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Voto de el pastor de la polvorosa:
8
Comedia Sam Clayton es un hombre de gran corazón que siempre está ayudando a los demás. Pero su actitud para con los suyos le traerá también una serie de desventuras. (FILMAFFINITY)
3 de septiembre de 2015
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es muy desconocida, y por buenas razones, porque su planteamiento resulta escandaloso desde el punto de vista de la moral convencional, y esto tanto ahora como en 1948: su protagonista es Sam (Gary Cooper), un hombre quijotesco que interpreta al pie de la letra el mandato evangélico de la caridad, y lo aplica aun en contra en sus intereses personales y los de su familia, haciendo favores y prestando dinero a todo el que pasa por su lado, acogiendo en su casa a todo tipo de pelmas sin escrúpulos.

La que lleva la peor parte es su mujer (Ann Sheridan), personificación del sentido común que, sin sus dotes para la ironía, sería uno de los personajes más desdichados de la historia del cine. La película va mostrando sin prisas cómo la economía familiar, y también su paz espiritual y hasta la vida sexual de la pareja, se resienten de ello.

La incomodidad que produce la visión de El buen Sam nace también de su vocación de cuestionarlo todo, clave de su esencial ambigüedad, que se hace manifiesta en la capacidad, proverbial en el director, de pasar de la comedia grotesca al drama profundo casi sin cambiar de plano. Sam es admirable y ridículo al mismo tiempo, y ambas cualidades son indisociables.

Nadie más consciente de ello que su mujer, capaz de pasar del lamento a la risa en unas décimas de segundo: al principio parece que el punto de vista de la película coincide con el de este personaje, que comenta sin cesar la acción a modo de corifeo. Pero luego ella misma se ve arrastrada por la ambigüedad, hasta el punto que podría decirse que El buen Sam rehace, como comedia burguesa, el planteamiento de El idiota de Dostoievsky, pero con diferentes conclusiones: si el desprendimiento del príncipe Mishkin desencadena todo tipo de desgracias a su alrededor, la película de McCarey parece sugerir que esa es una visión miope guiada por la impaciencia, y que a su debido plazo la bondad acaba reconciliándose con la felicidad, tanto ajena como propia.

Desde este punto de vista más general, la película resulta doblemente escandalosa: primero porque su protagonista se comporta como un loco, y segundo porque parece demostrar que el loco tiene razón, y que el error se encuentra en los deseos burgueses de prosperidad y beneficio material, encarnados en el anhelo de su mujer de tener una casa hecha a la medida de sus sueños.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
el pastor de la polvorosa
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