Tiene el interés si se ve toda la serie de ser la única en que Maciste se encuentra con los primeros cristianos, pese a ser un personaje que defiende en numerosas entregas de la franquicia ubicadas temporalmente en siglos posteriores, la civilización cristiana, por ejemplo, ante los mongoles.

Si a esa “conversión” y especie de gozne entre unas y otras pelis se añaden circunstancias como la de que es la única que tiene lugar en Roma, como gladiador protegido en un principio por el emperador Vitelio, o detalles tan curiosos como que nos encontremos a un Maciste (Mark Forest) bastante desinhbido al principio en el trato con las mujeres, amen de una ambientación y puesta en escena bastante curiosas, comprenderemos que, pese a su modestia, la peli tenía a priori cierto interés.

Lo que ocurre es que en esta especie de síntesis de Maciste y Quo Vadis (Mervin Le Roy, 1951) (el padre de tantos peplums, al que aquí incluso se remeda toscamente de algún modo en la trama) todo es bastante previsible, simplón y estereotipado, además de superficial y falto de chispa (se podía, por ejemplo, haber sacado más partido, como en otras pelis de Maciste, de la ambigüedad moral y belleza del personaje de la bella Olimpia, interpretada por la sensual Marilú Toló).

Y eso que temáticamente hay momentos interesantes y bien expuestos, ligados sobre todo al contraste entre el supuestamente escaso valor de la vida en el mundo clásico y la nueva ética de los cristianos. Y que las insidias palaciegas no están mal del todo y la figura del emperador, muy bien interpretado por Franco Cobianchi, tiene cierta gracia, aunque no le llegue ni a la suela de las sandalias al Nerón de Peter Ustinov en "Quo Vadis".

Porque lo cierto es que la peli se hace bastante larga y uno se queda con la sensación de que al guión le sobran peleas y batallitas y le falta chicha .