Enfrentarse a una película de la argentina Lucrecia Martel implica un riesgo ineludible: cine personal, críptico, complejo (o no) que se ha escrito y rodado para parecer original. Y arrasar en premios europeos y americanos, claro. La fórmula se repite una y otra vez pero siempre es efectiva: actores con permanente cara de asombro y/o hastío, escenas que no vienen a cuento, brutalidad insospechada, preciosa fotografía y guión incomprensible, con frecuencia fundamentado en saltos espacio temporales. Siempre es así, y ahí está la obra, por ejemplo, del griego Yorgos Lanthimos para corroborarlo. Así que paciencia y luego a leer maravillosas críticas.
Ojka
spoiler:
Esa llama en el despacho, paseando y mirando a la cámara. Solo por esa secuencia merece la pena enfrentarse a este interesante filme mitad tostón mitad sueño inolvidable.