Media votos
4,5
Votos
4
Críticas
4
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Rommelwood:
2
5,4
14.369
Acción. Drama. Fantástico
Basada en una leyenda japonesa. Siglo XVIII. Kai (Keanu Reeves) es un paria que se une a Oishi (Hiroyuki Sanada), el jefe de los 47 Ronin. Su objetivo es vengarse del traidor que mató a su señor y los condenó al destierro. Para recuperar el honor perdido, los guerreros emprenden una aventura que les obligará a superar duras pruebas. (FILMAFFINITY)
5 de enero de 2014
58 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero es reconocer que fui al cine con expectativas más bien bajas, con la idea de curarme en salud. Inocente de mí, mis expectativas quedaron muy por encima del menú que me sirvieron, un pastiche condimentado en exceso, un auténtico mondongo por el que me duele haber pagado una entrada.
Nos quiere vender una obra culmen de la técnica y de la épica del chanbara "a la occidental", y en realidad es un film de bajísimo rasero que no hay por donde cogerlo sin un par de copas entre manos.
Empezaré por los defectos técnicos:
- Durante toda la película tuve la sensación de que pasaba algo extraño con el metraje. Sonaba a tijera metida con alegría y un poco en manos de un chimpancé con un par de cervezas, pero eso podía pasar, incluso aunque las escenas parecían desunidas y sin conexión. Sin embargo, lamento que probablemente alguna escena salvable haya quedado en el tintero.
- Una vez más, el maldito higienismo-para-todos-los-públicos arruina lo poco decente que podía tener una película. Una obra de gente que lucha con espadas, decapita paisanos y se suicida abriéndose un segundo ombligo de gran amplitud sin anestesia exige una dosis razonable de sangre; no digo que cada escena nos recuerde a la época de la matanza del cerdo, pero uno espera que una persona que se hace el seppuku con un impoluto dogi blanco termine, al menos, impoluto.
- Demasiado "plástico". Para tener un presupuesto de doscientos milloncejos de mortadelos, uno espera unos efectos especiales a la altura. Y aunque el efecto de las túnicas del tengu-shaolin molaba, por citar uno, el maldito zorro blanco parecía un pegote infográfico mal parido, por citar otro. El punto definitivo en el que me dí cuenta que abusamos de las imágenes generadas por ordenador hasta el absurdo, es la escena del tentempié entre Mika y la Bruja, donde el sashimi que Kikuchi le ofrece a Shibasaki Kō (Asano Mika)... está hecho por ordenador. Y canta.
Y si usted, querido lector, ha llegado hasta aquí, es hora de empezar con la salsa. Los defectos en sí de la película, que no tienen excusa en medios visuales:
- Un guión plano con diálogos absurdos. Lo único medio decente, las frases de amor entre los protagonistas - por llamarlos de alguna manera -, que son lindas para quién disfrute de los drops románticos. Como siempre, el resto de la película cae en tópicos sobre buenos-muy-buenos y malos-muy-muy-malos a los que sólo les falta lanzar una risa maníaca, aderezado con un par de frases que procuran ser profundas - sin lograrlo-.
- La profunda estulticia de todos los personajes, que para vivir en un mundo donde existen brujas, demonios, ogros y otra fauna de la noche, parecen tener un ligero boquete en la cabeza que les hace complicado razonar los problemas que, por ejemplo, causa que exista gente que es capaz de convertirse en vapor y pseudoteleportarse. Sobre esto hablaré en más profundidad abajo.
- Keanu Reeves. En sí, para mí, es un problema; con todo el respeto para la gente que le admire como actor, yo sólo he visto a un tipo cuya cara tiene la expresividad de una rodilla, que canta como una almeja en una competición de atletismo, y cuyo personaje tiene un claro trastorno bipolar que alterna entre ese-tipo-simpático que tiene un profundo respeto por la tradición, el honor y la costumbre y desea pasar desapercibido y ese-macho-ibérico que el honor se la suda y que tanto le da amenazar de muerte a un samurai herido en su orgullo y honor (ojo, ¡que además son colegas!) como cargarse a cuantos secuaces aparezcan en escena por llevar la camiseta del equipo equivocado, con motivo o sin él.
El resto, en el 'spoiler'.
