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Voto de Adrián Esbilla:
7
Acción. Drama. Thriller Tercer volumen de la saga "The Yakuza Papers" de Kinji Fukasaku, acerca del convulso mundo mafioso japonés en el Japón de la posguerra. En este capítulo, el jefe de la familia Muraoka decide retirarse por motivos de salud, lo que comportará una lucha de poder por el puesto vacante entre el jefe de la familia Yamamori y un subjefe de la familia Muraoka llamado Uchimoto. Shozo Hirono, protagonista de la saga, deberá calcular bien sus ... [+]
28 de agosto de 2009
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera entrega de ese fresco monumental sobre la historia del Japón desde la post-guerra a través de su crimen organizado que es “The Yakuza Papers”, que no solo muestra con crudeza y desenvoltura la manera en que la delincuencia está somatizada y enraizada en la sociedad sino que, además revolucionó la manera de tratar el género y de mostrar a la “yakuza”, del romanticismo del criminal honorable al cinismo rapante y la cutrez sanguinaria. En esta ocasión Fukasaku modera su estilo desquiciado y efervescente, principalmente porque abandona en gran medida la calle para fijarse en las complejas relaciones internas de los clanes y familias, una intrincada red de lealtades interesadas y hermandades de sangre que no parecen valer gran cosa. El asunto principal es la elección a la dirección de las familias de Hiroshima entre dos veteranos jefes y sus constantes alianzas y traiciones con otras más poderosas, buscando siempre el beneficio inmediato, haciendo y deshaciendo enemistades como si tal cosa, y en medio de todo, Hirono (un Bunta Sugawara, menos taciturno y más embravecido), el anacronismo viviente, el único rufián que sigue rigiéndose por unos códigos que no son más que fachada folklórica y palabrería, rito sin significado. Pese a la contención general (aunque nunca se pierda ese aire distintivo de inestabilidad, de que en cualquier momento algo va a pasar), no faltan los estallidos ultraviolentos, las palizas a lo vivo, los tiroteos espásticos a quemarropa, las amputaciones y la cámara en mano agresiva, pero el film se resiente, tanto de una trama farragosa que marea por su cantidad de personajes y nombres (aunque siguen los carteles explicativos sobre congelados y la voz en “off” reporteril que pone al día de la historia en breves secuencias de fotomontaje), como del carácter serial de la entrega, que parece finalizar en el punto de ebullición. Con todo es un título más que estimable, rebosante de autenticidad y que se sigue con interés constante gracias a la lograda tensión y a la incorporación (o potenciación) de un curioso sentido del humor, centrado, sobre todo, en el odioso Yamamori, al que vuelve a interpretar genialmente Toshie Kimura, un tiparraco ridículamente presumido, plañidero y manipulador. Quintales de estilo, gran diseño de producción y espléndido reparto repleto de característicos del cine nipón popular de la época, entre los que se incluye un breve papel para la fabulosa Reiko Ike, mítica “Inoshika Ocho”, voluptuosa cantante y una de las reinas del sub-género de chicas pandilleras motorizadas.
Adrián Esbilla
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