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Voto de Jordirozsa:
6
21 de febrero de 2021
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque la mayoría de críticas coinciden en el tópico de que Ragsdale no aporta nada nuevo, cabe decir que es una cinta nada menospreciable, que algún que otro elogio se merece, y que algunos le habrían dado si la pareja protagonista hubiese sido interpretada (por ejemplo) por Hugh Jackman y cualquiera de las actuales actrices del escaparate de Hollywood..., aunque imagino esto habría disparado el presupuesto desmesuradamente.
Ciertamente tenemos una amalgama de eso a lo que llaman "clichés", que mezclan el estilo de cuento de brujas anglosajón y los mitos orientales (me confieso profano en leyendas tailandesas). Así mismo, también se nos sirve una mezcla de estlos, entre lo que sería estrictamente terror sobrenatural e historia fanástica de aventuras.
Los que esperan una secuencia de sustos y sobresaltos propios de la escuela que hizo famosas al "Sexto Sentido" y a "Los Otros", evidentemente colgarán el Sanbenito de "rollazo" o cualquier otra etiqueta por el estilo a un metraje que, sin pretender ser nada del otro mundo, por lo menos entretiene, y mantiene un mínimo interés que hace la película más que aceptable.
A parte de la torpe figura de Reno, que recuerda al simpático y rudo barbudo de Harry Potter, y del personaje del 'donaire' Gogo (que a pesar de ser guapete y enrollado, no acaba de convencer), propia del género de la tragedia, el trabajo de los personajes de Scout Taylor-Compton y de James Landry, está, a mi modo de ver, bastante logrado, pero forzado el de ella en algún pasaje.
Así pues, aunque coja de prestado la estética de espíritus malvados de "El Grito", y de otras de posesiones y exorcismos (en las que no puede faltar el demonio pasearse por la pared como una cucaracha), y siga bastante el patrón narrativo clásico europeo de una blancanieves salvada por su príncipe, el guión se resuelve sin filigranas, bien sazonado por una banda sonora sinfónica como Dios manda, y por un muy buen juego de fotografía. Bello contraste entre las escenas de paisajes de exterior, y el ambiente nocturno de Bangkock, que se agradece dibujado sin sobrecarga: lo justo para contextualizar la acción de la película; lo suficientemente sobrio para no diluir la dosis de lo siniestro a lo que debe atenerse la temática (por cierto, que no he acertado a ver esos escorpiones fritos de los que se habla en alguna crítica que he leído por ahí).
Sin montar montañas rusas, el director deja paciente que el espectador se vaya envolviendo por la atmósfera que va creando, y si bién es cierto que la tensión tiende a flojear, consigue mantener la llama en sus momentos.
Ciertamente tenemos una amalgama de eso a lo que llaman "clichés", que mezclan el estilo de cuento de brujas anglosajón y los mitos orientales (me confieso profano en leyendas tailandesas). Así mismo, también se nos sirve una mezcla de estlos, entre lo que sería estrictamente terror sobrenatural e historia fanástica de aventuras.
Los que esperan una secuencia de sustos y sobresaltos propios de la escuela que hizo famosas al "Sexto Sentido" y a "Los Otros", evidentemente colgarán el Sanbenito de "rollazo" o cualquier otra etiqueta por el estilo a un metraje que, sin pretender ser nada del otro mundo, por lo menos entretiene, y mantiene un mínimo interés que hace la película más que aceptable.
A parte de la torpe figura de Reno, que recuerda al simpático y rudo barbudo de Harry Potter, y del personaje del 'donaire' Gogo (que a pesar de ser guapete y enrollado, no acaba de convencer), propia del género de la tragedia, el trabajo de los personajes de Scout Taylor-Compton y de James Landry, está, a mi modo de ver, bastante logrado, pero forzado el de ella en algún pasaje.
Así pues, aunque coja de prestado la estética de espíritus malvados de "El Grito", y de otras de posesiones y exorcismos (en las que no puede faltar el demonio pasearse por la pared como una cucaracha), y siga bastante el patrón narrativo clásico europeo de una blancanieves salvada por su príncipe, el guión se resuelve sin filigranas, bien sazonado por una banda sonora sinfónica como Dios manda, y por un muy buen juego de fotografía. Bello contraste entre las escenas de paisajes de exterior, y el ambiente nocturno de Bangkock, que se agradece dibujado sin sobrecarga: lo justo para contextualizar la acción de la película; lo suficientemente sobrio para no diluir la dosis de lo siniestro a lo que debe atenerse la temática (por cierto, que no he acertado a ver esos escorpiones fritos de los que se habla en alguna crítica que he leído por ahí).
