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Voto de Echanove:
6
4,8
77
Terror. Fantástico. Aventuras. Intriga
Tres aventureros llevan décadas buscando un tesoro escondido en una cueva de Grecia, pero sólo tienen la mitad del mapa que indica el escondite. Cuando, por fin, encuentran la otra mitad, creen que el tesoro ya está al alcance de su mano. (FILMAFFINITY)
3 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película bastante singular tanto en la filmografía de Nieves Conde como en el cine español en su conjunto, y que pese contar aún con muy pocas críticas aquí, no hay más que bucear un poco en la red para constatar la cantidad de referencias que hay a ella tanto dentro como fuera de España.
En mi opinión no es, desde luego, tan infame como pretenden muchas críticas de fuera, ya que pese a sus lagunas de guión, sus puntuales carencias de lógica interna y la cutrez de los efectos especiales tiene también más de una virtud: no le falta ritmo en ningún momento, cuenta con un reparto de lujo y un equipo técnico de altura que hacen muy bien su labor, y termina ofreciendo una atmósfera de angustia y desasosiego bastante sugerente.
Los diálogos no son tampoco nada malos y aunque parezcan intrascendentes contienen, entre otros detalles, una serie de referencias a la Segunda Guerra Mundial, en la que varios protagonistas habrían participado, que podrían ser interpretadas como referencias crípticas a nuestra guerra civil (y de la que pudo ser campo de batalla el paraje de La Cabrera, en la sierra madrileña, en que se filmaron los exteriores), aparte de alusiones al desarrollismo de los sesenta (el deseo del personaje interpretado por Arturo Fernández de poner un negocio de hostelería en Atenas y comprar un coche nuevo, pese a lo que valora el que ya posee por el trabajo que le costó adquirirlo), o al peligro nuclear (la crisis de los misiles cubanos andaba muy reciente).
Por no hablar de la lectura que alguien incluso se ha aventurado a hacer (*) del refugio en la casa como metáfora del búnker franquista, y del temor de los arqueólogos a salir al exterior y enfrentarse con la amenaza desconocida y proveniente del pasado, aunque eso sea necesario para acceder al tesoro ( o sea, a la prosperidad económica), como una metáfora de la apertura ensayada por el régimen de Franco en aquel entonces al abrirse al exterior y de su temor a que ello propiciara la vuelta del comunismo y los demonios familiares del pasado.
Algo que puede ser buscarle tres pies al gato, pero que teniendo en cuenta el momento político en que se hizo la peli, su propio origen y el contexto del cine español de la época, no deja de tener cierto sentido y puede permitirnos disfrutar más de su visionado.
Y es que, según contó el propio Nieves Conde, el filme nació de la necesidad de reinvertir cierta calderilla sobrante (unos tres milloncejos de pesetas de enonces) del presupuesto de "La Batalla de las Ardenas" (Ken Annakin, 1965), espectacular y archiconocido filme bélico rodado en la Sierra de Guadarrama y en Balsaín (Segovia) también por aquellas fechas. Era la época de la apertura al exterior del cine español, de las coproducciones con otros países europeos, pero también a veces con Estados Unidos, tras los acuerdos militares con dicho país. De la instalación de una sucursal de Hollywood en España a través de Samuel Bronston (en cuyos estudios se rodó parte de la película que nos ocupa, como todo lo de la cueva), y de tantos paisajes ibéricos convertidos en gigantescos platós naturales.
Y la película trata de adscribirse claramente al subgenero de las 'monster movies' de serie B, a mitad de camino entre la ciencia ficción y el fantástico, que en los años 50 produjeron compañías como la American Internacional Pictures (AIP) de Roger Corman. Con la diferencia y el acierto de que al ser el monstruo invisible, se podían suplir las carencias de los efectos especiales haciendo de la necesidad virtud al convertir esa amenaza indeterminada en algo mucho más inquietante que aquellos estrambóticos monstruitos de cartón o de goma que vistos hoy dan risa.
Y a ese nivel, el filme funciona, pese a ciertas cutreces (las hachas clavadas en el aire, lo de la harina) e incoherencias (Bódalo mejora o empeora de sus heridas de modo algo arbitrario y se levanta y se sienta, según le da; hay estropicio del monstruo en la cocina, Arturo Fernández lo ve y se queda tan fresco; los protagonistas unas veces se asustan al percibir al monstruo y otras no).