Nos quiere vender una obra culmen de la técnica y de la épica del chanbara "a la occidental", y en realidad es un film de bajísimo rasero que no hay por donde cogerlo sin un par de copas entre manos.
Empezaré por los defectos técnicos:
- Durante toda la película tuve la sensación de que pasaba algo extraño con el metraje. Sonaba a tijera metida con alegría y un poco en manos de un chimpancé con un par de cervezas, pero eso podía pasar, incluso aunque las escenas parecían desunidas y sin conexión. Sin embargo, lamento que probablemente alguna escena salvable haya quedado en el tintero.
- Una vez más, el maldito higienismo-para-todos-los-públicos arruina lo poco decente que podía tener una película. Una obra de gente que lucha con espadas, decapita paisanos y se suicida abriéndose un segundo ombligo de gran amplitud sin anestesia exige una dosis razonable de sangre; no digo que cada escena nos recuerde a la época de la matanza del cerdo, pero uno espera que una persona que se hace el seppuku con un impoluto dogi blanco termine, al menos, impoluto.
- Demasiado "plástico". Para tener un presupuesto de doscientos milloncejos de mortadelos, uno espera unos efectos especiales a la altura. Y aunque el efecto de las túnicas del tengu-shaolin molaba, por citar uno, el maldito zorro blanco parecía un pegote infográfico mal parido, por citar otro. El punto definitivo en el que me dí cuenta que abusamos de las imágenes generadas por ordenador hasta el absurdo, es la escena del tentempié entre Mika y la Bruja, donde el sashimi que Kikuchi le ofrece a Shibasaki Kō (Asano Mika)... está hecho por ordenador. Y canta.
Y si usted, querido lector, ha llegado hasta aquí, es hora de empezar con la salsa. Los defectos en sí de la película, que no tienen excusa en medios visuales:
- Un guión plano con diálogos absurdos. Lo único medio decente, las frases de amor entre los protagonistas - por llamarlos de alguna manera -, que son lindas para quién disfrute de los drops románticos. Como siempre, el resto de la película cae en tópicos sobre buenos-muy-buenos y malos-muy-muy-malos a los que sólo les falta lanzar una risa maníaca, aderezado con un par de frases que procuran ser profundas - sin lograrlo-.
- La profunda estulticia de todos los personajes, que para vivir en un mundo donde existen brujas, demonios, ogros y otra fauna de la noche, parecen tener un ligero boquete en la cabeza que les hace complicado razonar los problemas que, por ejemplo, causa que exista gente que es capaz de convertirse en vapor y pseudoteleportarse. Sobre esto hablaré en más profundidad abajo.
- Keanu Reeves. En sí, para mí, es un problema; con todo el respeto para la gente que le admire como actor, yo sólo he visto a un tipo cuya cara tiene la expresividad de una rodilla, que canta como una almeja en una competición de atletismo, y cuyo personaje tiene un claro trastorno bipolar que alterna entre ese-tipo-simpático que tiene un profundo respeto por la tradición, el honor y la costumbre y desea pasar desapercibido y ese-macho-ibérico que el honor se la suda y que tanto le da amenazar de muerte a un samurai herido en su orgullo y honor (ojo, ¡que además son colegas!) como cargarse a cuantos secuaces aparezcan en escena por llevar la camiseta del equipo equivocado, con motivo o sin él.
El resto, en el 'spoiler'.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
- ¿Cómo en un mundo con seres sobrenatuales, el Shogun va por ahí sin una escolta de cuarenta magos titulados por el Imperial Colegio de Magia o su equivalente, si un noble cualquiera de provincias tiene a una bruja-kunoichi-amante-asesina-pendeja en su séquito? ¿Cómo en un mundo donde vas a dar muerte a una jodida bestia de seis ojos y seis toneladas, cuando el tipo raro de los bosques te habla de una bruja te lo tomas a choteo como si hubiera fumado algo ilegal?
- ¿Qué cojones era el campeón del Señor Kira? ¿Una armadura a pilas duracell? Porque se ha convertido en un firme candidato a 'la muerte más cutre en el cine' del año, tras su 'explosiva' salida en pantalla. De los secundarios más desaprovechados, y eso que ser el primo basto y mudo de Gregor Clegane ya te augura pocas posibilidades de reinserción laboral si pierdes su puesto de matón a sueldo.
