la comprensión de la película, de las mismas intenciones de la directora.
El año 1973 no parece tan lejano a los sucesos que narra la película, pero había pasado mucha agua bajo los puentes del Tíber, de modo que hay que destacar la fantástica ambientación apoyada en la brillantísima fotografía de Rotunno. Varios momentos son una pura delicia: la hora punta en el prostíbulo y el pase de modelos que Tripolina dedica al protagonista, encuadrado en esa silla, empujado a la Historia por sorpresa. Ante todo la película de Lina Wertmüller lleva a cabo una revisión del papel tradicional del héroe en la línea marcada por Borges en relatos como "El muerto".
No hay lugar a dudas de que son las fantásticas actuaciones de sus actores y actrices las que elevan esta pieza a un nivel tan alto, difícilmente accesible para la mayor parte de los creadores de cine. A destacar, obviamente, Giancarlo Giannini en el papel protagonista con un más que merecido premio en Cannes. Éste, encarnando a un campesino picado de viruela con el corazón roto por la contemplación de la injusticia nos brinda la que puede que sea una de las mejores actuaciones de la historia del cine, sin ánimo de exagerar. Qué decir de la fascinante Mariangela Melato, con su camaleónico rostro, más logrado aún si cabe bajo esa máscara blanca dispuesta por un fantástico maquillaje. Sorprende la amplitud de miras de esta joven prostituta bolognesa y, a la vez, convence. Su belleza, en ocasiones de otro mundo, embelesa y asusta a partes iguales. Sería injusto olvidarse de Eros Pagni, en el papel de jefe de la seguridad de "il Duce". Sin éste último, paradigma del fascismo en el film, la gran obra de Lina Wertmüller nunca habría sido posible, de modo que me atrevo a decir que es una pieza básica en la comprensión de la película, de las mismas intenciones de la directora.
El año 1973 no parece tan lejano a los sucesos que narra la película, pero había pasado mucha agua bajo los puentes del Tíber, de modo que hay que destacar la fantástica ambientación apoyada en la brillantísima fotografía de Rotunno. Varios momentos son una pura delicia: la hora punta en el prostíbulo y el pase de modelos que Tripolina dedica al protagonista, encuadrado en esa silla, empujado a la Historia por sorpresa. Ante todo la película de Lina Wertmüller lleva a cabo una revisión del papel tradicional del héroe en la línea marcada por Borges en relatos como "El muerto".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Tonino, un pobre campesino, se ve a sí mismo ante la necesidad de asumir el papel del héroe revolucionario al contemplar la injusticia en un hecho concreto que sirve como toma de conciencia respecto a la situación de opresión en que él y sus compatriotas viven. Al igual que Borges, Wertmüller, mujer de vasta cultura, pondrá en discusión el determinismo del héroe. En principio nos plantea una paradoja imposible - que de hecho fue una realidad más o menos corriente en aquellos años turbulentos: un joven e inculto campesino que apenas conoce nada fuera de su comunidad del centro de Italia se ve empujado a jugar un papel en la historia ante la muerte de un amigo suyo anarquista. De este modo tendrá que marchar a París para llevar a la célula anarquista italiana allí exiliada unas informaciones de gran relevancia. Allí asumirá la misión de su amigo asesinado por el régimen fascista: acabar con Mussolini, para lo cual volverá a la capital de Italia, en Roma.
Wertmüller lleva a cabo una deformación grotesca de la realidad de la sociedad italiana de los años 30 encarnada en el propio Antonio Soffiantini. Lo que al principio parece un silencio solemne propio de alguien que se enfrenta con determinación y sin dudas a su destino - morir matando - acaba descubriéndose como indefensión ante una responsabilidad que se le ha venido encima sin desearla, sin estar concienciado para aceptarla con la firmeza necesaria. Siguiendo a Erich María Remarque en el protagonista observamos esa mirada que grita y chilla, donde la vida se concentra en un esfuerzo extraordinario por escapar de ella, ese horror atroz frente al destino histórico. Esa mirada mítica de Giannini es la mirada del hombre que no comprendé el por qué del absurdo que acontece a su alrededor. Frente a él, cumpliendo el papel de dignificador de las prostitutas - estableciendo un paralelismo claro con la vida de Cristo, en lo que perfectamente podría ser una parodia más trágica que cómica de ésta - se encuentra Spalotteli, el prototipo del "hombre nuevo fascista, modelo de una especie superior grandiosa en el combate y fermento de la nueva civilización que el Duce quiere construir", como diría Enzo Traverso. El jefe de la seguridad personal de il Duce pone de manifiesto el culto a la personalidad del hombre providencial y se pone al amparo de éste despreciando al pueblo frente al hombre que lo encarna.
El final: impresionante. Antonio Soffiantini se convierte en la expresión de un pueblo italiano desesperado por la opresión brutal que se ha impuesto sobre éste, una represión fría y calculadora que mide a la perfección las dosis con que es aplicada y el modo en que se da a conocer. De ahí que, en un arranque de dignidad, se inmole inútilmente frente a una cuadrilla de carabineri, tras haber fracasado su misión debido a la piedad de Tripolina, su enamorada y Salomé. Su detención será presidida por la connivencia de una sociedad paralizada por el miedo y que observa la represión como un hecho cotidiano.
Wertmüller lleva a cabo una deformación grotesca de la realidad de la sociedad italiana de los años 30 encarnada en el propio Antonio Soffiantini. Lo que al principio parece un silencio solemne propio de alguien que se enfrenta con determinación y sin dudas a su destino - morir matando - acaba descubriéndose como indefensión ante una responsabilidad que se le ha venido encima sin desearla, sin estar concienciado para aceptarla con la firmeza necesaria. Siguiendo a Erich María Remarque en el protagonista observamos esa mirada que grita y chilla, donde la vida se concentra en un esfuerzo extraordinario por escapar de ella, ese horror atroz frente al destino histórico. Esa mirada mítica de Giannini es la mirada del hombre que no comprendé el por qué del absurdo que acontece a su alrededor. Frente a él, cumpliendo el papel de dignificador de las prostitutas - estableciendo un paralelismo claro con la vida de Cristo, en lo que perfectamente podría ser una parodia más trágica que cómica de ésta - se encuentra Spalotteli, el prototipo del "hombre nuevo fascista, modelo de una especie superior grandiosa en el combate y fermento de la nueva civilización que el Duce quiere construir", como diría Enzo Traverso. El jefe de la seguridad personal de il Duce pone de manifiesto el culto a la personalidad del hombre providencial y se pone al amparo de éste despreciando al pueblo frente al hombre que lo encarna.
El final: impresionante. Antonio Soffiantini se convierte en la expresión de un pueblo italiano desesperado por la opresión brutal que se ha impuesto sobre éste, una represión fría y calculadora que mide a la perfección las dosis con que es aplicada y el modo en que se da a conocer. De ahí que, en un arranque de dignidad, se inmole inútilmente frente a una cuadrilla de carabineri, tras haber fracasado su misión debido a la piedad de Tripolina, su enamorada y Salomé. Su detención será presidida por la connivencia de una sociedad paralizada por el miedo y que observa la represión como un hecho cotidiano.