Para acabar con las deudas del grupo de teatro de la universidad de Oxford donde se había formado, Richard Burton dirigió, en compañía de su querido profesor cuando era estudiante, una modestísima adaptación de la obra de teatro de Christopher Marlowe, autor clásico inglés casi contemporáneo de William Shakespeare. Mucho diálogo, muchos colores, bonitos trajes y decorados muy 'kitch' para un film que se hace interminable pese a durar solo hora y media, lo justo para que Elizabeth Taylor aparezca varias veces pintada como una puerta pero sin decir ni pío. Curioso, al menos.