- Para echarse a llorar la frase de Keanu Reeves amenazando con cortarle la cabeza a Oishi, que ya debe de andar contento el hombre al estar recién sacado del pozo y convertido en un ronin cualquiera como para aguantar las chorradas de un tipo al que si hubiera dejado cinco minutos más atrapado en 'El Holandés Borracho' habría acabado siendo violado por el tipo aquél de los calamares. Porque esa es otra, no me fastidien, pero toda la escena de la Isla de los Holandeses parece hecho con el metraje que sobró de Piratas del Caribe, que sólo faltaba ver a Barbosa tomándose un coñac en una esquina. Y hablando de gente en una esquina, ¿qué importancia tiene el holandés de los tatuajes de Halloween, que dice una frase y sale diez segundos de metraje, y que podría haber sido sustituido por un florero, como para salir en el cartel?
- Tanta venganza, tanta leche... cuando el verdadero mamón que la lió parda fue el Shogun de las narices, que le roba la provincia a los Asano porque sí, convierte en ronin a medio centenar de samuráis hábiles y al final los condena a todos a abrirse como truchas en un gesto de honor por seguir el Bushido que él mismo se pasa por el forro con "shogúnica" jeta. Si era al Shogún al que tenían que haberle clavado un cuchillo en la patata, por hijo de fruta.
Y aún podría seguir un buen rato, que esto tiene para mucho; pero me las guardo en el tintero, por si algún heroico lector, aún sabiendo todo esto, quiere ir a verla y descubrir que otros horrores nos reserva Rinsch. Que ya cuando llegó el final de la película - yo ya no podía más con la modorra - tanto me hubiera dado que cuando va a dar comienzo el seppuku grupal (en lo que debería ser una escena dramática y triste hasta decir basta) las banderolas japonesas pusieran en grande: ¡Cuidado: tontos!
- ¿Qué cojones era el campeón del Señor Kira? ¿Una armadura a pilas duracell? Porque se ha convertido en un firme candidato a 'la muerte más cutre en el cine' del año, tras su 'explosiva' salida en pantalla. De los secundarios más desaprovechados, y eso que ser el primo basto y mudo de Gregor Clegane ya te augura pocas posibilidades de reinserción laboral si pierdes su puesto de matón a sueldo.
- Para echarse a llorar la frase de Keanu Reeves amenazando con cortarle la cabeza a Oishi, que ya debe de andar contento el hombre al estar recién sacado del pozo y convertido en un ronin cualquiera como para aguantar las chorradas de un tipo al que si hubiera dejado cinco minutos más atrapado en 'El Holandés Borracho' habría acabado siendo violado por el tipo aquél de los calamares. Porque esa es otra, no me fastidien, pero toda la escena de la Isla de los Holandeses parece hecho con el metraje que sobró de Piratas del Caribe, que sólo faltaba ver a Barbosa tomándose un coñac en una esquina. Y hablando de gente en una esquina, ¿qué importancia tiene el holandés de los tatuajes de Halloween, que dice una frase y sale diez segundos de metraje, y que podría haber sido sustituido por un florero, como para salir en el cartel?
- Tanta venganza, tanta leche... cuando el verdadero mamón que la lió parda fue el Shogun de las narices, que le roba la provincia a los Asano porque sí, convierte en ronin a medio centenar de samuráis hábiles y al final los condena a todos a abrirse como truchas en un gesto de honor por seguir el Bushido que él mismo se pasa por el forro con "shogúnica" jeta. Si era al Shogún al que tenían que haberle clavado un cuchillo en la patata, por hijo de fruta.
Y aún podría seguir un buen rato, que esto tiene para mucho; pero me las guardo en el tintero, por si algún heroico lector, aún sabiendo todo esto, quiere ir a verla y descubrir que otros horrores nos reserva Rinsch. Que ya cuando llegó el final de la película - yo ya no podía más con la modorra - tanto me hubiera dado que cuando va a dar comienzo el seppuku grupal (en lo que debería ser una escena dramática y triste hasta decir basta) las banderolas japonesas pusieran en grande: ¡Cuidado: tontos!