Casi todos nos quejamos del ombliguismo del cine norteamericano. Y es cierto. Nos venden algunas biografías de personajes “históricos” suyos que claman al cielo. Pero hay una cosa evidente, y es que consiguen la mayoría de las ocasiones que la película resulte amena a pesar que el susodicho es un don nadie.

Al otro extremo de esa receta artística se encuentra el cine de Europa del Este, en especial el ruso, la antítesis del modelo americano, ellos cogen un personaje fascinante, con toda la miga del mundo, un primera espada histórico, y lo convierten en la película más aburrida de la década. En esta ocasión era Lenin, pero tenemos ejemplos varios. Hay que ser realmente necio para lograr eso.

Alexandr Sokurov, el director, que por otra parte tiene algunas buenas películas, en “Taurus” convierte la excelencia de alguien que marcó el siglo pasado en las anécdotas del abuelo cebolleta. Lo curioso de todos estos lumbreras, es que cuando lees sus autobiografías bien que se tiran bombo y platillo. Me pregunto yo porque no tratan su vida con la misma vulgaridad y cotidianidad con la que se acercaron en sus películas a algunos personajes claves del siglo XX. Claro que cuando hablamos de uno mismo la modestia sale por la ventana.

Por salvar algo del film, el encuentro entre Lenin y Stalin, donde al menos el director se deja lo cotidiano y mira un poco más alto, que buena falta les hace a los creadores en la actualidad.