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Voto de Jordirozsa:
3
2,7
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Terror
Un aspirante a escritor visita a su hermana para cuidar de su casa mientras está fuera de la ciudad pero lo que encuentra allí es aterrador. (FILMAFFINITY)
22 de abril de 2024
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Tras ver la película de Eros D’Antona, quedan dudas sobre sus verdaderas intenciones con esta peculiar historia. A primera vista, nos encontramos con una obra que, por su apariencia, catalogaríamos dentro del terror de demonios o espíritus. Sin embargo, se percibe una fusión temática en personajes y situaciones que, en varios momentos, se desvían del molde típico al que la película intenta adherirse durante sus breves 86 minutos.
Un rasgo distintivo y llamativo de esta producción italiana es su ambientación en los páramos de la ruralidad americana, que nos ofrecen escenarios ideales para tramas de terror y lo sobrenatural sin ningún problema. Por otro lado, resulta incomprensible el desaprovechamiento de las ricas posibilidades que un escenario italiano autóctono podría ofrecer. Europa y, en este caso, los excepcionales entornos de Italia, son una mina de oro inagotable en términos visuales, temáticos y narrativos.
Nos encontramos, entonces, ante una decisión de producción que no solo resulta desconcertante sino que añade una capa de misterio a la película, que se presenta bajo el genérico velo de 'error'. «Demonic» o «Haunted», su título alternativo, cumple con sus parámetros minimalistas en ciertos aspectos, especialmente en fotografía y montaje, con el director a cargo de ambas áreas. Junto a su hermano Roberto D’Antona, quien no solo asume el papel protagónico sino que también colabora en el guion y la supervisión musical, con Andrea C. Pina ofreciendo una banda sonora mediocre, nos encontramos con una producción que se aleja de los grandes medios y plataformas digitales, tomando más bien la forma de un proyecto casero que no destaca tanto por su calidad final o sus pretensiones, sino porque, en esencia, es un proyecto gestado y consumido entre los dos hermanos.
El riesgo de este tipo de proyectos es caer en un «modus operandi» endogámico y cerrado que puede restar enteros al trabajo. Esto se contrapone con la ventaja de crear un equipo humano más unido y manejable, con el fin de tener ideas más claras y optimizar recursos. Sin embargo, tal situación debería permitir, aunque no garantiza, obtener un producto final exitoso.
A pesar de que los D'Antona «bro's» tienen una buena premisa narrativa para ser desarrollada, confluyen en la liza, la escasez y el desaprovechamiento de recursos materiales, técnicos y hasta actorales a partes iguales, con un cierto nivel de realización patosa. A pesar de ello, y como ya hemos dicho, se salva algún elemento del aparato técnico, como es la fotografía. Así, sin ser nada sobresaliente, el manejo de la cámara explota con cierta eficacia y el registro lingüístico de la imagen, gestionando con cierta habilidad nada menospreciable tanto a nivel de implementación como de planificación.
En el marco de un set que se reduce a las dimensiones de una pequeña casa apartamento en la que se circunscribe el desarrollo del arco narrativo, este reducido escenario provee de las condiciones necesarias para dar fuerza al ritmo narrativo. En este aspecto, resulta interesante cómo el entorno del interior de la casa, que en principio tendría que ser un espacio proveedor de protección y tranquilidad frente a un exterior desconocido, inquietante y percibido como inseguro, (terminamos teniendo solo prácticamente vistas de la calle desde dentro, en la puerta de entrada al habitaje) acaba convirtiéndose justamente en el lugar de emergencia y manifestación del espíritu o espíritus demoníacos que tienen el rol de increíbles antagonistas en esta historia.
El recurso narrativo que sitúa la interioridad de la casa como escenario principal de lo sobrenatural, en lugar del típico exterior oscuro e inquietante, invierte la dinámica usual del horror que asocia el peligro con lo desconocido externo. Aquí, el hogar, tradicionalmente un refugio, se convierte en el núcleo del terror. Esto puede interpretarse como un reflejo del estado mental del protagonista, sugiriendo que los demonios que enfrenta podrían ser proyecciones internas de sus miedos, traumas o deseos reprimidos.
A nivel simbólico, este giro en la trama podría sugerir que las verdaderas amenazas provienen de dentro de nosotros mismos, no del exterior. La casa como microcosmos de la mente del protagonista se presta a múltiples interpretaciones: la lucha interior con demonios personales, el enfrentamiento con el propio yo, o la confrontación con un pasado que el personaje busca, infructuosamente, dejar atrás al aislarse físicamente.
