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Voto de Jordirozsa:
5
Terror
El film comienza justo donde termina Paranormal Activity, donde una chica que ha estado visitando San Diego en un viaje de intercambio regresa a Japón llevándose con ella la presencia demoníaca de la primera película. Todo ello lo veremos a través de una grabación de una cámara doméstica... (FILMAFFINITY)
7 de septiembre de 2021
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No dejó de sorprenderme que el año de realización de la primera secuela de “Paranormal Activity” (“Paranormal Activity 2”, dirigida por Tod Williams), coincidiese con el de otra producción japonesa: “Paranormal Activity2”, subtitulada ésta como “A Tokyo Night”, y al timón de la cual estuvo Toshikazu Nagae, que para cuando fue puesto al frente de esta entrega, contaba sólo con cuatro largos (uno para la televisión), y una serie en sus haberes, y casi todo este trabajo, dedicado al terror. Por lo tanto, tampoco era tan novato, cuando se embarcó en esta macro campaña inciada con la cinta de Oren Peli.
Para nada es raro que encontremos en franquicias de cine asiático (japonés, coreano…), sus respectivas mimesis en formato estadounidense (o viceversa). Para explicar este fenómeno se suele apelar a la falta de creatividad de gionistas y generadores de ideas para el séptimo arte. Pero las ideas, las bases estructurales, sobre las que se inspira y construye toda ficción que es expresada cultural y/o artísticamente, ya hace mucho más de lo que creemos (se podría decir casi con toda seguridad que, desde siempre), forman parte del imaginario colectivo universal.
En el caso que nos ocupa, me atrevería a decir que estamos incluso más allá de un “intercambio” de cromos. No se trata de la reproducción “a la japonesa”, con su original y respectivas sucesoras copiadas del producto norteamericano; sino de algo etiquetado como secuela, que se crea a la par que su prima yanqui, y que con top de continuación, y pantalones de spin-off, es un remake, sólo para asaltar el mercado asiático con esta saga. A saber, unos hacen el besugo hervido con tomillo y pimienta, y los demás al wok, con verduras y salsa de soja.
Un calco de “Paranormal Activity” (no sólo “basado en…”, tal y como sale en los créditos iniciales), sustituyendo varios elementos del “plot” de Oren Peli por otros análogos para meter las miras de sus paisanos en el bollo, pero siempre siguiendo el dictado de la estructura inicial. Sin embargo, por otro lado, Nagae se permite toda una serie de licencias con las que parece observar, raspar, pulir…. Incluso referencias a obras procedentes de la otra ribera de la charca pacífica, como si quisiera certificar a los que hayamos conseguido ver su cinta (en versión original en japonés con subtítulos; cualquier doblaje manda todo a la porra), que ha pillado el asunto, y además es capaz de mejorarlo.
Haruka, una estudiante de intercambio en Estados Unidos, vuelve a Japón en silla de ruedas. Durante su estancia ha sufrido un accidente de coche, del que sale con las dos piernas rotas; una mujer pereció atropellada en el siniestro. Koichi, hermano de Haruka se queda en casa con ella para cuidarla. El padre de ambos realiza viajes regulares de negocios, y está la mayor parte del tiempo ausente.
Koichi es un videoaficionado. Ante la aparición de fenómenos como ruídos, cambios de posición de objetos, y el movimiento de la silla de ruedas durante la noche, a pesar de estar frenada, decide poner todos sus cacharros al servicio de investigar a qué se pueden deber estos extraños sucesos; sospecha ya de entrada que se puede tratar de un ente ultramundano que ha decidido incordiar.
Nagae pone en marcha toda la maquinaria, situando el punto de partida bastante antes de lo que lo hace la cinta de Oren Peli; sin andarse con tantos remilgos. Ya con la silla de ruedas, no en pocos despertará una evocación inconsciente a películas como “Al final de la escalera” (1980), en las que este artilugio para la funcionalidad en el desplazamiento es un clásico en la génesis emocional del miedo.
Koichi emplea varias cámaras fijas por toda la casa, a diferencia de lo que hace Micah en la primera cinta, a parte de la cámara de mano que va usando en determinados momentos para captar el paso de un sitio a otro de la casa. Con ello, aumenta el número de localizaciones y de posibles encuadres. Es más, en las escenas nocturnas, se ve un “split” de pantalla con las grabaciones de la habitación de Koichi, y la de Haruko. Quizá para alguien, el “ensanchamiento” de la perspectiva, haciéndola más amplia al conjunto del habitaje/casa de los Yamano, y de la visión al mismo tiempo en la noche de las estancias de ambos hermanos, puede restar al pretendido “verismo”, así como algunas escenas en las que Koichi corre, cámara en mano, resultan poco creíbles. Sin embargo, esto proporciona un recurso importante a la hora de repartir los centros de atención del espectador (en el caso del visionado conjunto de los dormitorios, se potencia la activación de la característica de la “atención simultánea”). Así, el espectador no se ve obligado a centrar o focalizar su función cognitiva en un único encuadre durante largos minutos, y por tanto, quedar saturado su nivel de “arousal”, con la consiguiente pérdida de interés, esperando a que suceda algo “relevante”.
