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Voto de el pastor de la polvorosa:
9
Drama. Romance Narra la historia de un triángulo amoroso que surge cuando dos marineros, Alesha y Yuffuf, recalan tras naufragar en el mar Caspio en una isla de Azerbayán. Allí comienzan a trabajar y ambos quedan fascinados por la rubia y hermosa Mashenka, lo que les convierte en rivales. (FILMAFFINITY)
17 de noviembre de 2012
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá todas las historias son reduccionistas y simplificadoras, y las del cine, aunque más cortas que otras, no son una excepción. Nos han contado la historia del cine soviético de los años 20 y 30 en términos de intelecto, montaje y revolución, la trinidad formada por Eisenstein, Pudovkin y Dovjenko, a la que algunos críticos perspicaces añadieron tardíamente a Vertov... ¿Qué lugar hay en esta trama para Boris Barnet?

El escritor de cine Serge Daney nos recuerda: “Mientras el cine de Barnet no sea estudiado con seriedad hay que recurrir a los superlativos”. El hallazgo de esta película, el haber llamado la atención sobre ella, justifica por sí mismo a la crítica cinematográfica en su conjunto (una especialidad cuyo padre fundador, Henry Langlois, fue el primer defensor de Boris Barnet).

Al borde del mar (más) azul reside en ese ángulo ciego de la historia que marca la transición entre el cine mudo y el sonoro, sin pertenecer enteramente a uno u otro periodo; como evoca su título, destaca por su pura belleza sensual, por una especie de virginidad de la mirada cuyo secreto se perdió poco después, con la consolidación del sonoro.

Si seguimos la terminología de G. Deleuze, parece claro que esta película pertenece a la era primitiva del cine, dominada por el par naturaleza-cuerpo, frente al par ciudad-cerebro: en la que la pantalla funciona como una puerta o una ventana abierta.

Barnet bate a Eisenstein y su pintura del amanecer en Odessa del Acorazado Potemkin, ofreciendo quizá las imágenes más bellas del mar (en este caso, el Caspio en la exótica república de Azerbayán) que se hayan filmado nunca. Y esto es sólo el principio, porque aunque el mar sea bello, mucho mayor es la belleza de los hombres y mujeres que surgen de él, que habitan en sus bordes.

La belleza física produce un placer casi físico: Dominique Païni, sucesor de Langlois en la Cinématèque Française, confesó que las primeras secuencias del mar en esta película le producían una erección (vaya con estos franceses...)

Desde el punto de vista intelectual, la película tiene la inocencia de un cuento, la simpleza de una fábula propagandística. Pero ofrece a cambio el encanto de un viaje a la isla de utopía, de un sueño naif en el que hubieran desaparecido todos los elementos negativos.

A diferencia de otros directores, acaso no menos geniales, Barnet no se nos aparece aquí como un sabio del renacimiento o un maníaco perfeccionista, sino como un hombre feliz, y la visión de su película nos hace también a nosotros un poco más felices.
el pastor de la polvorosa
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