Interesante propuesta dramática, acerca de la interpretación, su origen, la inspiración que mantiene viva la llama, la técnica detrás de los intérpretes.
A través de la relación familiar entre la madre, la hija mayor (Madeline) una joven problemática y su hijo pequeño y como su hija canaliza todos sus inconvenientes y dificultades de su vida a través de una clase de arte dramático, asistimos a su evolución, su manera de relacionarse con su tutora en la clase, sus compañeros y su propia madre.
Donde no sólo vemos su proceso dramático sino las manipulaciones y las técnicas que su profesora utiliza para lograr su objetivo, en una suerte de " moldeado de barro " que resulta refrescante.
El planteamiento de la directora es arriesgado, con una fotografía muy natural, buscando planos realmente bellos que tratan de plasmar esta inspiración y la naturaleza misma de la actuación y arte de la dramatización, con un montaje muy " artie ". No siempre es efectivo, pudiendo caer en la distracción y alejándonos de la trama principal.
No obstante, el principal motivo para ver ésta película es la actriz principal, debutante, Helen Howard, absolutamente maravillosa, fascinante, con una energía brutal, repleta de frescura y naturalidad, en un ejercicio dificilísimo en el que a de interpretar a una joven, mientras ésta experimenta en el arte dramático mismo.
Su fuerza arrolladora tiene una escena cumbre en la que la directora plasma la totalidad de sus intenciones y en la que Howard demuestra un rango de expresividad impresionante.