El aislamiento del protagonista en la casa puede verse como una metáfora de la retirada psicológica que a menudo precede o acompaña al colapso mental. La casa, en este contexto, no es solo un espacio físico, sino una extensión de la psique del personaje, donde las barreras entre realidad y percepción se desdibujan. Por lo tanto, los sucesos paranormales podrían ser manifestaciones de una mente en crisis, buscando externalizar conflictos internos que no pueden ser resueltos en el plano de la conciencia ordinaria.
Esta interpretación enriquece la narrativa de la película, proporcionándole una profundidad psicológica que va más allá del mero susto superficial. Ofrece al espectador una experiencia más inmersiva, invitándolo a cuestionar la naturaleza de la realidad y la posibilidad de que los horrores más grandes se originen, de hecho, dentro de nosotros mismos.
En «El Resplandor» (1980), la locura de Jack Torrance se manifiesta gradualmente en el espacio aislado del Overlook Hotel, que actúa como un espejo de su desintegración psicológica. La casa en «Haunted», similarmente, se convierte en una arena para la batalla interna del protagonista, con los fantasmas sirviendo como metáforas de conflictos internos. En ambos casos, los edificios son más que meros fondos; son participantes activos en la trama, ampliando el sentido de encierro y reflejando la desconexión entre los personajes y su entorno. La elección de este recurso no solo rinde homenaje a un clásico,
Un rasgo distintivo y llamativo de esta producción italiana es su ambientación en los páramos de la ruralidad americana, que nos ofrecen escenarios ideales para tramas de terror y lo sobrenatural sin ningún problema. Por otro lado, resulta incomprensible el desaprovechamiento de las ricas posibilidades que un escenario italiano autóctono podría ofrecer. Europa y, en este caso, los excepcionales entornos de Italia, son una mina de oro inagotable en términos visuales, temáticos y narrativos.
Nos encontramos, entonces, ante una decisión de producción que no solo resulta desconcertante sino que añade una capa de misterio a la película, que se presenta bajo el genérico velo de 'error'. «Demonic» o «Haunted», su título alternativo, cumple con sus parámetros minimalistas en ciertos aspectos, especialmente en fotografía y montaje, con el director a cargo de ambas áreas. Junto a su hermano Roberto D’Antona, quien no solo asume el papel protagónico sino que también colabora en el guion y la supervisión musical, con Andrea C. Pina ofreciendo una banda sonora mediocre, nos encontramos con una producción que se aleja de los grandes medios y plataformas digitales, tomando más bien la forma de un proyecto casero que no destaca tanto por su calidad final o sus pretensiones, sino porque, en esencia, es un proyecto gestado y consumido entre los dos hermanos.
El riesgo de este tipo de proyectos es caer en un «modus operandi» endogámico y cerrado que puede restar enteros al trabajo. Esto se contrapone con la ventaja de crear un equipo humano más unido y manejable, con el fin de tener ideas más claras y optimizar recursos. Sin embargo, tal situación debería permitir, aunque no garantiza, obtener un producto final exitoso.
A pesar de que los D'Antona «bro's» tienen una buena premisa narrativa para ser desarrollada, confluyen en la liza, la escasez y el desaprovechamiento de recursos materiales, técnicos y hasta actorales a partes iguales, con un cierto nivel de realización patosa. A pesar de ello, y como ya hemos dicho, se salva algún elemento del aparato técnico, como es la fotografía. Así, sin ser nada sobresaliente, el manejo de la cámara explota con cierta eficacia y el registro lingüístico de la imagen, gestionando con cierta habilidad nada menospreciable tanto a nivel de implementación como de planificación.
En el marco de un set que se reduce a las dimensiones de una pequeña casa apartamento en la que se circunscribe el desarrollo del arco narrativo, este reducido escenario provee de las condiciones necesarias para dar fuerza al ritmo narrativo. En este aspecto, resulta interesante cómo el entorno del interior de la casa, que en principio tendría que ser un espacio proveedor de protección y tranquilidad frente a un exterior desconocido, inquietante y percibido como inseguro, (terminamos teniendo solo prácticamente vistas de la calle desde dentro, en la puerta de entrada al habitaje) acaba convirtiéndose justamente en el lugar de emergencia y manifestación del espíritu o espíritus demoníacos que tienen el rol de increíbles antagonistas en esta historia.
El recurso narrativo que sitúa la interioridad de la casa como escenario principal de lo sobrenatural, en lugar del típico exterior oscuro e inquietante, invierte la dinámica usual del horror que asocia el peligro con lo desconocido externo. Aquí, el hogar, tradicionalmente un refugio, se convierte en el núcleo del terror. Esto puede interpretarse como un reflejo del estado mental del protagonista, sugiriendo que los demonios que enfrenta podrían ser proyecciones internas de sus miedos, traumas o deseos reprimidos.
