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Voto de Aurora:
8
Drama
Después de verse obligado a abandonar su casa y su familia por deudas de juego, un hombre rehace su vida como titiritero hasta que se ve envuelto en la revolución maoísta. Cuando consigue volver con su mujer y sus hijos, ya nada es como antes. (FILMAFFINITY)
5 de noviembre de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me alegro de haber conocido el cine chino de la mano de Zhang Yimou, y nada menos que con El camino a casa, aunque todas las películas suyas que he visto hasta ahora son cine de calidad.
Las personalidades femeninas son fuertes y complejas, en un entorno de adversidades sociales, económicas y políticas. Teniendo que enfrentarse siempre a retos de gran envergadura como pueden ser la partida del ser amado o la muerte de un hijo. Mujeres de gran valía que sobresalen pero no por ello dejan de ser imperfectas y humanas.
Las historias son realistas, a veces historias verídicas sobre personajes que existieron y que muestran la realidad de China durante la Revolución Cultural. Yimou nos retrata los pueblos, las costumbres y a los habitantes de una forma cuidadosa hasta el detalle, permitiéndonos que nos olvidemos de que estamos ante un retrato, una historia, y no ante la más pura realidad.
Con la última película que he visto, ¡Vivir! (no confundir con Vivir, de Akira Korosawa, como me pasó a mí), me proclamo amante del cine de Zhang Yimou.
Esta película es un alegato en favor de la vida, pero no sólo vida nos muestra. El director plasma la vida en sus múltiples facetas, dejando entrever la complejidad del tema, pero ofreciéndonoslo en un paquete de suma simplicidad: un argumento sencillo y lineal que no da pie a que el espectador se pierda en elucubraciones.
Las personalidades femeninas son fuertes y complejas, en un entorno de adversidades sociales, económicas y políticas. Teniendo que enfrentarse siempre a retos de gran envergadura como pueden ser la partida del ser amado o la muerte de un hijo. Mujeres de gran valía que sobresalen pero no por ello dejan de ser imperfectas y humanas.
Las historias son realistas, a veces historias verídicas sobre personajes que existieron y que muestran la realidad de China durante la Revolución Cultural. Yimou nos retrata los pueblos, las costumbres y a los habitantes de una forma cuidadosa hasta el detalle, permitiéndonos que nos olvidemos de que estamos ante un retrato, una historia, y no ante la más pura realidad.
Con la última película que he visto, ¡Vivir! (no confundir con Vivir, de Akira Korosawa, como me pasó a mí), me proclamo amante del cine de Zhang Yimou.
Esta película es un alegato en favor de la vida, pero no sólo vida nos muestra. El director plasma la vida en sus múltiples facetas, dejando entrever la complejidad del tema, pero ofreciéndonoslo en un paquete de suma simplicidad: un argumento sencillo y lineal que no da pie a que el espectador se pierda en elucubraciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Un hombre con mujer e hija es adicto al juego, llegando a perder todas sus posesiones, incluida la mansión en la que viven. Esta es la primera lección de vivir que se nos muestra: desligarse de las ataduras que dominan a una persona, sea el juego o cualquier otra adicción.
La familia comienza una vida mucho más humilde sin lamentarse de su mala suerte, dando una lección de adaptación y de cómo sobreponerse a las adversidades. "Todo lo que quiero es una vida tranquila juntos", diría ella. El padre comienza a trabajar de marionetista y la madre de aguadora. Es entonces cuando la historia se bifurca: él acaba en la guerra, viendo cómo sus compañeros han muerto o desean morir, y él se sobrepone nuevamente al grito de "¡yo quiero vivir!"; por otro lado, ella tiene que sacar adelante a sus dos hijos y superar la enfermedad de su hija, tras la cual se queda sordomuda.
Al llegar el padre de vuelta de la guerra la familia se ve obligada a reeducarse en el nuevo régimen comunista. Aquí se puede detectar un primer indicio de crítica al régimen, cuando, al poner a trabajar a los niños, el hijo se queda dormido y es sepultado por un muro derribado por un tractor que conducía un amigo de los protagonistas. Ver la cara del niño cuando lo llevan en camilla es una escena brutal, acompañada por los gritos de la madre, que es retenida por la gente del pueblo.
Cuando todo se estabiliza de nuevo los padres deciden casar a su hija sordomuda con un hombre mucho mayor y cojo. De las mejores escenas de la película cuando el hombre se la lleva en bicicleta y ella salta de la bici, queriendo volver con sus padres. A esto me refiero cuando digo que Yimou logra retratar a la perfección un sentimiento, el sentimiento de una mujer de esa edad, esa época y ese lugar. El miedo y la inocencia.
La siguiente vez que vuelven a casa ella está encinta, y es cuando va a dar a luz cuando se entiende una segunda crítica, mucho más vehemente, al régimen. En el parto surgen complicaciones y las enfermeras son incapaces de solucionarlo, al ser todavía estudiantes. En el hospital no había ningún médico; habían sido destituidos y echados a la calle, repudiados por ser capitalistas. El único médico que pudieron conseguir estaba famélico y moribundo, incapaz siquiera de ponerse en pie para ayudar a la chica. Otra escena brutal en la película, la hija desangrándose después del parto sin poder emitir ningún sonido, transmitiéndolo todo por la expresión de su cara.
