Antes que cine es propaganda. Y antes que propaganda (y esa es su gran virtud) es entrañable, familiar y divertida.
Ha envejecido bien y es la versión hispana de Que bello es vivir. Con sus diferencias, pero en cierto modo lo es.

Casi podría ser un reflejo de la sociedad española de la época pero sólo hay un pequeño matiz que lo impide: el nada imparcial punto de vista desde el que se narra la película (vamos, que según la película: se vivía en un régimen idílico en donde toda España era feliz como una perdiz). Más allá de eso, de lo que sí es reflejo es de la valía de los actores del cine español de la época. El único motivo por el que no tienen mayor reconocimiento es porque el cine que se hacía no les permitiía lucirse bien, pero si otros actores (franceses, italianos, alemanes) hablando inglés triunfaron en Hollywood, nada hace que los españoles no pudieran haber merecido la misma suerte (y más teniendo en cuenta que en España fueron muchas las películas que se rodaron con capital americano). De esto último, por favor, obviemos el caso de Fernando Rey.

Con sus cosas buenas y malas, una película totalmente recomendable.