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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
7
Drama José es autoritario, coleccionista de trajes militares, pobre de espíritu. Fernando, perseguidor incansable de la unión mística con Dios. Juan, escritor de cartas enloquecidamente eróticas. La madre añora antiguos esplendores. Las niñas que, entre juegos, encuentran muñecas enterradas y torturadas. Y en medio de esta atmósfera tan extraña e inquietante está Ana, la institutriz inglesa de 25 años que acaba de llegar a trabajar a la casa. (FILMAFFINITY) [+]
19 de abril de 2010
56 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una época de premoniciones, de ensoñaciones putrefactas. Un ritmo onírico de país en el que da igual una década que otra, porque es el pasado de los olivos y las fotos lo único que importa. La condición uniforme de un tiempo (la casa, la propiedad) de reiteraciones reaccionarias en un escenario eterno (30 años quietecitos, sin movernos) y simbólico, de corte y confección.

Pero Ana es diferente, no es como las otras. Ella se introduce en el juego, en el proceso; no es inocente, tiene iniciativa. Es una loba extranjera que invierte el juego grotesco humillando a la manera anglosajona. ¡Qué moderna, qué glamour! Qué poco sabe del nervio de la tierra, de las madres y los hijos encerrados.

Ana es lista, ha viajado y usa bikini (probablemente). Pone en duda la autosuficiencia provinciana revelando el desfase carpetovetónico de una piel de toro intransigente, zafia e insegura.

Y eso es novedad, porque ha habido otras, pero nunca con tal potencia de furia extranjera renovada y actual. Y ante la novedad, surge la descomposición y el estallido en una parábola de inseguridad íntima de tierra religiosa, reprimida y de tiro en la nuca. Porque el mundo crece, cada vez más, se expande. Encerrarse en casas ya no sirve, ni en cuevas místicas, ni en condecoraciones militares. Y ahora los viejos ritos y los viejos estamentos parecen absurdos ante esta nueva insolencia de pelo lacio en las revistas de moda, las rodillas que dejan ver las minifaldas y las fronteras que abren los visillos. Ya no está bien visto ni insultar a los criados (!).

Los de fuera son hombres, hombres que se ríen de nosotros. Nos desprecian, observan y prejuzgan con su psicología extranjera de falda corta y zapato alto. Y ella cree tratar con ellos, con hombres.

Pero en España no hay hombres. En España hay españoles.
Bloomsday
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