Aparentemente, no supone sino un remedo de los "cócteles de monstruos" de los años 40 en que derivó la producción gótica Universal. Ahora bien, apenas se profundice un poco emerge su auténtica naturaleza; es decir, una personalísima recreación de la embelesada visión adolescente de ciertas películas visualmente arrebatadoras, potenciada por pulsiones maduras (la erotomanía, la dominación). Apenas hay trama, los diálogos son escasos y a menudo en "off", partiendo de un motor argumental puro cómic: el plan para dominar el mundo del Dr. Frankenstein, a base de esgrimir seres sobrenaturales.

La realización aúna pomposidad y desfachatez, con una banda sonora rimbombante, dentro de un tono grotesco y tétrico por igual. El resultado es un universo onírico y espectral (desde luego, no apto para admiradores ortodoxos del género gótico, o puristas del "Fantastique"; incluso puede sostenerse que su exclusivismo es propio de determinadas manifestaciones del "cine de autor" más elitista, al rozar lo experimental).