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Documental
¿Has rellenado alguna vez una encuesta online? ¿Te has planteado alguna vez por qué recibes anuncios relacionados con los productos que has buscado en Internet el día antes? El manejo de la "información" se ha convertido en el activo más importante del mercado pese a que, desgraciadamente, es controlado y empleado como arma para manejar a los usuarios y para librar toda clase de guerras políticas. Este documental trata de exponer ... [+]
1 de agosto de 2019
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Revolución Digital no era revolucionaria en absoluto; solo fue un paso más dentro del programa absolutista que ya emprendieron Bacon y Descartes en su momento. Programa cuyo objetivo confeso es el control en todas sus dimensiones y cuyas herramientas de actuación son la velocidad, la producción en masa, la automatización, la comunicación instantánea y el control a distancia.
Irónicamente, nosotros no solo mordimos el anzuelo sino que en un acto de arrogancia la enmarcamos dentro de lo que estaba destinado a ser La Sociedad de la Información. Pero de la Sociedad de la Información a la de las fake news solo había un paso.
Dijeron que Internet sería una herramienta de transmisión de conocimientos. Que nos haría más libres. Que nos ayudaría a conectarnos. Pero lo cierto es que a pesar de ese supuesta avalancha de información el 50% de los estadounidenses no sabe situar Inglaterra en el mapa, que decisiones como el voto están aún más condicionadas por factores ajenos a nuestra voluntad, y que cada vez hay más personas solas o aisladas dentro de esta burbuja virtual cuya soledad es el sustrato esencial de empresas como Facebook.
Tecnologías democratizadoras las llamaron. Como si alguna vez el sector privado hubiera estado interesado en la implantación a gran escala de una Tecnología con el fin de democratizar la sociedad.
En realidad no hay dimensión humana que permanezca inmune a esta agresiva evaporación de la realidad que algunos confunden con la economía (administración eficaz y RAZONABLE de los bienes) o el desarrollo. Y hubiera sido del todo ingenuo suponer que los procesos de regulación social podrían permanecer ajenos a esta supuesta revolución. De hecho, han sido los primeros en verse afectados.
Pensemos un poco en el caso de Brittany Kaiser. Una joven que vive en los suburbios y hace campaña por Obama pero que, cuando su familia se arruina durante el periodo de rescates gubernamentales al sector financiero, al no encontrar un trabajo mejor, ficha por Cambridge Analytica. A partir de ahí descubre lo mucho que le gusta la ropa cara, el champagne y las fiestas en la Torre Trump.
O pensemos en una joven, guapa y ambiciosa, que a falta de otra cosa, lo único que tiene para ofrecer al mercado es su cuerpo y que a partir de ahí descubre lo mucho que le gusta la ropa cara, el botx y los resorts tailandeses. En las mujeres de muchos futbolistas y empresarios. En Melania Trump. En todos esos inocentes programadores de CA, en sus equipos de psicólogos y expertos en marketing. En la redacción del New York Times. En todas las compañías de relaciones públicas. En cada anuncio y en cada noticia.
La historia siempre es la misma.
Por supuesto, para hacer mucho dinero se necesitan máquinas o esclavos. Y con frecuencia ambos.
En este sentido nuestra ignorancia y dependencia llega a tal extremo que no es que fueran incapaces de apagarla, es que ni siquiera intentaron controlarla. Han sido imbuidas con el poder de lo sagrado, del bien último, y nosotros no debemos más que acomodarnos a su incesante ritmo. Somos sus leales guardianes y sus fieles predicadores. Observad lo contenta que estaba Kaiser allí sentada, vendiendo su magia a Nigel Farage mientras hipotecaba su vida y parte del futuro de la humanidad en nombre de la última e infalible herramienta de análisis de datos. Parecía que iba a reventar de orgullo en cualquier instante.
Irónicamente, nosotros no solo mordimos el anzuelo sino que en un acto de arrogancia la enmarcamos dentro de lo que estaba destinado a ser La Sociedad de la Información. Pero de la Sociedad de la Información a la de las fake news solo había un paso.
Dijeron que Internet sería una herramienta de transmisión de conocimientos. Que nos haría más libres. Que nos ayudaría a conectarnos. Pero lo cierto es que a pesar de ese supuesta avalancha de información el 50% de los estadounidenses no sabe situar Inglaterra en el mapa, que decisiones como el voto están aún más condicionadas por factores ajenos a nuestra voluntad, y que cada vez hay más personas solas o aisladas dentro de esta burbuja virtual cuya soledad es el sustrato esencial de empresas como Facebook.
Tecnologías democratizadoras las llamaron. Como si alguna vez el sector privado hubiera estado interesado en la implantación a gran escala de una Tecnología con el fin de democratizar la sociedad.
En realidad no hay dimensión humana que permanezca inmune a esta agresiva evaporación de la realidad que algunos confunden con la economía (administración eficaz y RAZONABLE de los bienes) o el desarrollo. Y hubiera sido del todo ingenuo suponer que los procesos de regulación social podrían permanecer ajenos a esta supuesta revolución. De hecho, han sido los primeros en verse afectados.
Pensemos un poco en el caso de Brittany Kaiser. Una joven que vive en los suburbios y hace campaña por Obama pero que, cuando su familia se arruina durante el periodo de rescates gubernamentales al sector financiero, al no encontrar un trabajo mejor, ficha por Cambridge Analytica. A partir de ahí descubre lo mucho que le gusta la ropa cara, el champagne y las fiestas en la Torre Trump.