O pese a que haya a elipsis que no te enteras de que han existido hasta que un personaje habla de "lo que pasó hace tres meses". O pese a secuencias tan raras como la de Lola Gaos preparando café, que luego termina como termina, pero que tiene unos prolegómenos bastante absurdos y en dónde uno no entiende bien ni qué hace Lola Gaos ni qué pinta el café....
(aunque tampoco revelo gran cosa, sigo en Zona spoiler, después de la cita del asterisco, que creo es de justicia realizar)
--
(*) Una interpretación como esa es la que hace Rubén Iglesias Flores, además de analizar a fondo la película, en un artículo en el número 16 de la Revista Fotocinema con la siguiente referencia en la red: https://revistas.uma.es/index.php/fotocinema/article/view/4098/3815
En mi opinión no es, desde luego, tan infame como pretenden muchas críticas de fuera, ya que pese a sus lagunas de guión, sus puntuales carencias de lógica interna y la cutrez de los efectos especiales tiene también más de una virtud: no le falta ritmo en ningún momento, cuenta con un reparto de lujo y un equipo técnico de altura que hacen muy bien su labor, y termina ofreciendo una atmósfera de angustia y desasosiego bastante sugerente.
Los diálogos no son tampoco nada malos y aunque parezcan intrascendentes contienen, entre otros detalles, una serie de referencias a la Segunda Guerra Mundial, en la que varios protagonistas habrían participado, que podrían ser interpretadas como referencias crípticas a nuestra guerra civil (y de la que pudo ser campo de batalla el paraje de La Cabrera, en la sierra madrileña, en que se filmaron los exteriores), aparte de alusiones al desarrollismo de los sesenta (el deseo del personaje interpretado por Arturo Fernández de poner un negocio de hostelería en Atenas y comprar un coche nuevo, pese a lo que valora el que ya posee por el trabajo que le costó adquirirlo), o al peligro nuclear (la crisis de los misiles cubanos andaba muy reciente).
Por no hablar de la lectura que alguien incluso se ha aventurado a hacer (*) del refugio en la casa como metáfora del búnker franquista, y del temor de los arqueólogos a salir al exterior y enfrentarse con la amenaza desconocida y proveniente del pasado, aunque eso sea necesario para acceder al tesoro ( o sea, a la prosperidad económica), como una metáfora de la apertura ensayada por el régimen de Franco en aquel entonces al abrirse al exterior y de su temor a que ello propiciara la vuelta del comunismo y los demonios familiares del pasado.
Algo que puede ser buscarle tres pies al gato, pero que teniendo en cuenta el momento político en que se hizo la peli, su propio origen y el contexto del cine español de la época, no deja de tener cierto sentido y puede permitirnos disfrutar más de su visionado.
Y es que, según contó el propio Nieves Conde, el filme nació de la necesidad de reinvertir cierta calderilla sobrante (unos tres milloncejos de pesetas de enonces) del presupuesto de "La Batalla de las Ardenas" (Ken Annakin, 1965), espectacular y archiconocido filme bélico rodado en la Sierra de Guadarrama y en Balsaín (Segovia) también por aquellas fechas. Era la época de la apertura al exterior del cine español, de las coproducciones con otros países europeos, pero también a veces con Estados Unidos, tras los acuerdos militares con dicho país. De la instalación de una sucursal de Hollywood en España a través de Samuel Bronston (en cuyos estudios se rodó parte de la película que nos ocupa, como todo lo de la cueva), y de tantos paisajes ibéricos convertidos en gigantescos platós naturales.
Y la película trata de adscribirse claramente al subgenero de las 'monster movies' de serie B, a mitad de camino entre la ciencia ficción y el fantástico, que en los años 50 produjeron compañías como la American Internacional Pictures (AIP) de Roger Corman. Con la diferencia y el acierto de que al ser el monstruo invisible, se podían suplir las carencias de los efectos especiales haciendo de la necesidad virtud al convertir esa amenaza indeterminada en algo mucho más inquietante que aquellos estrambóticos monstruitos de cartón o de goma que vistos hoy dan risa.
