Esta película es una excelente muestra de como conciben los modernos norteamericanos la espiritualidad "new age": un conjunto de lo más ecléctico de conceptos tomados de diferentes religiones ( de la cristiana, pero también del budismo, del hinduísmo) puestos al servicio del individuo; sería una religión a la carta, una filosofía espiritual para andar por casa en la que cada uno tendría que "conectar" a su manera y con su particular combinación personal con el "Todo", el Ser Supremo, Dios, o como se le quiera llamar.
En toda esta corriente destaca la concepción explícita o implícita de Dios con la totalidad, incluyendo al propio individuo, de modo que Dios no sería un hecho objetivo exterior o ajeno al individuo, sino algo que uno debe descubrir en su propio interior porque cada uno de nosotros no sería más que una manifestación parcial de esa divinidad totalizante.
Es curioso ver cómo esta religión a la carta, impregnada de subjetivismo individualista, hace una interpretación a la vez heterodoxa y esotérica de las verdades de las religiones tradicionales y a la vez manifiesta una postura tremendamente pragmática e incluso abiertamente materialista de cómo estar en el mundo: a este respecto son muy significativas las escenas en que el protagonista busca un editor para su libro, no tiene reparo en decir el mogollón de dólares que recibió por sus derechos de autor o acaba diciendo, como hacen muchas sectas evangélicas, que la prosperidad material y la disposición de dinero no está relacionada con el sistema económico y el papel que en él desempeñe el individuo, sino con la buena o mala conexión que el individuo tenga con Dios, de modo que podríamos entender, como hacía Calvino, que disponer de dinero o riquezas es un signo de la elección divina.
La película se deja ver, y tiene sobre todo un interés sociológico al dejar ver cómo del cristianismo y las religiones "duras" estamos pasando a una religiosidad subjetiva panteísta y no dualista perfectamente conectada con la posmodernidad y el capitalismo actual.