Solemne estupidez. Un ladrillazo en toda regla con ambiciones de fresco histórico-cósmico para paladares ninis y amigos de la multiculturalidad más frívola, reduccionista y auto flageladora.
Poco verosímil e irregular. Ya que combina escenas de drama indie con otras docu-drama televisivo para caer en picado hasta escenas de combate entre blancos e indios propios de inauguración de centro comercial.
La impostura llega a recrear a un personaje actual, una musulmana rezando con pañuelo en la tumba de su marido cristiano en el cementerio de Montreal, (lo querría de aquellas maneras) o a un francés que ya en el siglo XVII renuncia de su patria y habla en perfecto lengua nativa con su amada que se lo enseña durante las escenas de fornicio, ya que no hay otras. Y así sucesivamente. Un puzle de descendencias, vidas cruzadas y rollos por el estilo que al menos en los melodramas de época deparaban momentos de buenas interpretaciones, detalles históricos curiosos y muchas lágrimas. Aquí solo aburrimiento e incredulidad por las sandeces y lugares comunes en las que incurre la película.