O pensemos en una joven, guapa y ambiciosa, que a falta de otra cosa, lo único que tiene para ofrecer al mercado es su cuerpo y que a partir de ahí descubre lo mucho que le gusta la ropa cara, el botx y los resorts tailandeses. En las mujeres de muchos futbolistas y empresarios. En Melania Trump. En todos esos inocentes programadores de CA, en sus equipos de psicólogos y expertos en marketing. En la redacción del New York Times. En todas las compañías de relaciones públicas. En cada anuncio y en cada noticia.
La historia siempre es la misma.
Por supuesto, para hacer mucho dinero se necesitan máquinas o esclavos. Y con frecuencia ambos.
En este sentido nuestra ignorancia y dependencia llega a tal extremo que no es que fueran incapaces de apagarla, es que ni siquiera intentaron controlarla. Han sido imbuidas con el poder de lo sagrado, del bien último, y nosotros no debemos más que acomodarnos a su incesante ritmo. Somos sus leales guardianes y sus fieles predicadores. Observad lo contenta que estaba Kaiser allí sentada, vendiendo su magia a Nigel Farage mientras hipotecaba su vida y parte del futuro de la humanidad en nombre de la última e infalible herramienta de análisis de datos. Parecía que iba a reventar de orgullo en cualquier instante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Alta tecnología militar.
CA creó un sistema propagandístico en el confluían la computación de alto rendimiento, la psicología, la sociología, el marketing y las redes ``sociales´´ con la única finalidad de manipular a las poblaciones en nombre del mejor postor. Evidentemente, aquel que más dinero e interés tiene. Normal que estuvieran tan contentos. La gracia de esta tecnología es que ya ni siquiera necesitan tener en cuenta a la mayoría, por lo visto, le basta con lo más necios para lograr ser eficaz. De hecho, fue diseñada por y para ellos. Gracias a ella, la delirante espiral propagandística del siglo XX alcanza su colofón y deviene al fin en carrera armamentística, sustancia última de todo slogan. Así, los más ignorantes pudieron convertirse en el factor clave de una airada ecuación cuyos resultados son, entre otros, Trump y el Brexit. Y la estupidez, con la inestimable ayuda de máquinas y programas literalmente imbéciles, al fin pudo desnudarse y dejar bien claro qué es exactamente lo que hay detrás de esta no-revolución en absoluto pacífica.
Por supuesto, el campo de batalla es global. No hay ``democracia´´ en la que estas herramientas no se usen intensivamente. Sus armas son los prejuicios, las medias verdades y las mentiras premeditadas con el objetivo de manipular a determinados grupos a través de temas que con frecuencia ellos mismos pusieron en la agenda al observar que podían tener el suficiente impacto, y que son cuidadosamente seleccionados por estar completamente desconectados de las causas últimas de cualquier problema (serio) para así poder encubrirlos mejor, focalizando nuestra atención hacía la estupidez integral mediante la que construyen su beneficio: empleo, inflación, PIB, inmigración, nuevas tecnologías…
Lo cual en realidad era bastante predecible, pues la inteligencia no solo es la capacidad para resolver problemas, es, sobre todo, la capacidad para formularlos, algo que ninguna supercomputadora ha hecho hasta ahora, y que nosotros parecemos haber olvidado en nuestra implacable esfuerzo por ser tan rentables y eficientes como las propias máquinas a las que servimos.
CA creó un sistema propagandístico en el confluían la computación de alto rendimiento, la psicología, la sociología, el marketing y las redes ``sociales´´ con la única finalidad de manipular a las poblaciones en nombre del mejor postor. Evidentemente, aquel que más dinero e interés tiene. Normal que estuvieran tan contentos. La gracia de esta tecnología es que ya ni siquiera necesitan tener en cuenta a la mayoría, por lo visto, le basta con lo más necios para lograr ser eficaz. De hecho, fue diseñada por y para ellos. Gracias a ella, la delirante espiral propagandística del siglo XX alcanza su colofón y deviene al fin en carrera armamentística, sustancia última de todo slogan. Así, los más ignorantes pudieron convertirse en el factor clave de una airada ecuación cuyos resultados son, entre otros, Trump y el Brexit. Y la estupidez, con la inestimable ayuda de máquinas y programas literalmente imbéciles, al fin pudo desnudarse y dejar bien claro qué es exactamente lo que hay detrás de esta no-revolución en absoluto pacífica.
Por supuesto, el campo de batalla es global. No hay ``democracia´´ en la que estas herramientas no se usen intensivamente. Sus armas son los prejuicios, las medias verdades y las mentiras premeditadas con el objetivo de manipular a determinados grupos a través de temas que con frecuencia ellos mismos pusieron en la agenda al observar que podían tener el suficiente impacto, y que son cuidadosamente seleccionados por estar completamente desconectados de las causas últimas de cualquier problema (serio) para así poder encubrirlos mejor, focalizando nuestra atención hacía la estupidez integral mediante la que construyen su beneficio: empleo, inflación, PIB, inmigración, nuevas tecnologías…
Lo cual en realidad era bastante predecible, pues la inteligencia no solo es la capacidad para resolver problemas, es, sobre todo, la capacidad para formularlos, algo que ninguna supercomputadora ha hecho hasta ahora, y que nosotros parecemos haber olvidado en nuestra implacable esfuerzo por ser tan rentables y eficientes como las propias máquinas a las que servimos.