Y a ese nivel, el filme funciona, pese a ciertas cutreces (las hachas clavadas en el aire, lo de la harina) e incoherencias (Bódalo mejora o empeora de sus heridas de modo algo arbitrario y se levanta y se sienta, según le da; hay estropicio del monstruo en la cocina, Arturo Fernández lo ve y se queda tan fresco; los protagonistas unas veces se asustan al percibir al monstruo y otras no).
O pese a que haya a elipsis que no te enteras de que han existido hasta que un personaje habla de "lo que pasó hace tres meses". O pese a secuencias tan raras como la de Lola Gaos preparando café, que luego termina como termina, pero que tiene unos prolegómenos bastante absurdos y en dónde uno no entiende bien ni qué hace Lola Gaos ni qué pinta el café....
(aunque tampoco revelo gran cosa, sigo en Zona spoiler, después de la cita del asterisco, que creo es de justicia realizar)
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(*) Una interpretación como esa es la que hace Rubén Iglesias Flores, además de analizar a fondo la película, en un artículo en el número 16 de la Revista Fotocinema con la siguiente referencia en la red: https://revistas.uma.es/index.php/fotocinema/article/view/4098/3815
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Pero sí, funciona. Funciona porque, pese a lo anterior, y pese a que el clímax no llega hasta los últimos 20 o 25 minutos, tiene alguna secuencia como la de los sucesivos embarques en la furgo de Arturo Fernández que recuerdan a "Los Pájaros" (Alfred Hitchcock, 1963), y ante el suspense creado por si arranca o no arranca, al bueno de Arturo se le pone cara de Rod Taylor. Por no hablar de cuando todos atrancan puertas y ventanas ante la amenaza, también como en la gran peli de Hitchcock, de solo dos años antes.
Y porque mola ver a ese grupo algo heterogéneo pasando tribulaciones, pero unido y solidario ante el peligro. Y, que sea Bódalo (y no James Whitmore) el que esté postrado en la butaca. Y porque en vez de los actoracos y actrizucas aquellos de la AIP esté rodeado de gente a a quienes pocas veces habíamos visto en una de estas, como Antonio Casas, Piquer o Fernández, cuyo romance con Soledad Miranda tiene su aquel aún siendo un poco sosaina (el romance), lo que le da más mérito.
Y porque es la primera peli de una de nuestras posteriores vampiras favoritas (Ingrid Thulin).
Y porque está Lola Gaos.
Y porque mola ver a Soledad Miranda bailando en plan Anthony Quinn en "Zorba el Griego" (Michael Cacoyanis, 1964) con la música del radiocasette de Arturo Fernández.
Y porque también mola ver cómo cuando parece que los tres viejos van a pelearse por el futuro reparto del tesoro, van y no se pelean y Antonio Casas suspira y dice "Está bien" y no le importa tener que repartir también con Bódalo y no solo con James Philbrook. Y te apetecería que hablaran entonces más y contaran más cosas (mientras la juventud baila) de sus viejos tiempos. Pero aunque no lo hacen, no piensas que la peli sea mala por dejarte con las ganas, sino todo lo contrario.
Y porque aunque no mola mucho James Philbrook, el menos carismático de toda la peña (como suele pasar con "el actor americano" de estas pelis, sean 'spaguetti westerns' o de otro tipo) pese a encabezar el reparto, eso no impide que mole todo lo que sí mola.
Y porque hay algunas secuencias de emoción y épica poco comunes, como el sacrificio final de Bódalo. O como la de la carrera simultánea de Arturo y Soledad para salvarla de la bestia tras hacer él de cebo:
"¿No le importaráN que tiemble un poco" suelta el bueno de Arturo exhausto, después de poner a salvo a Soledad y a sí mismo, tras cerrar la puerta a la fiera. "Guardémonos del que dice que no tiene miedo" replica Philbroke. "Eres un valiente, muchacho; toma, echa un trago", le felicita Bódálo ofreciéndole una botella de whisky...
Para mí es el momento de la película. Y el que la resume: un héroe de andar por casa. que tiene miedo y tiembla. Y al que poco antes no le arrancaba la batería de la furgo para que pudieran todos escapar del bicho. Nuestro Arturo Fernández y olé.
