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Voto de davilochi:
8
17 de agosto de 2011
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin lugar a dudas estamos ante una de las obras más arriesgadas de Miklós Jancsó, especialmente por el hecho de que debido a la apuesta estilística (muy propia de finales de los 60, tal y como muy bien destaca Rath en su crítica) puede llegar a resultar hermética y, de este modo, desviar al espectador de la idea fundamental que el film pretende transmitir. No dejan de sorprender estas dificultades para conectar con la película en ciertos momentos, básicamente porque sus dos films posteriores (realizados en años sucesivos) se caracterizan por la efectiva de su discurso narrativo. No obstante es imposible no percatarse de la maestría desbordante de Jancsó con las cámaras (hasta el punto de ser una clara referencia para su compatriota y, en cierto modo, sucesor Bela Tarr), predominando el empleo de largas tomas perfectamente ensayadas y puntos de vista con ángulos muy amplios; todo ello para mostrar la nimiedad del ser humano frente al mundo que habita y para, de algún modo, reflejar el interior de los hombres, encarnado de forma alegórica por esas vastas llanuras húngaras donde se encuentra la cárcel. Precisamente ahí radica uno de los mensajes fundamentales del film, que trata de destacar la contradicción inherente a la existencia humana: ¿a dónde puede escapar un hombre cuando en realidad es prisionero de sí mismo? No es casual la presencia de esa prisión en mitad de ese desierto desolador, aunque en realidad contenga una paradoja en sí misma: el hombre puede escapar por momentos a las barreras físicas que se le imponen a lo largo de su vida, sean políticas, económicas o sociales -y a pesar de todo es muy difícil, de hecho el film no es muy optimista en este sentido-, pero tarde o temprano se acaba encontrando con el laberinto de su propia mente. Esto salta a la vista a lo largo del film.
Una vez más Jancsó lleva a cabo una anatomía de la violencia política y, en consecuencia, de los mecanismos por los que se rige. En esta ocasión se remonta a un momento muy particular de la historia húngara, momento que, sin lugar a dudas y dado el momento en que el film sale a la luz, ofrece una lectura claramente presentista que no puede ni debe ser olvidada, por que al fin y al cabo está claro que hubo de ser la motivación última del director para sacar adelante una obra como ésta. Los episodios de 1956, sin ir más lejos, fueron un intento por crear lo que se llamó "socialismo con rostro humano", lo cual puso en riesgo el orden establecido bajo el régimen comunista, desembocando en una invasión y el posterior baño de sangre de la represión. Los paralelismos saltan a la vista y, todo sea dicho, el film causó un impacto tremendo, ya que fue visto por más de un millón de personas en un país que por entonces rondaba los diez.
Las imágenes iniciales son claves para entender el contenido de la película, por ello hay que analizarlas con cierto detenimiento o, al menos, reparar en ellas.
Una vez más Jancsó lleva a cabo una anatomía de la violencia política y, en consecuencia, de los mecanismos por los que se rige. En esta ocasión se remonta a un momento muy particular de la historia húngara, momento que, sin lugar a dudas y dado el momento en que el film sale a la luz, ofrece una lectura claramente presentista que no puede ni debe ser olvidada, por que al fin y al cabo está claro que hubo de ser la motivación última del director para sacar adelante una obra como ésta. Los episodios de 1956, sin ir más lejos, fueron un intento por crear lo que se llamó "socialismo con rostro humano", lo cual puso en riesgo el orden establecido bajo el régimen comunista, desembocando en una invasión y el posterior baño de sangre de la represión. Los paralelismos saltan a la vista y, todo sea dicho, el film causó un impacto tremendo, ya que fue visto por más de un millón de personas en un país que por entonces rondaba los diez.
