Partimos de un argumento interesante donde un hombre de 40 años es intervenido quirúrgicamente para tratarse de una colonoscopia. Al despertar observa que lo que debía de ser una simple operación se ha complicado como lo demuestra la enorme cicatriz que tiene en el abdomen. Sin embargo esta buena premisa queda en nada por culpa de los constantes cambios de registro que imprime su director. No contento con eso, Tony Krantz, que debutaba en las labores de dirección se empeña en alargar algunas escenas más de lo normal, recurrir a flahbacks innecesarios y dejarse cabos sueltos por explicar.

Otro error enorme es pensar que estamos ante una película de terror, ya que solo algunas escenas sádicas bien logradas no son motivo suficiente para considerarla como tal. Yo díria que es un thriller drámatico con un trasfondo crítico hacia el sisitema sanitario americano, que se hace lento, aburrido y decepcionante.