Pero sí, antes leyeron ustedes bien. Y si ya vieron la peli, si tienen ocasión vuelvan a verla y escuchen a Arturo Fernández en ese punto. No es un error mecanográfico mío: "¿No le importaráN que tiemble un poco?" dice Arturo, que se dobló a sí mismo,con ese acento de Asturias que nunca perdió, al menos en la copia que yo he visto. Un anacoluto, un error de sintaxis que resume la película. Que si se rodó en un mes, cómo se debió doblar...!! Ni "no les importará" ni "no le importará"...El bueno de Arturo, que ya hace algún tiempo que nos dejó, tiró por la calle de enmedio y salió preguntándose si "no le importaráN que tiemble" a alguien...¿Pero quién supervisó ese doblaje? ¿Y cuándo se hizo? (por cierto, en la copia que he visto hay un par de secuencias que no están dobladas al español y están en inglés).
Pero es una linea de diálogo que coincide con su momento de más intensidad y que resume la película: sus muchas limitaciones. Y su pequeña grandeza.
Y porque mola ver a ese grupo algo heterogéneo pasando tribulaciones, pero unido y solidario ante el peligro. Y, que sea Bódalo (y no James Whitmore) el que esté postrado en la butaca. Y porque en vez de los actoracos y actrizucas aquellos de la AIP esté rodeado de gente a a quienes pocas veces habíamos visto en una de estas, como Antonio Casas, Piquer o Fernández, cuyo romance con Soledad Miranda tiene su aquel aún siendo un poco sosaina (el romance), lo que le da más mérito.
Y porque es la primera peli de una de nuestras posteriores vampiras favoritas (Ingrid Thulin).
Y porque está Lola Gaos.
Y porque mola ver a Soledad Miranda bailando en plan Anthony Quinn en "Zorba el Griego" (Michael Cacoyanis, 1964) con la música del radiocasette de Arturo Fernández.
Y porque también mola ver cómo cuando parece que los tres viejos van a pelearse por el futuro reparto del tesoro, van y no se pelean y Antonio Casas suspira y dice "Está bien" y no le importa tener que repartir también con Bódalo y no solo con James Philbrook. Y te apetecería que hablaran entonces más y contaran más cosas (mientras la juventud baila) de sus viejos tiempos. Pero aunque no lo hacen, no piensas que la peli sea mala por dejarte con las ganas, sino todo lo contrario.
Y porque aunque no mola mucho James Philbrook, el menos carismático de toda la peña (como suele pasar con "el actor americano" de estas pelis, sean 'spaguetti westerns' o de otro tipo) pese a encabezar el reparto, eso no impide que mole todo lo que sí mola.
Y porque hay algunas secuencias de emoción y épica poco comunes, como el sacrificio final de Bódalo. O como la de la carrera simultánea de Arturo y Soledad para salvarla de la bestia tras hacer él de cebo:
"¿No le importaráN que tiemble un poco" suelta el bueno de Arturo exhausto, después de poner a salvo a Soledad y a sí mismo, tras cerrar la puerta a la fiera. "Guardémonos del que dice que no tiene miedo" replica Philbroke. "Eres un valiente, muchacho; toma, echa un trago", le felicita Bódálo ofreciéndole una botella de whisky...
Para mí es el momento de la película. Y el que la resume: un héroe de andar por casa. que tiene miedo y tiembla. Y al que poco antes no le arrancaba la batería de la furgo para que pudieran todos escapar del bicho. Nuestro Arturo Fernández y olé.
Pero sí, antes leyeron ustedes bien. Y si ya vieron la peli, si tienen ocasión vuelvan a verla y escuchen a Arturo Fernández en ese punto. No es un error mecanográfico mío: "¿No le importaráN que tiemble un poco?" dice Arturo, que se dobló a sí mismo,con ese acento de Asturias que nunca perdió, al menos en la copia que yo he visto. Un anacoluto, un error de sintaxis que resume la película. Que si se rodó en un mes, cómo se debió doblar...!! Ni "no les importará" ni "no le importará"...El bueno de Arturo, que ya hace algún tiempo que nos dejó, tiró por la calle de enmedio y salió preguntándose si "no le importaráN que tiemble" a alguien...¿Pero quién supervisó ese doblaje? ¿Y cuándo se hizo? (por cierto, en la copia que he visto hay un par de secuencias que no están dobladas al español y están en inglés).
Pero es una linea de diálogo que coincide con su momento de más intensidad y que resume la película: sus muchas limitaciones. Y su pequeña grandeza.