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Voto de Bloomsday:
6
8 de abril de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
—Intro—
Primer guion con trama original del propio Bergman. No es una adaptación, se trata de un proyecto personal en el que aparecen, aún esbozadas, gran parte de sus obsesiones.
El sueco recortó presupuesto (extras, música, días de rodaje) para trabajar sin injerencias. Eso provoca una película corta, que va a lo esencial sin circunloquios, con cierta sensación de esquematismo.
—Metacine—
"La vida es una obra de arte, bella pero sin significado".
--
El cine dentro del cine remarca la condición de titiritero que Bergman siempre confesó (Persona, Como en un espejo, etc). El cine, o el teatro, como pequeño microcosmos reflejo de lo de allá fuera acá dentro. Las pasiones humanas bajo la lupa de una ficción que no olvida su condición de artificio donde "un escenario de cine es suficiente para que creas en fantasmas".
Ese artificio implica que el artista se acerca a la realidad mediante lo estético; una comprensión aproximativa, siempre incompleta y subjetiva, que recurre a la suspensión de incredulidad asumiendo su condición de mentira o máscara con más preguntas que respuestas, inagotable en su interpretabilidad ("Una película así terminaría con una pregunta, y eso no se puede hacer").
—El espinazo del diablo—
La premisa del film es: ¿Cómo retrataría una película (el rodaje que se nos muestra dentro del propio film) un mundo gobernado por el diablo?
En realidad, ese mundo diabólico parece un mundo huérfano. Un lugar no regido por ninguna fuerza universal, sin absoluto idealista, teológico o moral que nos explique y proteja. El diablo asume la función de némesis del sentido y la respuesta. Mundo sometido a la sustancia inestable del mundo. El hombre “condenado a ser libre”, forzado a hacerse e inventarse.
—Existencialismo—
Ahí, en ese desamparo, el existencialismo toma la palabra. Corresponde, he leído, a Jacques Siclier (Le Monde, años 50) la primera mención a la influencia kierkegaardiana y sartreana en Bergman.
Si el existencialismo nos arroja al mundo como contingencia, sin orden ni determinismo mecanicista («la existencia precede a la esencia»), Bergman propone un mundo regido por una nada diabólica que deja el campo libre al albedrío de los hombres.
Dice Jordi Puigdoménech en `Bergman, el último existencialista´ que «es fácil reconocer la huella de Kierkegaard en Martin (Hasse Ekman), el director de cine, cuando afirma que la existencia es un absurdo que puede llegar a adquirir sentido con la fe». Es una reacción ante la desesperación y angustia recurriendo al estadio religioso del danés*. Otra forma de reacción ante el nihilismo sería el giro de responsabilidad en Sartre, donde no hay fatalidad superior a nosotros sino inautenticidad o mala fe de la voluntad humana en el ejercicio activo de su libertad (`El existencialismo es un humanismo´).
* http://www.luventicus.org/articulos/04U001/index.html
Bergman, sin embargo, es director de cine y dramaturgo, y a la hora de ofrecer conclusiones apunta más a las posibilidades dramáticas de sus personajes principales —Thomas y Birgitta— que a las filosóficas. Zanja el film con dos giros teatrales. Cierto solaz amoroso en el caso de Thomas (Birger Malmsten); un optimismo relativo, una soledad “en compañía”. En cuanto al personaje de Birgitta Carolina (spoiler)…
Primer guion con trama original del propio Bergman. No es una adaptación, se trata de un proyecto personal en el que aparecen, aún esbozadas, gran parte de sus obsesiones.
El sueco recortó presupuesto (extras, música, días de rodaje) para trabajar sin injerencias. Eso provoca una película corta, que va a lo esencial sin circunloquios, con cierta sensación de esquematismo.
—Metacine—
"La vida es una obra de arte, bella pero sin significado".
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El cine dentro del cine remarca la condición de titiritero que Bergman siempre confesó (Persona, Como en un espejo, etc). El cine, o el teatro, como pequeño microcosmos reflejo de lo de allá fuera acá dentro. Las pasiones humanas bajo la lupa de una ficción que no olvida su condición de artificio donde "un escenario de cine es suficiente para que creas en fantasmas".
Ese artificio implica que el artista se acerca a la realidad mediante lo estético; una comprensión aproximativa, siempre incompleta y subjetiva, que recurre a la suspensión de incredulidad asumiendo su condición de mentira o máscara con más preguntas que respuestas, inagotable en su interpretabilidad ("Una película así terminaría con una pregunta, y eso no se puede hacer").
—El espinazo del diablo—
La premisa del film es: ¿Cómo retrataría una película (el rodaje que se nos muestra dentro del propio film) un mundo gobernado por el diablo?