La ausencia de banda sonora sigue aportando como factor al mantenimiento del público en la diegesis de los personajes. Son dos hermanos. Y Nagae es más atrevido: a pesar de la relación oficial y nominalmente fraternal entre Koichi y Haruka, queda sugerida ahí una pulsión rara (permítanme el eufemismo). Entre ambos (el padre va de “transeúnte”), se desarrolla una tensión que opera entre un sentimiento y conducta “protectora” del hermano hacia la hermana (por lo menos este sería el rol aparente), y un inusitado vouyerismo en la obsesiva necesidad de él por grabarlo todo, con el pretexto de descubrir al malvado espíritu, y las reticencias de ella al respecto. Coincide con las riñas de Micah y Katie sobre el tema de la cámara, sólo que aquí se trabaja con más realismo y naturalidad. Si la pareja norteamericana parecen distantes y ridículos (alquien se quejaba de la ausencia de algun momento de sexo, con tanta cama), Koichi y Haruka se antojan demasiado cercanos. ¿Se pretendía escandalizar a la moral nipona con tal insinuación de carácter incestuoso? Seguro que grima causaría en más de uno/a.
Para nada es raro que encontremos en franquicias de cine asiático (japonés, coreano…), sus respectivas mimesis en formato estadounidense (o viceversa). Para explicar este fenómeno se suele apelar a la falta de creatividad de gionistas y generadores de ideas para el séptimo arte. Pero las ideas, las bases estructurales, sobre las que se inspira y construye toda ficción que es expresada cultural y/o artísticamente, ya hace mucho más de lo que creemos (se podría decir casi con toda seguridad que, desde siempre), forman parte del imaginario colectivo universal.
En el caso que nos ocupa, me atrevería a decir que estamos incluso más allá de un “intercambio” de cromos. No se trata de la reproducción “a la japonesa”, con su original y respectivas sucesoras copiadas del producto norteamericano; sino de algo etiquetado como secuela, que se crea a la par que su prima yanqui, y que con top de continuación, y pantalones de spin-off, es un remake, sólo para asaltar el mercado asiático con esta saga. A saber, unos hacen el besugo hervido con tomillo y pimienta, y los demás al wok, con verduras y salsa de soja.
Un calco de “Paranormal Activity” (no sólo “basado en…”, tal y como sale en los créditos iniciales), sustituyendo varios elementos del “plot” de Oren Peli por otros análogos para meter las miras de sus paisanos en el bollo, pero siempre siguiendo el dictado de la estructura inicial. Sin embargo, por otro lado, Nagae se permite toda una serie de licencias con las que parece observar, raspar, pulir…. Incluso referencias a obras procedentes de la otra ribera de la charca pacífica, como si quisiera certificar a los que hayamos conseguido ver su cinta (en versión original en japonés con subtítulos; cualquier doblaje manda todo a la porra), que ha pillado el asunto, y además es capaz de mejorarlo.
Haruka, una estudiante de intercambio en Estados Unidos, vuelve a Japón en silla de ruedas. Durante su estancia ha sufrido un accidente de coche, del que sale con las dos piernas rotas; una mujer pereció atropellada en el siniestro. Koichi, hermano de Haruka se queda en casa con ella para cuidarla. El padre de ambos realiza viajes regulares de negocios, y está la mayor parte del tiempo ausente.
Koichi es un videoaficionado. Ante la aparición de fenómenos como ruídos, cambios de posición de objetos, y el movimiento de la silla de ruedas durante la noche, a pesar de estar frenada, decide poner todos sus cacharros al servicio de investigar a qué se pueden deber estos extraños sucesos; sospecha ya de entrada que se puede tratar de un ente ultramundano que ha decidido incordiar.
Nagae pone en marcha toda la maquinaria, situando el punto de partida bastante antes de lo que lo hace la cinta de Oren Peli; sin andarse con tantos remilgos. Ya con la silla de ruedas, no en pocos despertará una evocación inconsciente a películas como “Al final de la escalera” (1980), en las que este artilugio para la funcionalidad en el desplazamiento es un clásico en la génesis emocional del miedo.
