Death Valley es una de esas series que debes ponerte cuando llegas a casa del trabajo, alguien te ha incordiado durante todo el día, y necesitas desesperadamente vaciar el coco.

Los zombis molan, está sociológica y económicamente demostrado: son versátiles (encajan en cualquier argumento), están de moda, y son relativamente baratos; no obstante, corren el peligro de ser explotados y exprimidos hasta el extremo. De seguro que llegará, más pronto que tarde, un subproducto que por su banalidad y falta de calidad nos hará aborrecerlos para siempre, sin embargo no es el caso.

Death Valley mezcla en una comedia, tan absurda como adictiva, algunas de las perspectivas que a mí más me han interesado de los muertos vivientes, no se trata de una recopilación de tópicos del terror al estilo Scary Movie, por el contrario, es capaz de generar una atmósfera propia desde el primer capítulo con un argumento que resulta de lo más entretenido. Todo esto en 20 minutos, sin renunciar a dotar a sus personajes de un trasfondo suficiente como para no considerarlos en absoluto lineales.

Para no extenderme innecesariamente concluyo así: una comedia muy dinámica, con una realización que en algunos momentos coquetea elegante con la serie B, con diálogos absurdos pero muy divertidos y con un argumento que (aunque no lo necesita para cumplir su función) puede dar mucho más de sí.