Puede que Paul Giamatti no haya llegado todavía al Olimpo de Hollywood, pero está claro que es un actor al que le caben los mejores adjetivos calificativos. Personalmente recomiendo Entre copas (2004) y American Splendor (2003) para disfrutar con el personaje que mejor le sale: el tipo torturado, fastidioso y negativo, pero con un dejo de ternura y bonhomía siempre a flor de piel. En esta película no es la excepción, y vuelve a brillar por mérito propio y por gracia de un buen producto que la directora Sophie Barthes logra redondear con gracia, buen gusto e inteligencia. Sin dudas que la película remite a Kauffman (Quieres ser John Malkovich?, Eternal Sunshine.., El Ladrón de Orquídeas) pero sabe hacerse de una personalidad propia y definida. Valga la aclaración que no se trata de un film que va a reventar taquillas ni va a provocar descoyuntamientos masivos de mandíbula, pero sí es una comedia para sonreír y reflexionar.