A uno que es abogado del turno de oficio de extranjería no le resultan ajenas ninguna de las historias del pobre Samba. El inmigrante extranjero es el más claro ejemplo de la subsistencia del ser humano, todas las peripecias y viacrucis que le toca sufrir son reales como la vida misma, tan reales como las palabras que estoy dejando escritas.
Pero tras estos seres, además de ese innato sentido de la supervivencia vital, se esconde algo de aureola romántica de caballero andante, algo de solitario enigmático y que nos revela que detrás de sus rostros cansados se cuentan cientos de historias y leyendas, porque en el fondo son auténticos gladiadores del cosmos, siempre venciendo la adversidad, por cruenta que ésta pueda ser.
Samba es uno de ellos, un titán de ébano pergeñado de ínfulas bogartianas que le hacen acreedor de un atractivo único e inconfundible, y que aunque necesite mil nombres para sobrevivir a la vorágine humana, sabe quién es... porque, al fin y al cabo, saber quién eres es saber qué quieres, estar convencido de tus actos es defenirte a tí mismo, forjar tu identidad... Y así nos lo lega Don Quijote: "Sé quien soy y sé que puedo ser, no solo los Doce Pares de Francia, y aun todos los Nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que todos ellos juntos, y que cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías".