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Voto de Adrián Esbilla:
6
Comedia. Drama. Bélico La acción transcurre en Serbia, en la víspera de la Segunda Guerra Mundial. Popeye, Pik, Lili y Stojcic son un grupo de rateros que simula ser una banda de músicos llamada 'El Expreso de los Balcanes' para poder campar a sus anchas y hacer de las suyas. La invasión y ocupación de Yugoslavia por parte de los Nazis destruye sus planes y sus sueños de una vida despreocupada. Las nuevas circunstancias conducen al grupo a situaciones ... [+]
6 de noviembre de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi relación (que casi parece romance) con el cine balcánico, hasta hace bien poco tangencial y gracias a la bondad de los extraños (guiño doble a Nick Cave y a Ian McEwan) amorosamente dedicados a la arqueología y a una mal pagada difusión, ahora ya considerable, comienzan a perfilarse una serie de curiosas interferencias y paralelismos que no deja de sorprenderme con el cine español e incluso más allá, se revelan no pocos rasgos culturales/vitales compartidos, especialmente el concepto (muy mediterráneo también) del pícaro y la picaresca. Si los trabajos de Ferreri y Berlanga reverberaban en “El espía de los Balcanes” y el Almodóvar más sucio asaltaba sorpresivamente en “Dos estranguladores andan sueltos”, en este “Balkan Express”, en estos supervivientes en el ojo de la desesperación, héroes a la contra, genuinos pícaros y entrañables zánganos que chocan brutalmente contra la historia y se ven arrastrados por una corriente que les obligará a bracear con un valor que hasta el momento les resultaba ajeno, aparecen prefigurados muchos de los rasgos de ese “¡Ay! Carmela” que sigue siendo de lo mejor de Saura. En ambos casos se experimenta una toma de conciencia que extrae un desprendimiento desconocido, una renuncia al más rampante egoísmo, una verdadera humanidad que obliga a los protagonistas a sobreponerse a lo que es su propia naturaleza: sobrevivir. En definitiva un film más que apreciable aunque no esté totalmente logrado, con una muy buena reproducción de época pero con una insuficiente puesta en escena, plana y casi televisiva, poco imaginativa en general y excesivamente funcional. Compensada, eso si, por unas excelentes interpretaciones (en especial Bora Todorovic con su rostro de pura derrota y Dragan Nikolic como el héroe más improbable) y por todo tipo de aciertos tragicómicos, desde lo más negro a lo costumbrista, que planean sobre la peripecia de esta banda de músicos de pega, vagos, ladrones y caraduras que recuperan (o conocen) la dignidad con genuina ternura explicitada en el bellísimo diálogo final; -“¿A quién quiere Popeye?”, -”A ti”.
Adrián Esbilla
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