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Drama
Adaptación de la tragedia griega de Eurípides en la que Pasolini muestra la trágica confrontación entre dos culturas incompatibles: el mundo mágico e irracional de Medea y el mundo racional de Jasón. Supuso la única incursión en el cine de la gran diva de la ópera Maria Callas. (FILMAFFINITY)
27 de noviembre de 2010
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que describe los devastadores efectos de la pasión en contraposición a la razón y los usos sociales. Pasolini, adaptando la obra de Eurípides, traza una pasión sometida a la fatalidad; la "hybris" clásica como desmesura y violencia representada en la condición “bárbara” de Medea vs. Jasón, que personifica la razón práctica y el nepotismo. Entramos en una visión dialéctica de contrarios y ahí hay barra libre en cuanto a los alcances de la propuesta.
Jasón es la Razón pero, atendiendo al director que firma, bien podría ser Occidente y el racionalismo burgués en esa ideología pasoliniana basada en la disidencia y la utopía.
Medea aparece como figura epónima de la naturaleza, el instinto… ¿El 3er mundo? Un mundo esotérico, atávico, de raigambre instintiva y ritual.
Es interesante la figura del centauro como visión subjetiva o construcción intencional de Jasón –en la segunda aparición de Quirón– manifestando que la dualidad entre razón y mito en el personaje del argonauta es parte de una evolución hacia el racionalismo que encaja con la evolución del primer mundo dejando al resto en la estacada.
De esta forma, la lectura del mito según el universo pasoliniano nos lleva a autores como Marcuse, Fromm o la intelectualidad contracultural de los 60. Y nos permite a nosotros, cinéfilos, enfocar una visión del espectáculo cinematográfico en general, y esta Medea en particular, como forma insurrecta contra la cinematografía aburguesada, lineal, narrativa, introduciendo el psicologismo (pulsiones, libido, eros-tánatos) y la reacción anti-industrial.
De Medea se sirve Pasolini para una reinterpretación atemporal sin ánimo de reconstrucción veraz (¡¡barcos vikingos!!). Una visión simbólica de lo artesanal, la ausencia de tecnificación y el proceso cosificador de un pasado y una tierra no evolucionada (Pasado; Tercer Mundo; África). Alegoría de las diferencias sociales en perspectiva universal y melancólica de lo mitológico como imaginario terapéutico que exalta esa Grecia africana, sumeria, etc. Y digo terapéutico porque quizás tenga más fuerza por ahí que en su beligerancia, atendiendo a la decepción ideológica del propio Pasolini que habría de desembocar en Saló, donde incluso el cuerpo desnudo y el erotismo son asimilados por la plutocracia consumista.
Jasón es la Razón pero, atendiendo al director que firma, bien podría ser Occidente y el racionalismo burgués en esa ideología pasoliniana basada en la disidencia y la utopía.
Medea aparece como figura epónima de la naturaleza, el instinto… ¿El 3er mundo? Un mundo esotérico, atávico, de raigambre instintiva y ritual.
Es interesante la figura del centauro como visión subjetiva o construcción intencional de Jasón –en la segunda aparición de Quirón– manifestando que la dualidad entre razón y mito en el personaje del argonauta es parte de una evolución hacia el racionalismo que encaja con la evolución del primer mundo dejando al resto en la estacada.
De esta forma, la lectura del mito según el universo pasoliniano nos lleva a autores como Marcuse, Fromm o la intelectualidad contracultural de los 60. Y nos permite a nosotros, cinéfilos, enfocar una visión del espectáculo cinematográfico en general, y esta Medea en particular, como forma insurrecta contra la cinematografía aburguesada, lineal, narrativa, introduciendo el psicologismo (pulsiones, libido, eros-tánatos) y la reacción anti-industrial.
De Medea se sirve Pasolini para una reinterpretación atemporal sin ánimo de reconstrucción veraz (¡¡barcos vikingos!!). Una visión simbólica de lo artesanal, la ausencia de tecnificación y el proceso cosificador de un pasado y una tierra no evolucionada (Pasado; Tercer Mundo; África). Alegoría de las diferencias sociales en perspectiva universal y melancólica de lo mitológico como imaginario terapéutico que exalta esa Grecia africana, sumeria, etc. Y digo terapéutico porque quizás tenga más fuerza por ahí que en su beligerancia, atendiendo a la decepción ideológica del propio Pasolini que habría de desembocar en Saló, donde incluso el cuerpo desnudo y el erotismo son asimilados por la plutocracia consumista.