Koichi emplea varias cámaras fijas por toda la casa, a diferencia de lo que hace Micah en la primera cinta, a parte de la cámara de mano que va usando en determinados momentos para captar el paso de un sitio a otro de la casa. Con ello, aumenta el número de localizaciones y de posibles encuadres. Es más, en las escenas nocturnas, se ve un “split” de pantalla con las grabaciones de la habitación de Koichi, y la de Haruko. Quizá para alguien, el “ensanchamiento” de la perspectiva, haciéndola más amplia al conjunto del habitaje/casa de los Yamano, y de la visión al mismo tiempo en la noche de las estancias de ambos hermanos, puede restar al pretendido “verismo”, así como algunas escenas en las que Koichi corre, cámara en mano, resultan poco creíbles. Sin embargo, esto proporciona un recurso importante a la hora de repartir los centros de atención del espectador (en el caso del visionado conjunto de los dormitorios, se potencia la activación de la característica de la “atención simultánea”). Así, el espectador no se ve obligado a centrar o focalizar su función cognitiva en un único encuadre durante largos minutos, y por tanto, quedar saturado su nivel de “arousal”, con la consiguiente pérdida de interés, esperando a que suceda algo “relevante”.
La ausencia de banda sonora sigue aportando como factor al mantenimiento del público en la diegesis de los personajes. Son dos hermanos. Y Nagae es más atrevido: a pesar de la relación oficial y nominalmente fraternal entre Koichi y Haruka, queda sugerida ahí una pulsión rara (permítanme el eufemismo). Entre ambos (el padre va de “transeúnte”), se desarrolla una tensión que opera entre un sentimiento y conducta “protectora” del hermano hacia la hermana (por lo menos este sería el rol aparente), y un inusitado vouyerismo en la obsesiva necesidad de él por grabarlo todo, con el pretexto de descubrir al malvado espíritu, y las reticencias de ella al respecto. Coincide con las riñas de Micah y Katie sobre el tema de la cámara, sólo que aquí se trabaja con más realismo y naturalidad. Si la pareja norteamericana parecen distantes y ridículos (alquien se quejaba de la ausencia de algun momento de sexo, con tanta cama), Koichi y Haruka se antojan demasiado cercanos. ¿Se pretendía escandalizar a la moral nipona con tal insinuación de carácter incestuoso? Seguro que grima causaría en más de uno/a.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
"Tokyo Night" adquiere el estatus de pseudo secuela, puesto que hay un momento en el que se desvela que la mujer que resulta mortalmente atropellada en el accidente que sufre Haruka, no es otra que Katie. Lo cual, eso ya de entrada, invalida el final de "Paranormal Activity" en los cines, y consagra como definitivo el que quedó en el "home media".
Con el mismo esqueleto, Nagae reproduce los mismos actos: sospecha y detección de la presencia de un fantasma incordiador (más terrible aquí, porque el bicho es capaz de andar de los USA a Japón: donde sea, tiene el poder de ir a torturar a quién le venga en gana); un grupo de amigos de los dos hermanos (aquí más personajes que el único psíquico caguti de la primera entrega), una de los cuales percibe la presencia: eso son más personas que constatan los fenómenos…; el exorcismo sintoísta (un elemento que añade un toque local para el oriental, y exótico para nosotros… )… en la primera, el supuesto experto ni aparece, y aquí fallece de un ataque al corazón después de haber realizado la ceremonia (mamá, miedorrrr… el demonio sa cargao al experto!!).
Tampoco sirve el crucifijo que Koichi usa como último recurso (tal como la ouija de Micah) cuando ya su hermana está visiblemente majara perdida (perdón, poseída). Otro elemento con el que se quiere realzar el espanto: al ente no le valen, ni ritos orientales, ni cristianos.
Aunque se “vende” parte de los recursos que Peli usó para enfatizar el hiper realismo, aquí recurre más a otros indicios o sugestiones para desarrollar el sentimiento de pánico. Como que Hoichi halle a su padre asesinado en el armario de la cocina (intentando escapar).
Se meten indicios de que se trata de un demonio (en Japón se los toman muy en serio): a parte del proceso de posesión de Haruka, hasta convertirla en una psicópata, queda claro cuando muestra la mordedura en un brazo (en la tradición cristiana es "síntoma" de posesión)
En el momento en el que Koichi vierte la sal como medida protectora, (después el demonio la esparce por la habitación), es figurativamente igual al vertido de talco que Micah hace en el suelo para ver si aparecen huellas de algo… el hecho observable es parejo, sólo que en el caso de Micah es fruto de una intención racional, mientras que en el de Koichi es espiritual (para ilustrar como ejemplo la posible diferencia de cosmovisiones entre nosotros y los japos).
Hasta cuando Haruka se queda derecha (sí, con las piernas enyesadas), delante de su dormido hermano, tenemos una mimesis con Katie observando a Micah durante horas en la noche. Cabe decir aquí, que si Nagae hubiera hecho una elipsis entre el último frame en el que se ve a la chica en la cama, hasta que aparece ahí de pié ante Koichi sobado, habría sido más eficaz; verla explícitamente levantarse sonámbula de la cama, y andar como la acartonada novia de Frankenstein, en vez de provocar terror (que no niego que en alguien posiblemente sí), a mí me despertó tales carcajadas, acordándome de uno de los personajes de “Little Britain”, que casi me asfixio de la risa.
