Es muy difícil hacer una gran valoración de esta genial peli sobre la guerra. Es dura, muy dura. Es dramática, muy dramática. Es brutal, muy brutal. Es una de estas pelis que quedan marcadas para la memoria del que la haya visto tanto por lo que cuenta como por como se cuenta y como se interpreta.

A Wen Jiang lo conocí cinematográficamente hablando en Keep Cool (obra de Zhang Yimou). Allí hacía de librero ambulante frenético en plena urbe. De su actuación se veía gran carisma y poder interpretativo. Parece ser que antes de ésta, ha hecho otra peli considerada como una de las mejores pelis chinas de los últimos 15 años. Si es como ésta, no me extrañaría. Aquí Jiang, pese a querer mostrar los horrores de la guerra y de la ocupación japonesa en China, decide tomar dos arriesgadas pero al final acertadas decisiones. La primera es que está rodada en blanco y negro. Arriesgado es porque las similitudes que hará mucha gente con otros dramas bélicos serán inminentes. Pero Jiang, de esta forma termina creando una realidad creíble pero a la vez surrealista. Hay momentos que la realidad golpea de tal forma a esta comunidad de campesinos chinos que el blanco y negro de la pantalla parece darle irrealidad. ¿Estará pasando en verdad? Está claro que sí pero la fuerza de las imágenes son mayores cuando no hay matices. La realidad está bipolarizada en dos colores pero a la vez está reforzada con mas dramatismo irreal. La segunda decisión es la comedia. ¿Comedia? sí. La comedia de la vida, la comedia de lo cotidiano. Incluso en el infierno se puede reir (como nos enseñó Benigni) y aquí incluso en momentos duros, te puedes encontrar con situaciones que más tarde se podrían contar como anécdotas graciosas aunque en ese momento no lo resulten. El paso continuo de comedia-drama se desarrolla en casi toda la historia. Esta relación termina cuando Jiang decide mostrar la realidad de forma brutal y es cuando la historia deviene al drama puro.

El guión es muy bueno y la dirección es de todo un director que está llamado a ser un grande. Pero está claro que todo ésto está rematado por unos actores geniales: Wen Jiang y Teruyuki Kagawa sobre todos. No parecen que actúen. Parece que están allí. Que lo han vivido y que han llorado y reído de verdad.

Toda una obra maestra. Si sr.