Qué gratificante es empezar a ver una película de la que no tienes ni idea ni del argumento, ni del director, ni de los actores... (sólo un par de recomendaciones y un rato libre), y que ésta resulte al final un aprovechamiento del tiempo perfecto.

Básicamente es una historia de amor, y es cierto que eso, en principio, pueda echar para atrás a alguno que otro, pero es que se trata de la, probablemente, historia de amor más original con la que me he encontrado en los últimos años. Conforme la película avanza y uno descubre el ingrediente fundamental de ciencia ficción que tiene, te atrapa y no te suelta hasta los títulos de crédito.

Por eso lo mejor es recomendarla sin más, y no avanzar ningún detalle del argumento, ni siquiera en spoiler.

En la cuestión de las formas, es el inconfundible estilo coreano que últimamente tan buenos frutos está dando, tanto en la bellísima fotografía, como en la música, como en esa peculiar manera de contarnos las historias -intencionadamente caótica, pero tremendamente inteligente-, con pequeños flash-backs muy acertados, y ese ritmo suave de la cámara y del transcurrir de la línea argumental. En el caso de este film no podría ser de otra manera, evidentemente.

Tierna sobremanera... y deliciosa. Vean Il Mare.