Simpática intriga sexy del Lucio Fulci pre-“tablas de carnicero” que viene a seguir exprimiendo el aire hitchcockiano (ese tono de fantasía necrófila y la doble "personalidad” de una de las protagonistas) y los giros a lo "Las diabólicas", un poco en el mismo estilo de lo que por aquella época hacían Umberto Lenzi en sus delirios calentorros con Carrol Baker o Sergio Martino con su musa Edwige Fenech (y que supone una especie de versión italianizada del psicothriller británico que la “Hammer” impuso a principios de los sesenta de la mano de Jimmy Sangster con “El sabor del miedo” y sus epígonos). Total, una laberíntica y rocambolesca (además de ejemplarmente gratuita e incoherente) historia de traiciones, ambición, crimen y erotismo turbio, que gana interés por la estupenda puesta en escena (y el malsano sentido de la atmósfera) de Fulci (aunque aun lejos de la extraordinaria y retorcida "Una lagartija con piel de mujer"), las magnéticas presencia de la seductora Marisa Mell (inolvidable novia de "Diabolik") y la sofisticada Elsa Martinelli o de grandes secundarios como el ubicuo Alberto de Méndoza o el gran John Ireland, por desgracia el protagonismo recae en el soseras Jean Sorel incapaz de transmitir la desazón y locura en la que se hunde su personaje.