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Voto de Fascinoscopio:
7
Drama Un refugiado de la guerra civil sudanesa convive en los Estados Unidos con otros jóvenes sudaneses. Tras su llegada a América, ellos conocen a Carrie (Reese Witherspoon), una trabajadora social que, consciente de su tragedia, trata de enseñarles cómo deben desenvolverse en un mundo tan distinto al suyo. (FILMAFFINITY)
4 de octubre de 2014
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el cine comercial tiene intención de denuncia social produce películas como ésta: emocionante, dramática, divertida, descafeinada y superficial. Es decir: que trata de contentar a todo el mundo. La buena mentira, en líneas generales, lo consigue.

Philippe Falardeau aborda como director el drama de los niños perdidos de Sudán a través de la efectiva historia de la guionista Margaret Nagle. Conscientes de que la taquilla siente debilidad por las lágrimas pero no por el horror, la descripción de las matanzas en África no carga las tintas en la sangre, sino en las emociones de un grupo de niños a los cuales se les va arrebatando todo cuanto tienen: casa, padres, hermanos, amigos, agua, comida… Hasta que sólo les queda esperanza.

Reese Whitherspoon es el reclamo publicitario del cartel, pero no es ni de lejos su protagonista. Recibe el encargo de representar al occidental que toma conciencia de su propia vacuidad al enfrentarse a los sueños de cuatro supervivientes de la guerra. Un personaje agradecido en el cual reside cierto encanto cómico y que la actriz aprovecha sin pretender eclipsar a los verdaderos protagonistas del film.

La buena mentira nos acerca de forma conmovedora y edulcorada una de las realidades más vergonzosas y brutales de la humanidad: la sinrazón del dolor, la muerte y la miseria de pueblos inocentes arrasados por guerras absurdas que no comprenden e ignorados por un primer mundo que les vuelve la espalda. Puede que nos lo acerque de una manera poco profunda, pero lo consigue, y eso sin duda es un mérito nada desdeñable.

Todos los elementos están urdidos de forma impecable para conmovernos. La cámara de Falardeau, sin aspavientos, exhibe de forma natural y llana unas escenas donde cuenta más la empatía con el personaje que la plasticidad. El guion nos deja paladear la amargura, pero nos propone el bálsamo de la sonrisa para tragarnos esta píldora que, de lo contrario, rechazaríamos. Los intérpretes se adecúan como un guante a unos papeles amables por los cuales sentimos oleadas de simpatía y comprensión, descritos a través de escenas y anécdotas que no sólo construyen la trama, sino que también justifican su evolución psicológica y la coherencia de sus actos. Un éxito total de la narratividad.

Apta para gente de buena voluntad que huya del extremismo.

Publicado en blog www.fascinoscopio.com
Fascinoscopio
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