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Voto de el pastor de la polvorosa:
9
Drama Adaptación de la tragedia griega de Eurípides en la que Pasolini muestra la trágica confrontación entre dos culturas incompatibles: el mundo mágico e irracional de Medea y el mundo racional de Jasón. Supuso la única incursión en el cine de la gran diva de la ópera Maria Callas. (FILMAFFINITY)
4 de diciembre de 2015
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que no debemos ver esta película como una adaptación de Eurípides, como a veces se lee: Pasolini recrea un mito cuya antigüedad es mucho mayor que la de la Grecia clásica. Como su antecesor griego (y otros que vinieron después) Pasolini se enfrenta a este material en su condición de hombre de su tiempo; un hombre por lo demás de amplias inquietudes, que está al tanto de los estudios antropológicos sobre el origen y función de los mitos (Frazer, Eliade, Levy-Bruhl), y que concibe el choque entre los griegos civilizados y los bárbaros de la Cólquide con la conciencia crítica de un observador de los procesos y consecuencias del colonialismo europeo contemporáneo. La película muestra con crudeza que el origen del mito de Medea hay que buscarlo en los tiempos en que los primitivos pobladores de Grecia se comportaban como los caníbales polinesios a los que se enfrentaron, hace cien o doscientos años, los modernos argonautas de nuestras metrópolis.

Los estudios antropológicos y mitológicos hablan el lenguaje de la erudición o la fantasía, pero el cine está condenado a lo concreto y Pasolini concibe una especie de documental imaginario en el que los rituales del Neolítico y la Edad del Hierro se ofrecen a nuestros ojos llenos de detalles y color: vestidos y pedrerías, tocados y cornamentas, animales domésticos, estelas, rostros, habitáculos, cuencos en los que se vierte un corazón humano.

Habría que preguntarse por qué Pasolini se acercó al mito de Medea: creo que no le interesó en tanto que exploración personal (al modo de Edipo), sino como metáfora. Jasón recorre la distancia que media entre Quirón y Creonte; entre un país de hombres unidos a la tierra, que habitan dentro de cuevas, en paisajes que son como fragmentos de cuerpos humanos, y otro de ciudades ensimismadas, cercadas por muros tan altos como el cielo. La tragedia de Medea es la de todos los que han abandonado la vida rural para abrazar un sueño de bienestar que nuestra civilización infértil promete y niega sin cesar.

Maria Callas, quizá la mayor actriz trágica del siglo XX, comparece aquí no como actriz, sino como mito viviente: ella es Medea desde la primera imagen en la que vemos su rostro fragmentado, uno solo de sus ojos.

Fragmento del texto publicado en: https://navegandohaciamoonfleet.wordpress.com
el pastor de la polvorosa
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