Ya lo han comentado por ahí, pero a veces ser redundante es obligación. Primer tercio, rayando lo muy bueno, estás a punto de llamar por teléfono a algún amigo aficionado al género y decirle: vaya western, tío. Segundo tercio: dejas el teléfono que tenías en la mano izquierda, lo cuelgas para que no se termine la batería y te olvidas de la llamada y vas a por una sidra con gas, estamos en el nudo de la película y la cosa ha ido como el cangrejo, pero uno es optimista y sabe que lo mejor esta por venir, esperanza e ilusión palabras mágicas que acompañan al espectador. Último tercio: A tomar por culo, cabreo absoluto, tomadura de pelo.

La persecución comienza en las montañas nevadas de las rocosas y termina en el desierto, todo ello en un contexto temporal demasiado corto. Fatal. En esa parte final te enteras de las motivaciones de la caza, mi primo Vinnie se lo hubiera currado más. Escenas del desierto con Anjelica Huston, en la más línea Buñuel, pero sin arte, gracia ni estilo. Ser surrealista no es ni malo no bueno, lo que hay que ser es oportuno y el director y guionista David Von Ancken no acierta ni media en la parte final.

Si hacemos una simple operación de las diferentes partes de la película tenemos lo siguiente: 8 + 5 + 2 = 15, dividido entre 3, pues un 5. Y gracias a toda esa primera parte y a la actuación de Pierce Brosnan, que se merienda a Liam Neeson.

Tristeza e indignación que una película que estaba tan bien encarrilada termine por parecer una caricatura de sí misma.