Al cabo del tiempo el antiguo amigo de la familia, quien había sido rechazado varias veces por haber causado la muerte de su hijo, vuelve movido por los remordimientos. Su mujer se había suicidado y él quería morir también, muerto como estaba ya por la culpa, que no le dejaba dormir. Es entonces cuando la madre, que hasta entonces había sido incapaz de perdonar, le reclama que aún les debe una vida, que debe cuidar de la suya, disuadiéndole de suicidarse él también.
La vida desaprovechada, el tocar fondo para apreciar lo que se tiene.
La vida aprovechada, el mirar el lado positivo de las cosas y el tener espíritu de superación, de enfrentarse a las adversidades que inevitablemente irán surgiendo.
La vida solidaria, la de perdonar al que te ha agraviado. La de olvidar el rencor.
La vida joven, la inocencia. La nueva vida. Pero también la muerte; la de los compañeros del ejército, la de la abuela, la del hijo y la de la hija. La muerte en vida.
Todos estos temas se tratan en la película de una forma muy natural. Magistral. Una auténtica lección de cine.
Finalmente la película concluye con una escena costumbrista. La familia años después compartiendo una comida. Tan simple como eso y tan bien representado.
Una película para ver, al menos, una vez en la vida.
La familia comienza una vida mucho más humilde sin lamentarse de su mala suerte, dando una lección de adaptación y de cómo sobreponerse a las adversidades. "Todo lo que quiero es una vida tranquila juntos", diría ella. El padre comienza a trabajar de marionetista y la madre de aguadora. Es entonces cuando la historia se bifurca: él acaba en la guerra, viendo cómo sus compañeros han muerto o desean morir, y él se sobrepone nuevamente al grito de "¡yo quiero vivir!"; por otro lado, ella tiene que sacar adelante a sus dos hijos y superar la enfermedad de su hija, tras la cual se queda sordomuda.
Al llegar el padre de vuelta de la guerra la familia se ve obligada a reeducarse en el nuevo régimen comunista. Aquí se puede detectar un primer indicio de crítica al régimen, cuando, al poner a trabajar a los niños, el hijo se queda dormido y es sepultado por un muro derribado por un tractor que conducía un amigo de los protagonistas. Ver la cara del niño cuando lo llevan en camilla es una escena brutal, acompañada por los gritos de la madre, que es retenida por la gente del pueblo.
Cuando todo se estabiliza de nuevo los padres deciden casar a su hija sordomuda con un hombre mucho mayor y cojo. De las mejores escenas de la película cuando el hombre se la lleva en bicicleta y ella salta de la bici, queriendo volver con sus padres. A esto me refiero cuando digo que Yimou logra retratar a la perfección un sentimiento, el sentimiento de una mujer de esa edad, esa época y ese lugar. El miedo y la inocencia.
La siguiente vez que vuelven a casa ella está encinta, y es cuando va a dar a luz cuando se entiende una segunda crítica, mucho más vehemente, al régimen. En el parto surgen complicaciones y las enfermeras son incapaces de solucionarlo, al ser todavía estudiantes. En el hospital no había ningún médico; habían sido destituidos y echados a la calle, repudiados por ser capitalistas. El único médico que pudieron conseguir estaba famélico y moribundo, incapaz siquiera de ponerse en pie para ayudar a la chica. Otra escena brutal en la película, la hija desangrándose después del parto sin poder emitir ningún sonido, transmitiéndolo todo por la expresión de su cara.
Al cabo del tiempo el antiguo amigo de la familia, quien había sido rechazado varias veces por haber causado la muerte de su hijo, vuelve movido por los remordimientos. Su mujer se había suicidado y él quería morir también, muerto como estaba ya por la culpa, que no le dejaba dormir. Es entonces cuando la madre, que hasta entonces había sido incapaz de perdonar, le reclama que aún les debe una vida, que debe cuidar de la suya, disuadiéndole de suicidarse él también.
La vida desaprovechada, el tocar fondo para apreciar lo que se tiene.
La vida aprovechada, el mirar el lado positivo de las cosas y el tener espíritu de superación, de enfrentarse a las adversidades que inevitablemente irán surgiendo.
La vida solidaria, la de perdonar al que te ha agraviado. La de olvidar el rencor.
La vida joven, la inocencia. La nueva vida. Pero también la muerte; la de los compañeros del ejército, la de la abuela, la del hijo y la de la hija. La muerte en vida.
Todos estos temas se tratan en la película de una forma muy natural. Magistral. Una auténtica lección de cine.
Finalmente la película concluye con una escena costumbrista. La familia años después compartiendo una comida. Tan simple como eso y tan bien representado.
Una película para ver, al menos, una vez en la vida.