Las imágenes iniciales son claves para entender el contenido de la película, por ello hay que analizarlas con cierto detenimiento o, al menos, reparar en ellas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En primer lugar se nos presenta un catálogo completo de imágenes totalmente relacionadas con el ámbito de lo castrense, para pasar a continuación a los milagros de la revolución industrial, el renacimiento económico y cultural de Budapest, con la prosperidad general del comercio. Mientras el director narra de forma sucinta los acontecimientos ocurridos entre 1848 y 1867-69 enlaza, a su vez, con dibujos que muestran diferentes cuestiones relacionadas con la miseria de la vida campesina (azadas, molinos manuales, arados romanos, etc.). Por último y sin solución de continuidad el director muestra toda una serie de aparatos de tortura e instrumentos propios de una prisión. La idea de Miklós Jancsó aparece muy clara desde el principio y parte del más puro análisis materialista, es decir, marxista: ¿sobre qué se sustenta todo ese florecimiento de la industria, el comercio y la cultura? Sobre la miseria de los campesinos; ¿cómo se evita que éstos se solivianten? arrancando la potencial subversión hasta la raíz con "métodos poco selectivos", es decir, instaurando el terror, demostrando que cualquiera puede ser el siguiente; ¿quién se encarga de ello? el estamento militar y las fuerzas policiales, conformando uno de los pilares fundamentales del imperio austro-húngaro. "El poder público no tiene compasión". No deja de ser parte de una refinada ironía que el director empleara el análisis marxista para realizar una crítica contra el régimen comunista de su país.
Está muy cercano el decisivo año 1867, momento crucial como pocos en la historia de Hungría que daría lugar al Ausgleich ("reconciliación") que no supuso otra cosa que la creación de una monarquía dual austro-húngara, una monarquía confederal. Ese es el año en que el liberalismo completa su camino en el país centroeuropeo (al igual que en España ocurre con la Restauración desde 1875), éste ya no precisa de esas masas que lo han elevado al poder, es más, dichas masas se convierten en un ente oscuro cada vez más amenazador debido a sus proclamas emancipadoras que ponen en peligro el statu quo. Esto queda claramente reflejado en el acto de encarcelarlas y someterlas a vejaciones de forma constante e indiscriminada. Efectivamente, la revolución de 1848 es vaciada de contenido, sus héroes perseguidos y denostados, convertidos en criminales, desde Kossuth (hoy celebrado como héroe en Hungría y poseedor de una tumba descomunal en el cementerio de Budapest) hasta Sándor Petofi (hoy poeta nacional húngaro por excelencia), pasando por tantos otros héroes anónimos. Hoy en día todos éstos han sido también desposeidos, vaciados, anacronizados y manipulados hasta el punto de que es seguro que ninguno se reconocería en la mayor parte de las cosas que se dicen de ellos, pero esto forma parte de la historia, es más, es lo que da forma a la historia. Una forma de violencia más.
Está muy cercano el decisivo año 1867, momento crucial como pocos en la historia de Hungría que daría lugar al Ausgleich ("reconciliación") que no supuso otra cosa que la creación de una monarquía dual austro-húngara, una monarquía confederal. Ese es el año en que el liberalismo completa su camino en el país centroeuropeo (al igual que en España ocurre con la Restauración desde 1875), éste ya no precisa de esas masas que lo han elevado al poder, es más, dichas masas se convierten en un ente oscuro cada vez más amenazador debido a sus proclamas emancipadoras que ponen en peligro el statu quo. Esto queda claramente reflejado en el acto de encarcelarlas y someterlas a vejaciones de forma constante e indiscriminada. Efectivamente, la revolución de 1848 es vaciada de contenido, sus héroes perseguidos y denostados, convertidos en criminales, desde Kossuth (hoy celebrado como héroe en Hungría y poseedor de una tumba descomunal en el cementerio de Budapest) hasta Sándor Petofi (hoy poeta nacional húngaro por excelencia), pasando por tantos otros héroes anónimos. Hoy en día todos éstos han sido también desposeidos, vaciados, anacronizados y manipulados hasta el punto de que es seguro que ninguno se reconocería en la mayor parte de las cosas que se dicen de ellos, pero esto forma parte de la historia, es más, es lo que da forma a la historia. Una forma de violencia más.