Se dice que el cine nacional carece de este tipo de productos mas comunes en Hollywood. Pues bien, en esta ocasión, parece que estamos ante una de esas películas de las que tanto echan de menos (sobre todo el público más generalista) espectadores y algún sector de la crítica (y cuando hablo de crítica no lo hago precisamente cinematográfica, si no de ese ámbito de la política y de una parte del mass media hispano mas reaccionario que utiliza como arma arrojadiza la supuesta falta de calidad del cine Español.

Y es que "Palmeras en la nieve" esta bien hecha. Muy bien hecha. Unos exteriores sobrecogedores, un vestuario extraordinario, una fotografía magnífica acompañada de una música excepcionalmente escogida e interpretada. En resumen, un trabajo de producción de altos vuelos que la convierte en la "Leyendas de Pasión" a la española.

El guión esta basado en la primera y multivendida novela de la oscense Luz Gabás (a su vez basada en la vida de su padre) refleja la historia, con saltos temporales entre mediados del siglo XX y principios del XXI, de la rama masculina de una familia de las montañas de Huesca emigrada a los campos de explotación de cacao de la entonces colonia española de Guinea. No es malo el guión, a pesar de que, como es habitual, la novela es mucho mas profunda. Una historia tierna a la vez que violenta pero que en algunos fragmentos se adivina quizás un poco plana. Su mayor tara es la falta de puesta en contexto de los hechos históricos que rodean las desventuras de los personajes que, seguramente, nos habría metido mas de lleno en una trama que, aun a pesar de las casi 3 horas de película, no se hace excesivamente larga.

El trabajo actoral es un ejemplo de desequilibrio entre el plantel masculino y el femenino. En el primero a excepción de un excepcional Gutierrez Caba que, durante el tiempo que está en pantalla, sostiene la primera parte de película, no es muy de destacar, con un Mario Casas que, una vez más, muestra una contención que ya no se si denota profundidad o falta de expresividad y unos acompañantes fácilmente olvidables. Es en el lado femenino donde recae todo el empaque de la película, con una Macarena García espectacular en todos los registros, una Adriana Ugarte que, el tiempo que aparece, transmite ternura y sentimiento y, sobre todo, una extraordinaria Berta Vázquez en uno de esos papeles crudos, profundos y sensibles que marcan la carrera de una actriz.

Todo se justifica en un final que unos adjetivarán como lacrimógeno y sentimentaloide y otros como emocionante y sensible. Para un servidor fue mas la segunda que la primera opción.