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Voto de CitaConRama:
3
7,4
2.945
Comedia. Romance. Drama. Musical
Cuenta la historia de Rancho, un chico con una pasión por estudiar y aprender. En la escuela de ingenieros, entablará amistad con Raju y Farham que acabarán por convertirse en sus dos mejores amigos. Pero al graduarse pierden el contacto y sus dos amigos deciden ir en su búsqueda. (FILMAFFINITY)
17 de febrero de 2019
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los 3 idiotas somos los que nos sentamos en el sofá de mi casa esperando ver una película que mereciera el tiempo que uno tarda en verla. Dejando a un lado que su argumento es pueril y que no hay nada sorprendente en todo su metraje (se ven venir los chistes, el final, los supuestos giros de guion...), es que además traiciona el mensaje que pretende lanzar, algo de lo que no parece haberse dado cuenta la gente que le ha dado puntuaciones en los rangos más altos. Pero no puedo dar más detalles sin destripar el final, así que sigo en la zona spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La película pretende convencernos de que la felicidad radica en aprender y en dedicarse a lo que a uno le gusta, no en conseguir un buen trabajo y en forrarse. Sin embargo el empalagoso final de la historia nos muestra un protagonista que ha alcanzado cotas inimaginables de poder dentro del mundo empresarial, y que por supuesto se liga a la chica guapa. Eso sí, vive de forma poco ostentosa, no vaya a ser que el espectador se dé cuenta de la tomadura de pelo.
¿No se supone que lo importante era aprender y disfrutar con ello? ¿Era necesario humillar, una vez más, al que se propone ajustarse al sistema?
Entrando en detalles, la escena del parto es un disparate absoluto. La señora rompe aguas y la hermana por videoconferencia le dice que tiene que ponerse a empujar enseguida. El guionista sabe de partos lo que yo de fragatas. Total, que a la pobre parturienta, en lugar de dejarla dilatar tranquilamente, la ponen a empujar sin que le haya dado tiempo de dilatar, normal que el niño no salga. Le da un desmayo a la señora y los ingenieros fabrican una ventosa en plan McGyver para sacar al niño. Si había un ginecólogo en la sala no sé cómo no se le llevaron los demonios. Años de entrenamiento para sacar adelante partos que se complican, sudores fríos cuando es necesario emplear aparatos para sacar bebés que se quedan atorados para provocar el menor daño posible, y llegan estos aficionados y sin desinfectar el instrumental ni nada, hala, sacan al crío sin romperlo, y aparentemente sin romper a la madre. Los gritos de la parturienta deberían haberse escuchado hasta en Nepal, pero da igual, a estas alturas el espectador que aún esté mirando con buenos ojos ya está dispuesto a perdonarlo todo.
Por concederle algún valor, la fotografía es muy colorida, aunque los números musicales, característicos del Bollywood, alargan aún más el sufrimiento del espectador que se da cuenta del timo absoluto al que está asistiendo.
Solo espero que el guionista haya rechazado trabajos mejor pagados para poder dedicarse a escribir. Al menos ahí sí encontraríamos algo de coherencia.
¿No se supone que lo importante era aprender y disfrutar con ello? ¿Era necesario humillar, una vez más, al que se propone ajustarse al sistema?
Entrando en detalles, la escena del parto es un disparate absoluto. La señora rompe aguas y la hermana por videoconferencia le dice que tiene que ponerse a empujar enseguida. El guionista sabe de partos lo que yo de fragatas. Total, que a la pobre parturienta, en lugar de dejarla dilatar tranquilamente, la ponen a empujar sin que le haya dado tiempo de dilatar, normal que el niño no salga. Le da un desmayo a la señora y los ingenieros fabrican una ventosa en plan McGyver para sacar al niño. Si había un ginecólogo en la sala no sé cómo no se le llevaron los demonios. Años de entrenamiento para sacar adelante partos que se complican, sudores fríos cuando es necesario emplear aparatos para sacar bebés que se quedan atorados para provocar el menor daño posible, y llegan estos aficionados y sin desinfectar el instrumental ni nada, hala, sacan al crío sin romperlo, y aparentemente sin romper a la madre. Los gritos de la parturienta deberían haberse escuchado hasta en Nepal, pero da igual, a estas alturas el espectador que aún esté mirando con buenos ojos ya está dispuesto a perdonarlo todo.
Por concederle algún valor, la fotografía es muy colorida, aunque los números musicales, característicos del Bollywood, alargan aún más el sufrimiento del espectador que se da cuenta del timo absoluto al que está asistiendo.
Solo espero que el guionista haya rechazado trabajos mejor pagados para poder dedicarse a escribir. Al menos ahí sí encontraríamos algo de coherencia.