Una de las cinco películas que filmó hace mucho tiempo el poco conocido cineasta Mateo Cano, las dos primeras en colaboración con José Luis Merino. Su primer film en solitario se resiente de ciertas incoherencias en las descripciones de los personajes y también de la falta de medios más amplios, incluso se niega a profundizar en las circunstancias ambientales que son el marco de los hechos. Aunque el film no cumple del todo con lo que prometía, se adapta aceptablemente el texto elegido y se cuenta esa historia familiar salpicada de amoríos, sentimientos, traiciones y tragedias aprovechando al máximo la eficacia del cuadro interpretativo del que debe destacarse el papel secundario de la sugestiva Ángela Bravo, quien tras aparecer en un número considerable de films durante la primera mitad de los 60 desapareció para siempre del panorama artístico. Luis Prendes y Carlos Estrada encarnando a padre e hijo se muestran tan eficaces como siempre. María Luz Galicia es la protagonista, con rasgos de exotismo en sus facciones y un temperamento dramático adecuado para la composición del personaje. Luis Peña, Marisa Prado y Trini Alonso encarnan con acierto al resto de los principales personajes. Se incorporan imágenes de archivo en este melodrama de época, que tiene parte de las mejores características del cine español del momento.