Acertada película que clava la daga en la fisura abierta entre la necesidad de creer en Algo superior que tenemos todos y la incapacidad de seguir confiando en las Iglesias – por sus reiteradas falsedades y corruptelas - que desean aprovecharse de esa necesidad. Aunque la lista de las víctimas – en este caso, culpables- que deja su afilado sentido del humor es mucho más larga (capitalismo, machismo, racismo,…).

Volviendo al tema central de la película, quiero que conste que no soy anticlerical – ni la película tampoco-, pero cuando alguien se coloca en un pedestal tan alto - ¡la voz de Dios en la tierra!- es difícil que no se caigan. Al fin y al cabo, la Iglesia la forman seres humanos, ni mejore ni peores que el resto. Ni más sabios.

Por lo demás, es una comedia (como se encargan de advertir al principio) y la verdad es que durante su proyección rara vez te arranca la carcajada, pero logra dibujarte una sonrisa cómplice, y el interés no decae en ningún momento. Dicho esto, lo cierto es que no carece de ingenio y buenas dosis de humor a distintos niveles – una veces más sutil; otras simplemente pueril –. Pone en duda todo lo que nos rodea, desde lo más sagrado a lo anecdótico, pasando por lo mundano. Sin embargo, al igual que La Vida de Bryan – obra muy superior, por cierto – te deja al final con esa misma sensación reconfortante y positiva.

Allí arriba hay Algo, aunque no sepamos qué es.