A nivel simbólico, este giro en la trama podría sugerir que las verdaderas amenazas provienen de dentro de nosotros mismos, no del exterior. La casa como microcosmos de la mente del protagonista se presta a múltiples interpretaciones: la lucha interior con demonios personales, el enfrentamiento con el propio yo, o la confrontación con un pasado que el personaje busca, infructuosamente, dejar atrás al aislarse físicamente.
El aislamiento del protagonista en la casa puede verse como una metáfora de la retirada psicológica que a menudo precede o acompaña al colapso mental. La casa, en este contexto, no es solo un espacio físico, sino una extensión de la psique del personaje, donde las barreras entre realidad y percepción se desdibujan. Por lo tanto, los sucesos paranormales podrían ser manifestaciones de una mente en crisis, buscando externalizar conflictos internos que no pueden ser resueltos en el plano de la conciencia ordinaria.
Esta interpretación enriquece la narrativa de la película, proporcionándole una profundidad psicológica que va más allá del mero susto superficial. Ofrece al espectador una experiencia más inmersiva, invitándolo a cuestionar la naturaleza de la realidad y la posibilidad de que los horrores más grandes se originen, de hecho, dentro de nosotros mismos.
En «El Resplandor» (1980), la locura de Jack Torrance se manifiesta gradualmente en el espacio aislado del Overlook Hotel, que actúa como un espejo de su desintegración psicológica. La casa en «Haunted», similarmente, se convierte en una arena para la batalla interna del protagonista, con los fantasmas sirviendo como metáforas de conflictos internos. En ambos casos, los edificios son más que meros fondos; son participantes activos en la trama, ampliando el sentido de encierro y reflejando la desconexión entre los personajes y su entorno. La elección de este recurso no solo rinde homenaje a un clásico,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
sino que también establece expectativas en el público familiarizado con la obra maestra de Kubrick, preparándolos para una experiencia que pretende ser psicológicamente compleja y emocionalmente perturbadora.
Este set, desprovisto de cualquier artificio o impostación, tanto en el aspecto narrativo y expresivo como en el decorativo, carece de elementos góticos y no se adereza con complementos surrealistas, y aun así resulta efectivo gracias a los movimientos de cámara, las composiciones y el añadido de la iluminación y el espectro cromático empleado. La relativa eficacia de la fotografía crea un ambiente intimidante que, además, añade un extra al ritmo narrativo; un espacio que, por sí solo, poco aportaría al desarrollo de los acontecimientos del filme. Incluso las actuaciones de los protagonistas contribuyen a un avance bastante aceptable en el «pacing», a pesar de ser mediocres en su conjunto en cuanto a presencia, debido en parte a un nivel de autenticidad poco elaborado y, por momentos, un exceso cargante de histrionismo. Por otro lado, hay una indefinición en el carácter y tono que se pretende imprimir a sus personalidades, fruto de la borrosa intencionalidad que los D'Antona intentan plasmar en un guion bastante confuso que se complica innecesariamente para desarrollar una trama en principio bastante simple.
Entendemos, pues, que partiendo de un argumento tan elemental, surge la necesidad de darle profundidad y relieve, incluso sugiriendo que lo que el personaje de Max experimenta en la casa podría no ser más que el producto de su perturbada imaginación, una incertidumbre en la que el espectador se ve inmerso en varios tramos de la cinta. Esto se ve alimentado por el abanico de comportamientos que Roberto D'Antona exhibe en escena, lamentablemente difusos en cuanto a lo que cabría esperar de un individuo en las circunstancias de una casa embrujada. El resultado es una percepción por parte del público de algo que, cuando menos, roza lo grotesco.
El enfoque de realización se queda en una ambigüedad deliberada, evitando ceñirse al molde de la tradicional historia de casa o habitante poseído, pero tampoco alcanza la comicidad intencionada que Sam Raimi infundió en su saga «Posesión infernal» de 1978 a 1991, cuya última entrega se tornó en una descarada comedia de terror, y la segunda fue una suerte de «remake» de la primera, ya con un matiz cómico. D'Antona busca adentrarnos en un terreno de sarcasmo ácido, en el que, si bien el objetivo parece ser constituir la película en una especie de parodia, pretende hacerlo de manera más sutil, más «europea», sin excesos. En el fondo, observamos una crítica a los estilos de vida, maneras de lidiar con la existencia, orientaciones y deseos sexuales reprimidos, y enfoques de enfrentamiento a la realidad poco adaptativos...