Sin montar montañas rusas, el director deja paciente que el espectador se vaya envolviendo por la atmósfera que va creando, y si bién es cierto que la tensión tiende a flojear, consigue mantener la llama en sus momentos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El preámbulo resulta algo cutre, con el tópico ya muy sobado de la víctima femenina huyendo de un fantasma de movimientos acartonados, pretendiendo causar "miedo" (o como quieran llamarlo), con unos feos y monstruosos dedos metiéndose en la boca de la desdichada.
Para mi gusto, la visualización explícita del "coco" no consigue causar el terror, que más efectivo resulta en los planos de las "casas fantasma", donde lo "que no se ve" en la oscuridad del interior, y la imaginación delirante del espectador pueden dar más el pego que un ojo que aparece ahí dentro de repente.
La primera escena, con los turistas ingleses que aparentan más que nada gastar una broma a sus primos yankies, abandonándolos en el cementerio, resulta bastante desconcertante. Y uno lo asocia a una torpe y forzada transición del guión para ubicar a los protagonistas en el inicio de su odisea de terror, hasta que la recepcionista del Hotel le chiva a Jim que había una chica con ellos; entonces se atan cabos, y con ello se consigue dar un leve acelerón al ritmo narrativo.
El posterior periplo de Jim, adentrándose en el tugurio de luz roja con Gogo, para descubrir como salvar a su novia posesa, al estilo de Maciste descendiendo a los infiernos, y la resolución con un exorcismo un tanto subidito de tono (en el que sólo faltaba Chuck Norris dando patadas), fuerza un final feliz, que por serlo no desmejora la cinta, pero sí que acaba de convertirla, más que en una historia de terror, en un cuento o historia fantástica de aventuras.
No podía faltar, claro, para una posible secuela, la escena de la pareja a la que finalmente Jim no decide tender la misma trampa que los ingleses les han tendido a ellos, en la que la mujer quiere comprar una "casa de fantasmas", en una tienda de souvenirs.
Y para terminar, no puedo resistirme a hacer referencia a la cita que (consciente o inconscientemente) hace el guión a la película "El Yakuza" (1974), de Sidney Pollack, en la que, igual que tiene que hacer Jim como precio para salvar a su querida Julie, Robert Mitchum se corta el dedo y lo ofrece a su amigo japonés para redimirse de un agravio. Lógica analogía, teniendo en cuenta que el malvado fantasma de nuestra historia, es de una señora japonesa.
Para mi gusto, la visualización explícita del "coco" no consigue causar el terror, que más efectivo resulta en los planos de las "casas fantasma", donde lo "que no se ve" en la oscuridad del interior, y la imaginación delirante del espectador pueden dar más el pego que un ojo que aparece ahí dentro de repente.
La primera escena, con los turistas ingleses que aparentan más que nada gastar una broma a sus primos yankies, abandonándolos en el cementerio, resulta bastante desconcertante. Y uno lo asocia a una torpe y forzada transición del guión para ubicar a los protagonistas en el inicio de su odisea de terror, hasta que la recepcionista del Hotel le chiva a Jim que había una chica con ellos; entonces se atan cabos, y con ello se consigue dar un leve acelerón al ritmo narrativo.
El posterior periplo de Jim, adentrándose en el tugurio de luz roja con Gogo, para descubrir como salvar a su novia posesa, al estilo de Maciste descendiendo a los infiernos, y la resolución con un exorcismo un tanto subidito de tono (en el que sólo faltaba Chuck Norris dando patadas), fuerza un final feliz, que por serlo no desmejora la cinta, pero sí que acaba de convertirla, más que en una historia de terror, en un cuento o historia fantástica de aventuras.
No podía faltar, claro, para una posible secuela, la escena de la pareja a la que finalmente Jim no decide tender la misma trampa que los ingleses les han tendido a ellos, en la que la mujer quiere comprar una "casa de fantasmas", en una tienda de souvenirs.
Y para terminar, no puedo resistirme a hacer referencia a la cita que (consciente o inconscientemente) hace el guión a la película "El Yakuza" (1974), de Sidney Pollack, en la que, igual que tiene que hacer Jim como precio para salvar a su querida Julie, Robert Mitchum se corta el dedo y lo ofrece a su amigo japonés para redimirse de un agravio. Lógica analogía, teniendo en cuenta que el malvado fantasma de nuestra historia, es de una señora japonesa.