Una pena que esta serie fuese relegada a los domingos en pos de un entretenimiento tan dudoso como era "¿Qué apostamos?".

Cierto es que no fue una serie espectacular, pero teniendo en cuenta que por aquellos años la tv en España llevaba años de decaimiento desde la irrupción del nuevo formato de corte americano impuesto por los italianos, la serie quedó en el recuerdo de muchos como un invento con gran potencial, que, nada más nacer, fue desechado sin explotarlo primero.

En esta serie se demuestra en quién residía el talento de Martes y Trece. Y que aún había mucho jugo que exprimir. Lo dicho: una pena que al final alguien decidiese tomar café, en lugar de zumo y tirar la naranja sin acabar de estrujar hasta la última gota.

Lo mejor: la portera (Bardem). Malencarada, malhablada, irritante, refranera e infinitamente auténtica. Real como la vida misma.
Lo peor: el ínfimo número de capítulos.