La complicidad entre Max y su amigo, con momentos de cercanía emocional y gestos ambiguos, sugieren una posible atracción no expresada abiertamente, apuntando a una homosexualidad latente. A través de miradas prolongadas, un confort físico mutuo e intercambios de diálogos con dobles sentidos que insinúan una conexión más profunda y afectiva.
Hasta tal punto que nos podríamos preguntar si lo que pretende ser el núcleo de esta producción, lo terrorífico, no termina siendo, al menos en gran medida, meramente incidental. El hecho es que, aun si no fuera así, los efectos, tanto analógicos como digitales, que se exhiben en la película, aunque baratos (pero no buenos ni bonitos), distan de honrar al género por su falta de calidad y estética. En suma, tenemos una película que difícilmente se hará un hueco entre los títulos memorables del cine y, aunque consigue entretener en algunos de sus tramos, en otros se revela como confusa, incoherente y pretenciosamente irónica al punto de resultar tediosa en su intento de ser original y auténtica, quedándose en un intento fallido más que en un éxito asegurado. Se queda en un plato de pasta, de restaurante de franquicia.
Este set, desprovisto de cualquier artificio o impostación, tanto en el aspecto narrativo y expresivo como en el decorativo, carece de elementos góticos y no se adereza con complementos surrealistas, y aun así resulta efectivo gracias a los movimientos de cámara, las composiciones y el añadido de la iluminación y el espectro cromático empleado. La relativa eficacia de la fotografía crea un ambiente intimidante que, además, añade un extra al ritmo narrativo; un espacio que, por sí solo, poco aportaría al desarrollo de los acontecimientos del filme. Incluso las actuaciones de los protagonistas contribuyen a un avance bastante aceptable en el «pacing», a pesar de ser mediocres en su conjunto en cuanto a presencia, debido en parte a un nivel de autenticidad poco elaborado y, por momentos, un exceso cargante de histrionismo. Por otro lado, hay una indefinición en el carácter y tono que se pretende imprimir a sus personalidades, fruto de la borrosa intencionalidad que los D'Antona intentan plasmar en un guion bastante confuso que se complica innecesariamente para desarrollar una trama en principio bastante simple.
Entendemos, pues, que partiendo de un argumento tan elemental, surge la necesidad de darle profundidad y relieve, incluso sugiriendo que lo que el personaje de Max experimenta en la casa podría no ser más que el producto de su perturbada imaginación, una incertidumbre en la que el espectador se ve inmerso en varios tramos de la cinta. Esto se ve alimentado por el abanico de comportamientos que Roberto D'Antona exhibe en escena, lamentablemente difusos en cuanto a lo que cabría esperar de un individuo en las circunstancias de una casa embrujada. El resultado es una percepción por parte del público de algo que, cuando menos, roza lo grotesco.
El enfoque de realización se queda en una ambigüedad deliberada, evitando ceñirse al molde de la tradicional historia de casa o habitante poseído, pero tampoco alcanza la comicidad intencionada que Sam Raimi infundió en su saga «Posesión infernal» de 1978 a 1991, cuya última entrega se tornó en una descarada comedia de terror, y la segunda fue una suerte de «remake» de la primera, ya con un matiz cómico. D'Antona busca adentrarnos en un terreno de sarcasmo ácido, en el que, si bien el objetivo parece ser constituir la película en una especie de parodia, pretende hacerlo de manera más sutil, más «europea», sin excesos. En el fondo, observamos una crítica a los estilos de vida, maneras de lidiar con la existencia, orientaciones y deseos sexuales reprimidos, y enfoques de enfrentamiento a la realidad poco adaptativos...
La complicidad entre Max y su amigo, con momentos de cercanía emocional y gestos ambiguos, sugieren una posible atracción no expresada abiertamente, apuntando a una homosexualidad latente. A través de miradas prolongadas, un confort físico mutuo e intercambios de diálogos con dobles sentidos que insinúan una conexión más profunda y afectiva.
Hasta tal punto que nos podríamos preguntar si lo que pretende ser el núcleo de esta producción, lo terrorífico, no termina siendo, al menos en gran medida, meramente incidental. El hecho es que, aun si no fuera así, los efectos, tanto analógicos como digitales, que se exhiben en la película, aunque baratos (pero no buenos ni bonitos), distan de honrar al género por su falta de calidad y estética. En suma, tenemos una película que difícilmente se hará un hueco entre los títulos memorables del cine y, aunque consigue entretener en algunos de sus tramos, en otros se revela como confusa, incoherente y pretenciosamente irónica al punto de resultar tediosa en su intento de ser original y auténtica, quedándose en un intento fallido más que en un éxito asegurado. Se queda en un plato de pasta, de restaurante de franquicia.