En realidad, ese mundo diabólico parece un mundo huérfano. Un lugar no regido por ninguna fuerza universal, sin absoluto idealista, teológico o moral que nos explique y proteja. El diablo asume la función de némesis del sentido y la respuesta. Mundo sometido a la sustancia inestable del mundo. El hombre “condenado a ser libre”, forzado a hacerse e inventarse.
—Existencialismo—
Ahí, en ese desamparo, el existencialismo toma la palabra. Corresponde, he leído, a Jacques Siclier (Le Monde, años 50) la primera mención a la influencia kierkegaardiana y sartreana en Bergman.
Si el existencialismo nos arroja al mundo como contingencia, sin orden ni determinismo mecanicista («la existencia precede a la esencia»), Bergman propone un mundo regido por una nada diabólica que deja el campo libre al albedrío de los hombres.
Dice Jordi Puigdoménech en `Bergman, el último existencialista´ que «es fácil reconocer la huella de Kierkegaard en Martin (Hasse Ekman), el director de cine, cuando afirma que la existencia es un absurdo que puede llegar a adquirir sentido con la fe». Es una reacción ante la desesperación y angustia recurriendo al estadio religioso del danés*. Otra forma de reacción ante el nihilismo sería el giro de responsabilidad en Sartre, donde no hay fatalidad superior a nosotros sino inautenticidad o mala fe de la voluntad humana en el ejercicio activo de su libertad (`El existencialismo es un humanismo´).
* http://www.luventicus.org/articulos/04U001/index.html
Bergman, sin embargo, es director de cine y dramaturgo, y a la hora de ofrecer conclusiones apunta más a las posibilidades dramáticas de sus personajes principales —Thomas y Birgitta— que a las filosóficas. Zanja el film con dos giros teatrales. Cierto solaz amoroso en el caso de Thomas (Birger Malmsten); un optimismo relativo, una soledad “en compañía”. En cuanto al personaje de Birgitta Carolina (spoiler)…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
—Spoil, Spoiled, Spoiled—
"Si lo piensas bien, antes o después todo el mundo se suicida".
--
Birgitta (Doris Svedlund) toma la opción de los "cansados e indiferentes" y se suicida porque vive una vida donde «el infierno son los otros»*. El prójimo, sartreanamente, la convierte en un objeto de ojos ajenos, la degrada y cosifica.
*«Prisión (Fingelse, 1948), toma como punto de partida la famosa frase de Sartre según la cual (…) el infierno son los otros. Ésta es una expresión que se hizo popular a partir de la publicación de Huis Clos (A puerta cerrada)». (`Ingmar Bergman: ¿Cineasta de la burguesía?´. Jordi Puigdoménech).
El personaje es sujeto pasivo de constantes vejaciones en una red de relaciones humanas depredadoras. No es difícil relacionar el desván donde todo acaba —retratado con “luz de bodega” tenebrista— con el “yo” interior del personaje ( http://www.youtube.com/watch?v=8LxAOPpshjs ). Además, el único momento en que sonríe es la escena en la que accede al mundo imaginario del cinematógrafo. Son por tanto constantes los mecanismos de fuga de la realidad material, y su psique es proyectada a través de secuencias alucinadas que ilustran la preocupación de Bergman por los sueños, y nos muestran los traumas de Birgitta mediante símbolos enquistados (pez estrangulado) que recuerdan otros climas oníricos (Buñuel o Hitchcock) confinando al personaje al rincón de su conciencia.
"Si lo piensas bien, antes o después todo el mundo se suicida".
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Birgitta (Doris Svedlund) toma la opción de los "cansados e indiferentes" y se suicida porque vive una vida donde «el infierno son los otros»*. El prójimo, sartreanamente, la convierte en un objeto de ojos ajenos, la degrada y cosifica.
*«Prisión (Fingelse, 1948), toma como punto de partida la famosa frase de Sartre según la cual (…) el infierno son los otros. Ésta es una expresión que se hizo popular a partir de la publicación de Huis Clos (A puerta cerrada)». (`Ingmar Bergman: ¿Cineasta de la burguesía?´. Jordi Puigdoménech).
El personaje es sujeto pasivo de constantes vejaciones en una red de relaciones humanas depredadoras. No es difícil relacionar el desván donde todo acaba —retratado con “luz de bodega” tenebrista— con el “yo” interior del personaje ( http://www.youtube.com/watch?v=8LxAOPpshjs ). Además, el único momento en que sonríe es la escena en la que accede al mundo imaginario del cinematógrafo. Son por tanto constantes los mecanismos de fuga de la realidad material, y su psique es proyectada a través de secuencias alucinadas que ilustran la preocupación de Bergman por los sueños, y nos muestran los traumas de Birgitta mediante símbolos enquistados (pez estrangulado) que recuerdan otros climas oníricos (Buñuel o Hitchcock) confinando al personaje al rincón de su conciencia.