Nagae se permite salir del ámbito de la casa, y traslada el macabro final a la sala de una funeraria japonesa. El resultado es el mismo. No queda ni el apuntador, y en pié (valga la redundancia) sólo la poseída Haruko haciendo carotas ante la cámara. En algunas versiones aparece un texto explicando que hallan a Koichi y al padre muertos, y la posesa desaparecida (mal terminamos, con una zombi psicópata andando suelta… )
Frente a los poco más de diez mil euros del presupuesto, se recaudaron 319 mil. No sé si los restaurantes se llevaron un buen pellizco en comisiones; al terminar la película, más que todo el posible miedo, sentí mucha hambre, y de una buena bandeja de sushi y sashimi, y unos tallarines con pollo y ternera. Los personajes, los muy condenados, se pasan casi la mitad del metraje cenando y charlando en la cocina… ¿esperaban también que el demonio se sentase a la mesa con ellos? :-O
Con el mismo esqueleto, Nagae reproduce los mismos actos: sospecha y detección de la presencia de un fantasma incordiador (más terrible aquí, porque el bicho es capaz de andar de los USA a Japón: donde sea, tiene el poder de ir a torturar a quién le venga en gana); un grupo de amigos de los dos hermanos (aquí más personajes que el único psíquico caguti de la primera entrega), una de los cuales percibe la presencia: eso son más personas que constatan los fenómenos…; el exorcismo sintoísta (un elemento que añade un toque local para el oriental, y exótico para nosotros… )… en la primera, el supuesto experto ni aparece, y aquí fallece de un ataque al corazón después de haber realizado la ceremonia (mamá, miedorrrr… el demonio sa cargao al experto!!).
Tampoco sirve el crucifijo que Koichi usa como último recurso (tal como la ouija de Micah) cuando ya su hermana está visiblemente majara perdida (perdón, poseída). Otro elemento con el que se quiere realzar el espanto: al ente no le valen, ni ritos orientales, ni cristianos.
Aunque se “vende” parte de los recursos que Peli usó para enfatizar el hiper realismo, aquí recurre más a otros indicios o sugestiones para desarrollar el sentimiento de pánico. Como que Hoichi halle a su padre asesinado en el armario de la cocina (intentando escapar).
Se meten indicios de que se trata de un demonio (en Japón se los toman muy en serio): a parte del proceso de posesión de Haruka, hasta convertirla en una psicópata, queda claro cuando muestra la mordedura en un brazo (en la tradición cristiana es "síntoma" de posesión)
En el momento en el que Koichi vierte la sal como medida protectora, (después el demonio la esparce por la habitación), es figurativamente igual al vertido de talco que Micah hace en el suelo para ver si aparecen huellas de algo… el hecho observable es parejo, sólo que en el caso de Micah es fruto de una intención racional, mientras que en el de Koichi es espiritual (para ilustrar como ejemplo la posible diferencia de cosmovisiones entre nosotros y los japos).
Hasta cuando Haruka se queda derecha (sí, con las piernas enyesadas), delante de su dormido hermano, tenemos una mimesis con Katie observando a Micah durante horas en la noche. Cabe decir aquí, que si Nagae hubiera hecho una elipsis entre el último frame en el que se ve a la chica en la cama, hasta que aparece ahí de pié ante Koichi sobado, habría sido más eficaz; verla explícitamente levantarse sonámbula de la cama, y andar como la acartonada novia de Frankenstein, en vez de provocar terror (que no niego que en alguien posiblemente sí), a mí me despertó tales carcajadas, acordándome de uno de los personajes de “Little Britain”, que casi me asfixio de la risa.
Nagae se permite salir del ámbito de la casa, y traslada el macabro final a la sala de una funeraria japonesa. El resultado es el mismo. No queda ni el apuntador, y en pié (valga la redundancia) sólo la poseída Haruko haciendo carotas ante la cámara. En algunas versiones aparece un texto explicando que hallan a Koichi y al padre muertos, y la posesa desaparecida (mal terminamos, con una zombi psicópata andando suelta… )
Frente a los poco más de diez mil euros del presupuesto, se recaudaron 319 mil. No sé si los restaurantes se llevaron un buen pellizco en comisiones; al terminar la película, más que todo el posible miedo, sentí mucha hambre, y de una buena bandeja de sushi y sashimi, y unos tallarines con pollo y ternera. Los personajes, los muy condenados, se pasan casi la mitad del metraje cenando y charlando en la cocina… ¿esperaban también que el demonio se sentase a la mesa con ellos? :-O