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Voto de Imfreakalot:
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7,3
6.101
Comedia
En un balneario de la costa atlántica, los veraneantes son incapaces de apartarse de sus rutinarias costumbres urbanas. Hasta que llega monsieur Hulot al volante de su viejo cacharro y rompe la calma estival. Para gran alegría de los niños, Hulot ofrecerá a los huéspedes del hotel unas vacaciones inolvidables. (FILMAFFINITY)
7 de diciembre de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La burguesía trata de conservar las tradiciones, repetir esquemas, cuidando la moral que pone en vilo a su condición; en oportunidades la aletarga, en otras, la asume sitiada. En esa esquematización de aliteración busca copiar para nunca transformar. En efecto, su condición social tiende a preservar ese estilo de vida, renunciando a todo aquello "extraño" que amenaza con filtrarse. Esa preservación tiene su prolongación en los ritos que establecen en el ámbito urbano. Ritos de clase, circulares, homogéneos, boatos, totalmente viciados de lo rutinario y lo superficial. Entonces, ¿qué pasa cuando ese escenario cambia? Los ritos siguen vigentes; la rutina lo conmueve todo, aunque se transponga el ámbito, los burgueses seguirán recurriendo al mismo catálogo de acciones, de gestos, de vacuidad.
¿Qué sucede entonces, cuando esa rutina se ve momentáneamente modificada? Cuando aparece algún "extraño" conminado a modificar, aunque más no sea en pequeñas dosis, todo el itinerario repetitivo que encausan al burgués en una conglomeración infinita. De repente, todo ese mitin perfectamente sincronizado comienza a divergir, generando una incisión en las acciones. Pero, ¿de dónde proviene, sino, esa diáspora amenazante? del riñón mismo de esa sociedad estructurada, rígida, intransigente. Monsieur Hulot proviene de la burguesía, sino, es difícil explicar como es que concurre al mismo balneario, al mismo hotel y practica los mismos rituales paganos que toda la casta ricachona. Sin embargo, Hulot es aquel bohemio perdido "entre-épocas", poblado de un romanticismo delictual, de aquel que roba o acomete por causas más bien reivindicativas (o un Robin Hood de lo absurdo).
¿Qué sucede entonces, cuando esa rutina se ve momentáneamente modificada? Cuando aparece algún "extraño" conminado a modificar, aunque más no sea en pequeñas dosis, todo el itinerario repetitivo que encausan al burgués en una conglomeración infinita. De repente, todo ese mitin perfectamente sincronizado comienza a divergir, generando una incisión en las acciones. Pero, ¿de dónde proviene, sino, esa diáspora amenazante? del riñón mismo de esa sociedad estructurada, rígida, intransigente. Monsieur Hulot proviene de la burguesía, sino, es difícil explicar como es que concurre al mismo balneario, al mismo hotel y practica los mismos rituales paganos que toda la casta ricachona. Sin embargo, Hulot es aquel bohemio perdido "entre-épocas", poblado de un romanticismo delictual, de aquel que roba o acomete por causas más bien reivindicativas (o un Robin Hood de lo absurdo).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pues bien, el señor Hulot se inserta en el corazón de aquel balneario, de aquellas vidas monótonas y paupérrimas, plagadas de trivialidad, casi insignificantemente. Un gesto, una mirada, avivará el fuego insípidamente, lo convertirá todo en un desencanto tal que descifrar lo cómico de lo caprichoso, lo dramático de lo inverosímil será tarea pesada. De todas formas, en ese desengaño es donde mejor habita el humor de Tati, en lo incómodamente acomodado, ese espacio en blanco que deja el gag físico de la consecuente risa, en la repetición, en lo estático y, sobre todo, en la insinuación. Porque, a diferencia de C. Chaplin, B. Keaton, E. Lubitsch y los hermanos Marx, en Tati no hace falta mostrar lo explícito, llegar a resolver el dilema si ese cuerpo caerá finalmente al piso para responder a las bocas que esperan la carcajada. Al contrario, es ese segundo (lo incómodamente acomodado) previo a que el cuerpo se desmorone es lo que provoca el deleite. O más bien, donde el suspenso lo conmueve todo, y finalmente la risa no llegará cuando develemos la incógnita sino cuando nos sintamos rendidos por resolverla. El cuerpo hace su trabajo, no se deja caer, por más estímulos que reciba. En Hulot, está siempre el vértigo: su figura arqueada, sus piernas largas que forman un U desde el piso, un cuerpo limitado que se balancea lentamente en la gravedad. Se cierra el círculo. Hulot, además de bohemio romántico empedernido, es aquel que viene a brindar vértigo a la vida de los demás. Esto estallará cuando todo se vea alterado, cuando se sientan desnudos de toda levedad y graviten a través de las horas, que ya no serán monótonas ni austeras; más bien, conminadas al extravío, a lo absurdo, a lo intrincado. Después de todo, ¿qué pasará cuando esa sombra pase? Todo volverá a ser como antes; los cuerpos arremolinados volverán a su cauce natural y seguirán repitiendo los viejos esquemas que, por un momento, fueron escindidos. Tati asume la derrota, por más que elabore en sus posteriores cintas (Mi tío, Playtime, Trafic, Parade) lo autómata y alienado de la vida humana, sabrá que no hay remedio que cure esta enfermedad. Héroe errante, romántico de primera hora.